viernes, 10 de septiembre de 2010

PATRIA, SÓLO TENGO ESTA PALABRA PARA LLAMARTE TODA

Estandarte del Padre de la Patria tomado en el Santuario de Atotonilco en San Miguel de Allende

En este año tan duro en términos de la seguridad interior del país, algunas personas creen que es conveniente protestar no celebrando el glorioso bicentenario de la independencia nacional, no sé qué pensar de ellos, sus razones tendrán, yo si voy a celebrar ese día, lo hare simplemente sintiendo el orgullo de lo que representa ser mexicano y ciudadano de esta república, los más honrosos títulos que la vida me ha otorgado. Ambos implican responsabilidad e hidalguía, tan poblada esta la patria de hechos heroicos, de voces de otros tiempos que gritan a la sangre viva de hoy la grandeza mexicana, por encima de banderías políticas, sociales, étnicas o culturales.

Celebro no su nacimiento, pues nacida estaba la nación mexicana la madrugada gloriosa en que fue convocada por Don Miguel Hidalgo a expresar su inconformidad por la injusticia, el hambre y la opresión de un lejano gobierno despótico.

Grafitti en una calle de la ciudad de León, Guanajuato

Mucho nos dio España, religión, la unidad en principio de un vasto territorio, incluso su nombre, con el que quería mostrar su amor a esta tierra y el mestizaje que somos, aun los criollos, que no tenemos la dicha de la sangre india, la tenemos en el espíritu de la misma, nuestra cultura mestiza.

Expedición de Coronado

España nos dio la unidad, pero fuimos nosotros los que nos hicimos mexicanos, lo hicimos al separarnos de ella, en una larga y cruenta guerra que consumió a los mejores intelectuales y gentes de gobierno que había en esta tierra, ese daño no lo pudimos remontar en todo el siglo XIX y parte del XX, algo que quizá sea el peor daño que nos infringió la corona española de aquellos años.

Batalla de Chapultepec

Lo peor de la mitad del siglo XIX fue la desunión, los politicastros y generalatos delirantes, herencia del virreinato autoritario, que con su guerra allanó el camino a la sucesión de desastres.

Batalla de Puebla

Nacimos otra vez en el abrazo de Acatempan y el Plan de Iguala, lo volvimos a hacer con la convocatoria del Plan de Ayutla y cuando Juárez restablece los poderes de la nación dejando atrás la capital itinerante y finalmente volvimos a nacer en la idealista convocatoria de don Francisco I. Madero, el más noble de los revolucionarios, un héroe solitario en nuestra historia de tiranos.


Toca a nosotros los mexicanos de este nuevo milenio, construir nuevas formas de convivencia y civilidad en esta hora incierta, donde la violencia y los violentos aparecen. La violencia no la vence el glorioso Ejercito Mexicano, heredero de aquellos insurgentes convocados por el Padre de la Patria su noble y valiosa labor la reconocemos los que estamos dispuestos a verla sin ningún matiz político; la violencia la vencerá una profunda revolución cultural, que haga del estado de derecho la prioridad de los gobernados y una exigencia a los que gobiernan.

Un hermoso momento

Finalmente mi homenaje de poeta a esta tierra, a esta gente, lo que somos, lo que podemos ser.

Monumento y Fachada de la Iglesia de Dolores Hidalgo

PATRIA, SÓLO TENGO ESTA PALABRA PARA LLAMARTE TODA,

hasta el último rincón con seda, bajo la luz fina entrelazada,

entre espinas más agudas y piedras filosas con corazón,

bajo la ceniza del volcán azul y los viejos huesos amados.

Sé que en una época sin ideales, dominada por el instante vano que muere

y los sueños pueriles de los dueños eléctricos

tratar de delinear los contornos delicados y grandes de la tierra y su alma

es cosa de locos, pero yo te busco, más allá y por encima de la carroña servida.

Contengo la emoción ancha tierra montañosa,

mientras las olas se estrellan contra la roca morena

de la cordillera que acaba en el mar.

La selva casi oscura, urdimbre plena y perenne

de los distintos brazos verdes, extendidos bajo la sombra fiel,

de los árboles conspicuos, ya muy enfermos.

Hay un reloj sin cuerda en las cañadas lamosas,

mientras un río apenas, serpentea casi verde,

recodos aparte, abriendo brecha de drama geológico,

exacto, afilado, contando su historia y toda la historia.

Las aves mil como rostros diversos en vuelo,

más el animal suelto y oculto, con veredas en las patas

y ese follaje pardo del mal país ocre, cielo abierto, sol pesado y espeso,

donde la roca brava anida eterna o casi eterna, un río de tierra y memoria,

a un paso del terregal inmenso, antes de las ciudades,

grises, doradas, maltrechas, vivas llagas de esperanza contenida.

Este grito en la garganta cargado de corazón:

el niño desgranado en el rebozo del hambre,

aquella mujer raída bajo el sol arduo,

los pequeños cuerpos durmiendo en la alcantarilla.

Me gusta contar de tus caballos perdidos

que pastaban hace poco en tu anchura anciana

y tus héroes, injustos autócratas buscando justicia,

entre batallas perdidas y ganadas de antaño,

los ríos de muertos revolufios, su voz contenida como ley muerta

y los cuencos de los desaparecidos, su voz no hallada, algo que nos busca.

Tengo un recuerdo sórdido de mi hermano el militante alcohólico,

muerto entre el júbilo de una pequeña victoria olvidada y sus vómitos,

una tarde alguna, casi olvidado, olvidado y viejo, casi solo, solo y rojo.

Sé de ejércitos gloriosos, con gloria de pan buscado

y mártires cristeros, mansos y fuertes y tristes y llenos de ti

y amados ateos con fuego de idea libertaria en los ojos de fe,

de Bernal Díaz, mi antepasado, el orate viejo memorioso,

de lo callado de los héroes perfectos,

de la ecuación no resuelta de una historia oficial mentirosa,

de los documentos ocultos en el sueño del censor,

de la incomoda sexualidad de los precolombinos,

del hierático indio de levita ya tan lejano,

del unánime cemento de las buenas costumbres sucias,

del licenciado, ese demiurgo de reciente mitología,

de los evangelizadores sádicos y de los hombres de fe que ampliaron el país

de los mitos religiosos y civiles tragados desde la infancia

y finalmente, esta mujer morena

que me regala su amor en la tarde joven.

2 comentarios:

Antonio Torres Rodríguez dijo...

Estimado Alejandro:
Excelente la entrada conmemorativa al bicentenario de la patria mexicana, un paseo didáctico por todos los avatares de la patria. De todo me quedo con el mensaje de esperanza ante la ola de violencia que azota al querido México: "La violencia la vencerá una profunda revolución cultural, que haga del estado de derecho la prioridad de los gobernados y una exigencia a los que gobiernan". Felicidades. Un fuerte abrazo, amigo.

Alejandro Monzón dijo...

Muchas gracias querido amigo

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