Una
perspectiva mexicana
A
la gloriosa Guardia Nacional del siglo XIX
Escuela
de Unidad Nacional y defensora de la
Patria, en todas las guerras nacionales de México
A
los combatientes veracruzanos el 30 de Abril de 1863 en Camarón
Águila liberal y
republicana
El Andar
La
batalla de Camarón, donde una compañía de la Legión Extranjera,
enfrenta tropas mexicanas, en su casi totalidad, integradas por soldados de la Guardia Nacional
de Veracruz, el 30 de Abril de 1863, como efecto de la intervención francesa en
México.
Este
hecho de guerra, es un crisol donde se funde verdad y leyenda ¿Dónde inicia uno
y termina el otro? Es incierto, pero intentaremos andar, siguiendo la ruta,
como si desbrozáramos maleza machete en mano, porque la luz que queda, satisfecha nuestra curiosidad,
no puede ofender a los héroes; antes bien, los sitúa en su azarosa condición
humana, donde los que toman decisiones son hombres y los que caen son héroes,
que señalan el camino.
La
leyenda dice, que sesenta y dos soldados y tres oficiales de la de la Legión Extranjera,
lucharon en contra dos mil mexicanos
(1), en una edificación abandonada, que había sido conocida como
Hacienda de La Trinidad;
en el poblado, conocido actualmente como Camarón de Tejeda, en Veracruz. El
oficio de investigar es ingrato por cauto, busca documentos, testimonios, datos
que corroborar, para establecer las
cantidades de cualquier género, mas de
combatientes y José de Paula Milán, que no sabía, que necesidad y momento, habría de fraguar un
mito, reporta a sus superiores, la cifra
de soldados que tenía a su mando, 650 infantes y 200 caballos (2). Me llama la
atención esa forma casi coloquial, de referir el total de soldados.
¿A
que se refería? ¿A ocho cientos
cincuenta la suma de todos? o bien ¿Que de los 650, doscientos estaban a
caballo? Entonces serían cuatrocientos cincuenta soldados de infantería y
doscientos de caballería ¿O una cifra entre los 850 del principio y los 650 del
final? Concedamos por este momento: 850. Eran muchos, contra una fracción de
tropa ¿Si? ¿O mas bien muy pocos? porque en su mayoría estaban armados, con
democráticas lanzas y rudos machetes,
pocos llevaban armas de fuego, mas pocos, dotaciones completas y todavía menos, eran soldados
profesionales. El valor sin embargo, escurría en ambos bandos.
Quince
años después de los hechos, uno de los sobrevivientes franceses, el inteligente
cabo Maine hace memoria de los eventos, casi a regañadientes, a Lucien-Louis
Lande, quien publicaría primero en la
Revue des deux mondes del 15 julio de 1878 su “La Hacienda de Camarón”
integrado ocho años más tarde al libro Souvenirs d'un soldat (3). No objetamos
lo dicho por Maine, él presentó la historia, con los eventos que vio y los
datos que le dijeron mientras fue prisionero de guerra. A los 48 años de edad,
Maine, no era lo que se puede llamar un viejo chocho, al contrario, su mente se
posa sobre la historia con lucidez y claridad, como Bernal Díaz del Castillo,
este cabo lo recuerda todo, pertenece a la estirpe de soldados memoriosos, como
sus entonces enemigos Porfirio Díaz y el mayor Sebastian I Campos. Es Lande
quién chorrea tinta, cosa mala. Pero ya nos habremos de ver con las cifras
repetidas tantas veces, unos pasos adelante.
El
Coronel Pierre Joseph Jeanningros, soldado de línea a los 18 años, por su
propia sangre, ya es coronel a los 41 en
1863 y está al mando del Regimiento Extranjero en Veracruz, a donde había arribado a la región de las Montañas y
Sotavento, apenas un mes antes. Su camino al coronelato no debió ser en un
escritorio, sino en duras campañas enfrentando al enemigo; sólo así, un simple
soldado raso, sin vestir el Grand Uniforme de Saint Cyr, al morir, el 30 de
abril de 1902 con 82 años, lo hace siendo General de División, con cuatro
citaciones en la Legión
de Honor y siete condecoraciones en su guerrera (4).
Él,
que había enviado ese fatídico día, a la tercera compañía del Primer Regimiento
Extranjero, a labrarse con sangre, la condición de héroes franceses, muere exactamente
39 años después de aquella carnicería ¿Recordaría el general ese día, casi
cuarenta años antes, vestida la
sofocante primavera veracruzana en aquel Paris, aun frío? No lo sabemos, pero
en su vida, debió importar ciertamente, pues es una de las piezas de la
leyenda, al arribar a Camarón el día dos de mayo, después de una furiosa
cabalgata nocturna, en busca de sus hombres.
Quizá,
en aquel último día parisino vino a su
mente, el motivo de la carnicería de sus soldados, después de recibir información, sobre un probable ataque
en contra del convoy, que desde el
puerto de Veracruz, transportaba material de guerra, bastimento y de
tres millones de francos en oro, destinados al sitio y bombardeo de Puebla. Tal
vez estaría ante sus ojos de moribundo, su arribo a la hacienda quemada el día 2 de
mayo, el surgimiento de una figura espectral, por las manchas de sangre y polvo
que lo cubría y casi loco, el tambor de la extinta 3ª compañía, da inicio a la primera vez que
el relato de lo ocurrido ahí fue dicho;
esa vez ante la fosa común, donde yacían legionarios, improvisada por ordenes
del coronel Milán y que los dejaría en estas tierras para siempre, a vencidos y
vencedores unidos en la muerte. Una presencia que debió llamar a su agonía en
ese día de su aniversario. No lo sabemos de cierto, pero si no fue así, es la
forma en que quisiéramos dejarlo en este relato.
Coronel Pierre Joseph Jeanningros
El
coronel Jeanningros, conforme al rol de servicio por él establecido, decidió
enviar a la 3ª Compañía, aunque ésta se encontraba diezmada por la fiebre
amarilla, pues de cien soldados, solo sesenta y dos se encontraban aptos; incluso su comandante,
había caído presa del vomito negro, la llamada plaga americana. Una enfermedad
viral aguda e infecciosa, causada por un virus, que pertenece a la familia de
las Flaviviridae y trasmitida por un persistente mosquito (5), que ya en 1802
en Haití, había diezmado al Ejercito Francés (6). Causa que dejó al mando
provisional de la 3ª compañía al Capitán
Danjou, con la misión de proteger
la marcha del convoy, en las últimas horas del 29 de abril de 1863.
El
Capitán Danjou, pertenecía a una familia de tradición comercial y artesanal,
nace el 15 de abril de 1828 en Chalabre,
como el cuarto hijo de una familia con ocho infantes. Después de sus estudios
básicos, trabajó desde la edad de quince años en la fábrica de bonetería de su
padre. Se dice que su vocación militar, surge por la visión del Grand Uniforme
de la Escuela Militar
de Saint Cyr, usado en una ocasión, por
un obrero veterano de la fábrica de su padre. En 1847 a la edad de 19 años,
ingresa a Saint Cyr (7); alma mater de
casi toda la oficialidad francesa, desde que fue creada por la ley del 11 de
floreal del año X (que corresponde al 1 de mayo de 1802), por orden del Primer
Cónsul Napoleón Bonaparte (8).
Perteneció
el Capitán a la Promoción
N°31 de 1847
a 1849, llamada como es tradición permanente desde 1835,
con un nombre que realce o signifique algo importante, en el caso de la
promoción del buen capitán, como de la République (9). Él, que fue mandado a México a
combatir republicanos y extinguir una República ¿Su vena romántica no le
removería viejas ideas? tal vez él mismo no fue republicano o simplemente pesó
más el cumplimiento del deber militar. La bravura sin embargo, fluía fuerte en la sangre de este excepcional
oficial, que perdería su mano izquierda, debido a la explosión de su rifle,
razón por la cual, usaba una prótesis de madera, bella y técnicamente
articulada, como recuerdo permanente de la expedición topográfica a Argelia;
donde la utilización del teodolito, era tan común, como las armas de cargo,
para aquellos soldados geográficos (10). Esto sucedía el 1 de mayo de 1853,
faltándole horas para cumplir prótesis de por medio, los diez años, hasta que
la bala de un soldado republicano, dejo herido de muerte, literalmente el
corazón de este notable oficial.
Batallón
de la École spéciale militaire de Saint-Cyr (11),
luciendo
el Gand Uniforme, 14 de julio Día
Nacional de Francia (12)
El
7 de febrero de 1863 los dos primeros batallones de la Legión Extranjera se embarcaron en Orán con destino a México y
poco a poco se fueron uniendo la totalidad del regimiento (13). Dos días
después, el 2º batallón y el capitán Danjou se embarcan en el buque Wagram, en
la rada de Mers El Kébir (14) con rumbo a Veracruz, en donde desembarcaran el
25 de marzo. Los recibió un puerto malsano, de calles lodosas, al borde de todo
colapso y que sin embargo, es el puerto
donde se funda el México del mestizaje, el que somos.
Los
legionarios que arribaron a Camarón de ese viejo puerto, eran curtidos
veteranos de las campañas de Europa y Argelia; en esta última, lucharon
contra partidas de combatientes,
que en respuesta a la violencia imperialista francesa, no daban, ni pedían
cuartel. Experiencia que debió pesar mucho durante el combate, cuando
observaron la falta de uniformidad de la caballería mexicana. Los habrán
imaginado carentes de orden y mandos, de poco fiar sus palabras. Aspecto que observó el Coronel Francisco de
Paula Milán, cuando informó sobre los hechos, al señalar que el enfrentamiento
fue sostenido por nuestros contrarios, por un valor infundado en la creencia
que éramos guerrillas y no les perdonaríamos la vida (15). En la época de los
hechos, el racismo y la desconfianza, no eran extrañas en el ejército francés,
algo que recordaría Porfirio Díaz en sus Memorias de Campaña, recuerda como
utilizó el complejo de superioridad, como buen psicólogo natural que era, para
engañar al enemigo. En su forma más oscura,
el desprecio que algunos invasores tenían por los habitantes del país, se
refleja claramente, en las actividades contrainsurgentes de personajes
tristemente celebres por su brutalidad, como el Coronel Charles Dupine, cuyas
tácticas incluían arrasar pueblos, un auténtico criminal de guerra, de quien se
ha dicho, que no solo fue asesino, sino también ladrón (16). Por eso, al verse
rodeados los legionarios, pelearon hasta la muerte, creían iban a ser masacrados por las tropas
de Veracruz, compuestas por campesinos y rancheros en su mayoría, como
respuesta a lo que venían haciendo ciertos invasores, con los combatientes
mexicanos, que caían en sus manos.
La
tropa de la Legión,
aunque valiente, era constantemente mandada a tareas menores y muy ingratas,
para aquellos ávidos de glorias militares; tal como la protección de vías de
comunicación, para el traslado de provisiones del Ejército Francés en el
oriente de México, región infestada de enfermedades tropicales. Estos servicios
le fueron encomendados, debido a la mala reputación de los legionarios de
entonces, en el ejército francés, seguramente intensificada por la xenofobia.
El General François Achille Bazaine, casi un año después de los hechos de
Camarón, en minuta de Comunicación al Ministro de la Guerra de Francia del 27 de
Abril de 1864: “En la
Legión Extranjera hay algunos desertores. He duplicado la
prima concedida a quien los arreste y haré fusilar a algunos de ellos. Es muy
evidente que hay un buen número de alistados en este cuerpo que han tomado este
partido para hacer el viaje gratis; pero esto costará caro a los que sean
aprehendidos” (17). La idea que se tenía entonces, era que la mayoría de los
legionarios no eran franceses, con la excepción de sus oficiales; algo que
siguiendo el relato del cabo Maine, se descubre, por lo menos, en el caso de la
3ª compañía, no era exacto. Sin embargo, aun el general Élie-Frédéric Forey,
estaba en el error y lo sabemos, pues en su carácter de cuasi Virrey, en misiva
al Ministro de Guerra Francés, escribiría de la región malsana y los soldados que
habría de usar, para la insalubre tarea: “Tuve que dejar extranjeros en vez de
franceses en un lugar, donde había mas enfermedad que gloria a conquistar” (18)
¡Cuan equivocado estaba el general golpista, socio de Napoleón Le Petit,
pues con sangre, se bautizarían franceses, en tierra, esta si extranjera, aquel
puñado de valientes!
Eran
valientes y desesperados en el combate. La Legión, fue creada para los que buscaban morir,
luchando en contra de los más terribles guerreros, como aquellos de África, irregulares
en su visión de la lucha e incapaces de perdonar la presencia de invasores en
sus tierras. Por eso José Millán-Astray, al fundar el Tercio Extranjero, la
actual Legión española, tomó prestado ese espíritu de cuerpo y en el punto uno
de su credo del legionario, escribe el general lisiado: El Espíritu del
legionario: Es único y sin igual, de ciega y feroz acometividad, que busca
siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta. ¡Sabemos
que los cuatro sobrevivientes, que quedaban con el subteniente Maudet en la Hacienda de la Trinidad, sin ponerse a
pensar en su jefe que yacía herido, casi en automático, cargaron a bayoneta al
final de la lucha!
El contexto
Este
combate ocurre como consecuencia del segundo sitio y bombardeo de Puebla,
después del segundo gran desembarco de tropas francesas, que alcanzaría a cerca
de veintiséis mil hombres, veinte mil de los cuales sitiaban Puebla, desde el
16 de marzo 1863, según refiere Porfirio Díaz en sus memorias. Tal presencia de
invasores debió dislocar la vida social y política de Veracruz. Se sabe por el
parte de guerra del Coronel Milán que para el día 12 de abril, él en su
carácter de Gobernador del estado despachaba en Jalapa, de donde sale, al
enterarse que un convoy con piezas de artillería, municiones y dinero, iba a
ser conducido desde el Puerto, hacia la sitiada ciudad de Puebla.
El
sitio de Puebla era la obsesión del
gobierno de la República,
no dejar que cayera la ciudad invicta en manos francesas, para con ello evitar
a toda costa, la entrada de tropas extranjeras a la capital de la república,
como en 1847. La vergüenza, recordada
bien por la generación liberal de la
tragedia del 47, que vio la bandera de las barras y estrellas ondeando en el
Palacio Nacional. El país exhausto y dividido, cortada la mitad de la patria,
no supusieron que replegarse sobre el mal país y las serranías abruptas, sería
la formula que acabaría desgastando al enemigo. Pero en mayo 1863, después de
sesenta y dos días de sitio acabaría por tomar la ciudad y abrirse camino hacia
el valle del Anahuac, tomado prisionero casi la totalidad del Ejercito
Republicano. Por eso salio Francisco de Paula Milán desde Jalapa, a detener el
convoy de recursos para los enemigos. Como gobernador de tiempo de guerra, se
acompaño de toda la tropa que pudo reunir y esto fue, soldados voluntarios de la Guardia Nacional,
mal armados y con poca experiencia, pero bravos y buenos. Como los soldados de
todos nuestros conflictos internos, no se puede hacer porcelana de Sèvres, con
el barro de Tlaquepaque (19), en efecto, pero se pueden hacer unos jarritos que
sirven para lo mismo, beber agua. Sus soldados pelearían sin descanso ese día,
el barro mexicano contra toda esperanza, acabaría imponiéndose, en ese día 30
de abril y al final, en el conflicto todo. Hay personas que creen que fue una
victoria táctica mexicana, pero estratégica francesa. La estrategia total fue
ver partir a los franceses imperialistas, como inquilinos morosos, el que ríe
al último, ríe mejor. El triunfo de nuestra república sin embargo, sería la primera página, con que se escribiría la
victoria final de la república francesa. Las dos repúblicas eran aliadas y
algunos de los mejores hombres de Francia así lo afirmaban (20).
Los hechos
Por lo señalado en el documento francés, que
recita la Legión
Extranjera cada año en la ceremonia de Camerone, los
legionarios partieron a la una de la mañana del 30 de abril de 1863, de un
predio en donde se encontraba el campamento francés, debido a la existencia de
un manantial, con agua de excelente calidad a las faldas del cerro del
Chiquihuite, en donde también, a cierta
altura, en las primeras pendientes de la cadena, había un puesto de observación
(21).
El
INEGI (22) ubica un predio denominado “chiquihuite”, a los 96º 45’ 09” de longitud norte y los 18º
55’ 54” de latitud oeste, sobre los
514 metros
sobre el nivel del mar, e las faldas de cerro, e una cresta de los cuales, a
los 722 metros
sobre el nivel del mar, pudo haberse encontrado el mirador que poseía un
catalejo, establecido por el coronel Jeanningros, para tener una panorámica de
la parte baja del valle hacia Paso del Macho, Atoyac, Camarón y Soledad de
Doblado. Toda esa serranía es un sitio estratégico que debía controlarse, desde "1812 se funda el Centro Insurgente
en el Cerro del Chiquihuite bajo el mando del mulato Mariano Mota"
(23). Es una área boscosa, llena de arroyos, donde se podían
ocultar guerrilleros y vía natural entre la región de Córdoba y Paso del Macho,
por donde se tendió primero un camino y posteriormente el ferrocarril. Era y es, el camino hacia el puerto, bajando
las tierras templadas a la llanura ardiente, construida para la caña de azúcar,
derribados los árboles, como los vieron el pueblo del hule, los olmecas.
Cuando
iniciaron la marcha sobre el camino que cruzaba la densa selva baja
caducifolia, que “se caracteriza por su marcada estacionalidad que le da un
aspecto muy distinto en época de lluvias y en época seca. La época de lluvias
dura más o menos 3 ó 4 meses; durante este tiempo los árboles permanecen
cubiertos de hojas y es la época de reproducción de muchas especies de plantas
y animales. En contraste, la época seca dura hasta ocho meses, y durante ella,
entre el 25 y el 90% de los árboles pierden sus hojas y muchos florecen, producen
frutos y semillas” (…) “La vegetación que crece en las selvas bajas es muy
densa y los árboles tienen alturas de máximo 15 m. En las zonas más secas
es común la presencia de cactáceas columnares y candelabriformes. Algunas
especies y géneros representativos de plantas son (…)"palo verde",
Ceiba, Yucca. Las selvas bajas son ricas en especies endémicas (…) Además,
muchas especies domesticadas de plantas, como el maíz y el frijol tienen sus
hábitats ancestrales en estas selvas.”
(24) El cabo Maine la describe así: “Por encima de los arbustos, altas
matas de hierba se levantan. Ellos estaban conectados por lianas que caían en
guirnaldas, con magnolias, árboles de caucho, marañones y los demás arbustos
extraños. Todas las esencias preciosas de una naturaleza privilegiada.”
El
aire como salido del menguante fogón tibio, esa madrugada antes de salir, ardía leña y reverberaba carbón, mientras
tomaban café, su único alimento antes de la inmortalidad. El aire era espeso se
pegaba a la cara, con sueño, marchando en la oscuridad, bajo ese cielo
vaporoso, con estrellas sobre el borde de las serranías. Alguno pensaría en el
extraño país, que su lejano emperador quería conquistar, lleno de palmas
crujientes por el calor que agobia, mientras la cumbre nevada, se yergue
insolente y lejana. Bajando encontraron una suave llovizna sobre el cerro,
haciendo mas pesado el calor, era el inicio de la temporada de lluvias y
huracanes. Imagino la marcha sobre el camino destruido por la guerra y las
lluvias torrenciales de años anteriores, se orientarían por la luna en cuarto
creciente (25) a partir del día 25, el 29 aun le faltaban cinco días para ser
luna llena, que ocurriría el día 3 de mayo, una noche después del arribo del
coronel Jeanningros a Camarón; las estrellas debieron también ayudar y quizá
también se ayudaron por alguna linterna de keroseno, con un vidrio rojo, para
difuminar su haz a la distancia, evitando ser detectados.
La
temperatura ambiente también era un factor importante en la campaña y en toda
la campaña “En relación al clima cálido, éste se subdivide en cálido húmedo y
cálido subhúmedo. El primero de ellos ocupa el 4.7% del territorio nacional y
se caracteriza por tener una temperatura media anual entre 22° y 26°C y precipitaciones de 2,000 a 4,000 mm anuales. Por desgracia no estaba en el mes promedio,
que no existe, sino en el real que mata lentamente de extenuación.
Verían
las sábanas que “encuentran su distribución en los climas de tipo cálido y es
propia de suelos inestables (que cambian fácilmente sus características después
de un disturbio como la quema de vegetación) y muy fangosos durante las
lluvias.
“Esta
vegetación se puede reconocer por ser extensos campos de pastos muy resistentes
y dispuestos en manchones Los árboles se encuentran dispersos y alcanzan hasta 5 m de altura, frecuentemente
sus troncos son muy retorcidos, de colores claros y las hojas son un poco
duras; muchos de estos árboles son perennes. Pueden encontrarse también algunas
bromelias y orquídeas. Algunas de las especies comunes de esta vegetación son
el jícaro, el tachicón, el nanche o la palma, pudiendo encontrarse también el
encino.
Las
sabanas son continuamente afectadas por el fuego, ya que se propicia la quema
de vegetación, pues con ello se induce el brote de pastos tiernos los cuales
son bien aceptados por el ganado (27).
De
la sierra a los llanos bajaron, el coronel Milán, en su parte de guerra a
Ignacio Comonfort, dice que "encontramos una fuerza francesa que bajaba
del Chiquihuite". Dicha fuerza había avanzado a Paso del Macho, que estaba
ocupado por una compañía de granaderos, a las dos y media de la mañana, en
donde el Capitán Danjou y capitán Saussier comandante del destacamento,
intercambian rápidamente formalidades, siguiendo su andar, hasta un sitio
denominado Palo Verde, un claro entre la
selva baja; la cual se encontraba muy tupida, en 1863. Ese predio esta ubicado
hacia el este, distante unos tres
kilómetros y medio (28), de la Hacienda de la Trinidad, que había sido
una hacienda cañera y funcionado como Hostal, hasta que fue quemada durante el
conflicto y terminaría por ser el sitio del ataque de las fuerzas republicanas
y la resistencia de los legionarios.
Puente de Paso del Macho, por donde
los legionarios*
A
las seis de la mañana llegaron al pueblo de Camarón, amanecía y habían pasado
los restos de la hacienda, media hora después. Entre el caserío de de rústicos
emplazamientos de palma y la hacienda en 1863, habrán existido en esa época
unos 500 metros
de distancia. El capitán disminuyo la marcha,
ordenando se dividieran las dos secciones de la compañía, para pasar la
hacienda a norte y sur de la misma, en la cual destaco a una escuadra para
batir el interior de la misma lo mejor posible. Amaneció, como lo hace en los
meses de abril unos minutos antes de las seis, Vieron como los tonos grises,
azules oscuros y verdes, se entretejían con naranjas y rojos de los arreboles,
para acabar con cielo azul claro y
prístino, sin atisbo de nubes. Estaban
en el borde de la estación seca, antes de la temporada de huracanes del golfo,
que aparece a mediados de mayo y que pronto llamaría, pero el sol entonces se
anunciaba fuerte, pesado, no quería dar tregua y no la dio, a lo largo de ese
día.
Cuando llegaron al predio de Palo Verde ya eran las
siete, estarían cansados, sedientos y con hambre. La distancia que los separaba
de Chiquihuite a Palo Verde son veinte kilómetros, si la ubicación del
campamento del Coronel Jeanningros, era la señalada y Palo Verde (29) es el
actual sitio, ubicado al Este de la
Hacienda de la
Trinidad, en los 96° 34’ 56’’ de longitud Oeste y los 19° 01’ 11’’ de latitud Norte, a los 300 metros sobre el
nivel del mar. Si habían salido a la una
y llegado a su destino a las siete de la mañana, son 6 horas de viaje,
avanzaron en promedio a 3.3
kilómetros por hora,
55.5 metros
por minuto, poco menos de un metro por segundo; cargados como estaban con la
mochila, el arma, dotaciones, manteniendo rítmicamente la cadencia de avance,
tuvieron que hacerlo a una cadencia de paso
ligero, 175 pasos por minuto, por el espacio en que eso era posible. Se
detuvieron en Paso del Macho unos instantes y siguieron. En su mente
reverberarían las viejas canciones, con que los suboficiales les enseñaron a
los extranjeros el francés y a mantener el paso. Lo hicieron bien, con
persuasión la más de las veces, a gritos las otras y con medios más directos,
cuando no lo lograban. Ellos por lo que sabemos, lograron llegar al sitio de su
encuentro con la inmortalidad.
En
De Re Militari, atribuido a Publius Flavius Vegetius Renatus, ya los
romanos sabían la importancia de “una constante práctica de marchar, rápida y
conjuntamente. Nada es de mayor consecuencia, tanto sobre la marcha como en la
formación, para que la tropa pueda
mantenerse en sus filas con la mayor exactitud. Para las tropas que marchan de
forma irregular y desordenada, existe siempre el gran peligro de ser
derrotadas. Ellas deben marchar con el paso militar común de veinte millas en
cinco horas de verano y con el paso completo, el cual es más rápido, de
veinticuatro millas en la misma cantidad de horas. Si exceden este paso, ellos
no marchan, sino corren y no se les podrá asignar un intervalo.” (30) Esa constancia en el marchar aparecería en la frase del general Jacques
Duchesne, en la segunda guerra Franco-Hova, por el dominio de Madagascar
(31), lema no oficial de la Legión “Marche ou creve”
(32); Marcha o Muere, marcharon pues, por 21600 segundos a casi un metro por
segundo.
Maine:
“Nosotros habíamos marchado más de seis horas. Era pleno día. El sol, lanzaba
todo su esplendor, nos prometía un día caluroso. Se hace un alto. Los
observadores se colocan alrededor del claro, en previsión de una sorpresa. Las
mulas son descargadas y el cabo Magnin, se dirige a la fuente, con una
escuadra. Un gran cobertizo de tablones, con techo de paja se construyó, bajo
un grupo de árboles al abrigo del sol. Mientras que algunos hombres cortan
madera, otros preparan café y algunos se extienden para dormir. Una hora no había transcurrido, el agua
estaba hirviendo en los tazones y uno iba a poner café en ellas, cuando del
lado del camino de Camarón que habíamos dejado, dos o tres centinelas señalan
algo que anormal.
El
polvo se elevó en el cielo en grandes remolinos. A esta distancia y bajo los
rayos cegadores del sol, no era fácil distinguir más. Sin embargo, no habíamos
encontrado persona por el camino. Y si cualquier movimiento de tropas hubiera
ocurrido a nuestras espaldas, lo habríamos
advertido. Todo eso era un buen augurio.
El
capitán tomó su catalejo ¡A las armas el enemigo! - Gritó de repente. Y, en
efecto, avistados con el telescopio, con que se podía ver muy bien, eran
jinetes, vestidos con el sombrero nacional de ala ancha. Tenían, según la
costumbre, ubicado su saco en la parte delantera de la silla de montar y
estaban por lo tanto, en mangas de camisa.
Con
el primer grito de alarma, le damos una
patada a los tazones. Recordamos a la
escuadra de la fuente con gran prisa. Se recarga a los animales. En
menos de cinco minutos, todos estábamos bajo el mando de las armas. Mientras
tanto, los mexicanos habían desaparecido. Obviamente, se preparó una emboscada a nuestras espaldas. Lo
mejor era, en este caso, volver sobre nuestros pasos y mirar, ver más de cerca al enemigo que nos ocupa.
Salimos
de Palo Verde en columna, precedidos por una escuadra de fusileros. Pero entonces,
en lugar de seguir el camino, el capitán ordena a la compañía tomar a la
derecha y entrar en los matorrales. Teníamos la doble ventaja de ocultar
nuestros movimientos y aprovechar la ocasión, para rechazar más fácilmente los
ataques de la caballería liberal.”
Quizá
la idea del capitán Danjou al descubrir la polvareda, era que se trataba de una
partida de guerrilleros o bandidos, por eso se mueve del sitio de Palo Verde al
camino, que estaba unos cientos de metros al norte del campamento, trata de no
ser detectado o emboscado e intentar por el contrario, evitar al enemigo y si
se podía, emboscarlo y ordena ingresar a la selva, que se extendía al norte del
camino hasta el río Jamapa, tupida y seca; tan densa era, que en partes de la
misma, se abrieron camino entre ella, usando los sables bayoneta. En ese tiempo
los matorrales tienen una coloración parda, especialmente los que mudan
follaje. Los legionarios vestían el
uniforme de verano, una pequeña chaqueta azul, pantalones de lino blancos y
para protegerse del sol, el enorme sombrero del país en palma de latania (33),
duro y fuerte, que habían sido surtidos,
por los almacenes militares (Maine).Vestuario no muy mimético en el matorral
caducifolio.
Legionarios, uniformidad
intervención
francesa en México**
A
cierta distancia tal vez 30 minutos después de ingresar, observaron a lo lejos
el río que corría entre dos paredes, el capitán poseía un mapa de la región muy
detallado, hecho a mano por el Estado Mayor francés, sabe que adelante estará
entre la espada y la pared y decide regresar al camino, llega a unos 300 al
oeste de la Hacienda,
donde es disparado un rifle de ahí mismo o un lugar cercano, siendo herido un
legionario en la cadera; entran a revisar el sitio, pero sin parapetarse aun en
el mismo, sino saliendo rumbo a Paso del Macho,
avanzando a lo que parece apenas, unos cientos de metros; cuando ordena
formar un cuadro, pues observa que la tropa atacante son soldados y no
guerrilleros o bandoleros, pues aunque vestían con el atuendo del vaquero,
pantalón de manta, sobre puesta chaparreras de cuero, camisa sin cuello de
manta, con chaquetín de cuero y sombrero de palma, de ala ancha, la tropa
llevaba bandera y guión, seguramente escucharon las ordenes dadas con corneta.
Maine señala que la intención era llegar a la selva que se encontraba a unos 500 metros, para llegar
a Paso del Macho, enfatiza ¡Todo el asunto era llegar hasta allí!, Le tout
était d’y arriver! pero una partida de caballería mexicana ya bloqueaba el
camino hacia el bosque.
En
esos primeros dos enfrentamientos, quien ataco fue apenas una fracción de
tropa, por Sebastian I. Campos, entonces mayor y participante de la batalla,
sabemos que era dos secciones de Caballería (34), la mayoría soldados
voluntarios de la
Guardia Nacional de Veracruz, pobremente armados. Menciona
que los jinetes mexicanos, disparan una andanada con sus armas, pero estas son
carabinas de corto alcance y viejo diseño, momentos antes de arremeter, el
documento francés señala, mientras se bate en retirada, rechaza victoriosamente
varias cargas de caballería. No se esta victorioso cuando se bate en retirada,
no lo sabían, ni lo pudieron suponer, pero era el inicio de la derrota.
Resisten
bien esa primera confrontación los hombres de La Legión, aunque vale decir
que por su armamento, las dotaciones
completas que cada soldado poseía y el entrenamiento a lo largo de años;
refrendado en las guerras europeas y la campaña de Argelia, la ventaja táctica,
era claramente de los legionarios. Podemos decir además, que en ese momento, la
cantidad de hombres estaba a la par: una compañía de infantería de los franceses y dos secciones de
caballería de los mexicanos. Con todo, la fuerza mexicana en sus dos
arremetidas los obliga a retroceder, para buscar refugio en los muros de la
hacienda mientras los rodean, en tanto el restante contingente mexicano, se
ordena que arribara desde la Joya,
que es un predio a seis kilómetros al norte de Camarón y donde el coronel Milán
tenía su campamento. Pero tardara aun varias horas en lograrlo.
El
record mundial de velocidad para el galope de un caballo llega a 88 kms./hr.
(35), aunque quizá en los casos más comunes de caballos árabes es de 70
kms./hr., pero supongo que no era el caso en Camarón, dice el cabo Maine que
“el tamaño de sus caballos, poco elevados la mayor parte, pero de una fuerza
notable y maravillosamente preparados”; entonces los animales usados eran
caballos mesteños de poca alzada y digamos sin ser expertos, pero jugando como
las cifras, que la máxima velocidad de esos caballos sea 30 kms/h. Si es cierto
que 62 hombres mataron a 300 de un total de 2000 quiere decir, que por cada 12
disparos se tuvo una muerte. Entonces imagine usted a seiscientos jinetes
lanzándose a 30 kms/h, recorrerán 500 metros en un minuto, rango que también es
el máximo aproximado del fusil Minié, el ritmo de recarga de esta arma es de
2-3 por minuto, en personal poco entrenado, pero concedamos que pudieron
recargar 6 veces en un minuto; en la primera andanada tuvieron que caer 5
jinetes en los primeros 100
metros y 25 mas en los restantes 400. Pero sabemos que no
tuvieron que disparar a 500
metros de distancia, otra vez el cabo Maine “A paso
lento descendieron la colina, se separaron en dos columnas con el fin de
rodearnos y alcanzando unos 60
metros, cuando cargo sobre nosotros con grandes
gritos. Para llegar en esa distancia de
los legionarios, un caballito de esos, habría necesitado apenas poco menos de 8
segundos, pero digamos que eran caballos flojos y tropicales y que por mucho
que corrieran, apenas llegaban a 15 kms./hr., entonces habrían llegado a esa distancia
en algo así como 15 segundos y a la mitad de la segunda recarga de los
legionarios. Si se formaron de 14
hombres por lado; pero si lo hicieron por 7, hubieran podido recargar 5 veces,
disparando algo así como 140 balas en esas cinco recargas. Con todo eso, apenas
habrían matado a 11.6 mexicanos, con el rango de un acierto cada 12 disparos,
pero seamos generosos y regalemos ese .40 de mexicano que faltaba para
redondear la cifra ¡Aun así permanecerían vivos y coleando 588 mexicanos!
Sencillamente no hay como sostener, que una carga de 600 jinetes pudo ser
detenida por 62 hombres, uno de los cuales ya sabemos estaba herido.
Digamos
que un hombre puede caber en un metro cuadrado. Si se formaron de siete
legionarios por lado, con un legionario recargando, mientras otro disparaba,
apenas ocupaban 49
metros cuadrados. Una parte de los cuales no estaba
totalmente ocupada. Si lo hicieron de 14 por lado, tomando en cuenta que el
relato del cabo Maine señala que el capitán Danjou, se quedo en el centro
tratando de controlar a las mulas, fueron 196 metros cuadrados;
apenas la cantidad de metros cuadrados de un lote urbano. Ahora bien ¿Cuanto
espacio ocupa un caballo? Aproximadamente 2 metros cuadrados,
si como dicen se encontraban ese día presente 600 caballos, esto es 1200 metros cuadrados.
Es decir, que por cada metro cuadrado ocupado por la formación, había 6 metros cuadrados
ocupados por la caballería mexicana, pero donde las cifras se disparan, es
cuando se observa la formación de 7 legionarios por lado, pues por cada metro
ocupado por la Legión,
hubiera habido 24 metros
ocupados por la caballería mexicana. Todo lo anterior expuesto, colocando a
monturas y jinetes apeados hipotéticamente, uno junto al otro. Como
gráficamente se expresa en el recuadro.
Comparativa
del espacio entre espacio ocupado
por las fuerzas beligerantes en Camarón
Cuando
se escucha o lee que había 2000 soldados
mexicanos, de los cuales, 600 eran de caballería, inmediatamente se imagina que el primer ataque de
caballería, fue algo así, como la carga de la brigada ligera. 600 jinetes
cargando contra 60 legionarios, estos por su buena puntería y organización,
resisten en una formación de cuadro.
Imagínese una carga de 600 caballos, es decir 2400 patas al galope, que por muy
esmirriados que estuvieran los pencos, su sola marcha habría sido un
espectáculo impresionante, un caballo de mas o menos 1´57m tiene que tener un
peso aproximando de 450kg, pero digamos, que como ya dijo el cabo Maine eran
poco elevados, tal vez de unos 400 kilos solamente, esto es 240,000 kilogramos
de carne, solo los caballos, contra unos 2400 kilos de ser humano, si los
legionarios pesaban un promedio de 70 kilos cada uno ¿Pero ubicado en el sitio
a donde ese esfuerzo se dirigía en ataque? La cosa sencillamente habría sido terrorífica y que en el peor de
los casos, como dijimos antes, nada mas hubieran logrado neutralizar a 12,
según el rango de aciertos señalado. Pero concedamos, que mataron al doble, al
triple, que mataron en esa carga, a los trescientos mexicanos que se ha dicho
hicieron, quedarían 300 furiosos mexicanos aun; que hubieran llegado a la
retícula, como los guerreros lakota,
cheyenne y arapaho (36) atacando a
Custer en la colina Last Stand, durante
la batalla de Little Big Horn, todos estarían arrasados en las primeras horas de la mañana. En
la hipótesis planteada para la primera parte
de la batalla, donde se dice, se causo al ejército republicano sus primeras
bajas severas, en las dos cargas de caballería, hay cosas que mientras mas se
piensan, mas dudas vuelven a surgir. Sencillamente las cifras no cuadran.
A
lo que parece sucedió, es que un grupo de jinetes mexicanos, que era apenas una
fracción menor de tropa y no los 600 jinetes que aseguran algunos autores tenía
Milán, ni los 200 que informa este último a Comonfort, como la suma de todas
las fuerzas de caballería a su mando, vienen a galope por el camino de La Joya; que se encuentra al
noreste y que aun se distingue en las fotografías aéreas el camino y el predio.
“Una hora no había transcurrido, el agua estaba hirviendo en los tazones y uno
iba a poner café en ellas, cuando del lado del camino de Camarón que habíamos
dejado, dos o tres centinelas señalan algo
anormal. (…) El polvo se elevó en el cielo en grandes remolinos”.
(Maine)
Es
lógico que en época de secas la tropa montada levantara una polvareda, no sólo
eso, en un mundo no hollado por el ruido electro-mecánico actual, ese galope,
habría sido claramente detectado. Los legionarios parten del predio de Palo
Verde, en una de las versiones graficas conocidas, la de Geoffrey Skelton The
French in Mexico, 1862-67 (37) al hablar de la batalla presenta un mapa en que
se dividen en dos secciones, una pasa por el norte de la Hacienda de la Trinidad y la otra al
sur.
En
esta presentación de los hechos, se repite simplemente que Milán tenía 800
soldados de caballería. No se dice si estaban todos en la primera y segunda
carga, pero ya señalamos, la imposibilidad de que los legionarios sobrevivieran
a una arremetida de esa magnitud. Sin embargo, es importante mirarla
atentamente para tratar de deducir, lo
que posiblemente ocurrió. Las dos secciones se juntan al oeste de la hacienda,
donde se forman en cuadro, resisten la primera carga, avanzan al campo de
nopales para ganar tiempo frente a los caballos, al salir del campo vuelve a
cargar la caballería mexicana. En esta versión se omite la carga a bayoneta
calada, que sabemos por Maine, tuvo lugar.
En
la versión de esas dos cargas, de James W. Ryan, de su libro Camerone: The
French Foreing Legion’s Greatest Battle, se ubican al noreste de la Hacienda, fuera del
camino; mientras provenientes del noroeste, de la Joya, la caballería mexicana
forma una línea que arremete por dos rumbos, como para formar una pinza; de la
línea que ataca desde el noreste un grupo se desprende o desorganizado por la
defensa de los legionarios, rápidamente se reorganiza , rodea la Hacienda y se ubica en la
retaguardia de los legionarios; mientras las fuerzas mexicanas restantes
vuelven a atacar desde el norte, ambas fuerzas son rechazadas, tal vez en dos
tiempos distintos. De las fuerzas mexicanas ubicadas al sur, unas o todas, se
reubican al este, interponiéndose entre los legionarios y la hacienda, los
legionarios cargan a bayoneta en contra de esas fuerzas rechazándolas y
finalmente ingresan a la hacienda.
Otra
vez Maine: “Nos dirigimos después al camino hacia Chiquihuite. Nosotros fuimos
divididos nuevamente en dos secciones, una a cada flanco, las mulas, el capitán
y una escuadra en el centro, además de la escuadra de retaguardia, a 100 metros de
distancia.”
“Apenas
habíamos andado algunos pasos, cuando de repente vimos, en una colina a la
derecha y detrás de nosotros, jinetes mexicanos congregados, espada en mano y
listos para cargar. Tenían sus chaquetas
de cuero sobre sus hombros y nosotros les reconocimos muy bien. El tiro del
centinela les había alertado. Con esta vista el capitán Danjou, reúne las dos
secciones y la escuadra de retaguardia, nos hace formar en cuadro, para
soportar mejor la carga. En el centro ponemos las mulas. Las dos malditas
bestias, presionadas por todos los lados y lamentando su antigua libertad,
saltaron, cocearon, que parecían un tren
del infierno. Nos vimos obligados a abrir las filas y ellas partieron a galope
tendido por la campiña, donde pronto serían capturadas.”
“El enemigo tenía la ventaja sobre nosotros,
del lugar, con el suelo, llano y desnudo. Al borde del camino, favorecían las
evoluciones de su caballería. A paso lento descendieron la colina, se separaron
en dos columnas con el fin de rodearnos y alcanzando unos 60 metros, cuando cargo
sobre nosotros con grandes gritos. El capitán dijo que no se dispara, también,
los dejamos venir sin pestañear, el dedo en el gatillo. Un instante después y
la masa como una avalancha, se dirigió sobre el cuerpo. Mas a la orden de
fuego, una terrible descarga revierte a caballos y jinetes, mete el desorden en
sus filas y los detiene en seco. Nosotros continuamos el tiroteo a discreción.
Ellos se retiraron.”
“Sin
perder tiempo, el capitán nos hace cruzar una zanja pequeña, cubierta de nopal,
formando una valla que bordeaba el camino de la izquierda y remontándose hacia Camarón. Además de este obstáculo,
debíamos detener el impulso de la segunda carga, esperábamos llegar al bosque,
que pudimos percibir al borde de 400 o 500 metros de distancia
y con su cubierta regresar a Paso del Macho sin problemas.”
“¡Todo
el asunto era llegar hasta allí! Por desgracia una partida de mexicanos, tenía ya anulado el noreste de la hacienda.
Otros estaban tratando de cruzar la cerca de cactus. Mas la mayoría de sus
caballos eran robados. Una vez más, hemos formado un cuadro y como los
atacantes disminuyeron en número, mientras cargaban otra vez con la misma
formación, sostuvimos este ataque con más resolución que la anterior. Se
retiraron de nuevo.”
Cabo Louis Philippe Maine
El
mayor Sebastian I. Campos, que también se encontraba en ese lugar y eventos, en
su recuento de la guerra, al recordar acerca de esa parte de la batalla señala: “A las seis de la mañana una
sección de exploradores compuesta de veinte hombres al mando del teniente D.
Anastacio Jiménez hermano del Comandante , abrió la marcha, siguiéndola a las
siete el resto de la fuerza, á cuyo frente iba el referido comandante y el
capitán X……, y cuando llegaron a los linderos del camino, como en éste no
apareciera alma viviente, unidos los exploradores al resto de la sección,
comenzaron á bajar dirigiéndose á la “Joya”, como estaba ordenado, Allí debería
encontrarse ya Milán con la fuerza de infantería.
Entre
ocho y nueve, una polvareda que notó a menos de una legua de distancia, hizo
suponer a Milán había anticipado su salida; pero esto no era razonablemente
admisible, pues en todo caso darían un rodeo tan innecesario como peligroso,
Jiménez continuo avanzando, si bien con
las precauciones necesarias. La caballería formó en ala, corriéndose á la
derecha del camino para cortarlo en una extensión mayor, y con las carabinas en
guardia, divisando á paso andar una fuerza de infantería enemiga, como de cien
hombres pertenecientes al 2º batallón de la “Legión Extranjera” que se dirigía
a Córdoba. Los dragones hicieron alto, rompiendo el fuego desde luego, auque á
demasiada larga distancia, siendo infructuosos sus tiros, por lo que Jiménez
ordenó el avance sin apresurarse demasiado, temeroso deque aquella no fuera
sino alguna simple descubierta. El enemigo retrocedió entonces lentamente,
haciendo fuego en retirada hasta ampararse de un caserón de mampostería, donde
se refugió” (38).
Entonces
no hubo carga de la brigada ligera, ni grandes bajas en ese momento, sino una sección de caballería, tal vez
cincuenta o sesenta jinetes atacan y hacen retroceder a los legionarios hacia
los muros de la hacienda, primero formada en ala, como dice el mayor Campos y
luego en dos columnas. La
Legión necesita resistir la carga de caballería que ataca, se
forma en un cuadro. La arremetida cobro tanta fuerza y velocidad, que para
evitar ser partidos en dos, si se
formaban en línea y proteger sus provisiones,
Danjou, aquello que ve venir de la mejor forma posible. El ataque es tan
brutal que desorganiza el cuadro, de forma que las mulas con el agua, comida y
municiones extra escapa del control del capitán, que las trata de mantener en
su mando, lo que no logra por el espanto de los animales, que escuchan el
galope de los equinos que vienen contra ellas. La carga es contenida por la
organizada fusilería, desorganizada
momentáneamente. Los legionarios también retroceden hacia una gradiente donde
se encuentra un campo de nopales, el buen ojo del capitán Danjou reconoce
rápidamente la posibilidad de ralentizar a la caballería atacante, al ingresar
a la zona plagada de cactáceas espinosas, sabe que no hay victoria en el campo
abierto, necesitan parapetarse con urgencia. La caballería mexicana se
reorganiza y vuelve a cargar nomás superan el campo de nopales y se reorganiza
una tercera vez más, para interponerse un grupo de jinetes entre el campo de
nopales y la hacienda, cuando la 3ª compañía carga a bayoneta, al pequeño grupo
que trata de cerrarle el paso, lo superan y llegan a la hacienda. La caballería
mexicana desmonta y rodea efectivamente la hacienda, ocupando incluso algunos
hombres el ala noreste de la casona.
Para
determinar la ubicación de los eventos a lo largo de la batalla y la amplitud
espacial de la misma, es conveniente observar las elevaciones del terreno, para
determinar la ruta de las dos fuerzas beligerantes; lo haremos en base a lo
dicho por un testigo presencial el cabo Maine, quien señala la entrada que
tuvieron a la selva a partir de la polvareda observada, desde la parte norte de
Palo Verde, hasta volver a salir al camino, su cruce de la hacienda y posterior
ubicación de la tropa mexicana sobre una pequeña loma, misma que revisando las
elevaciones en la fotografía aérea disponible, se encuentra al noreste, con una
atura máxima de 478
metros sobre el nivel del mar (msnm), pero muy al este y
la más óptima a 426 msnm, al centro de esa elevación natural del terreno, en la
zona de Camarón, como se observa en la siguiente gráfica:
Desagregando
las partes en que se compone esta primera parte del combate, después de
considerar las elevaciones, para encontrar las posiciones de las fuerzas
beligerantes, en especial: (a) el camino al noroeste, que cruza el río Jamapa,
proveniente de La Joya;
(b) la selva al norte de Palo Verde, hasta el arroyo, intermedio entre el
camino y el río Jamapa; (c) la “Loma”,
al noreste; (d) el pequeño barranco al
sur de la vía del tren (antiguo camino real y acceso al poblado y hacienda),
donde se ubica actualmente un cuerpo pequeño de agua represada.
Siguiendo
el horario aproximado, como se puede establecer del relato de Maine a las (1)
08:00 hrs. los vigías observan algo extraño al norte del campamento de Palo
Verde; (2) miran la polvareda y con el catalejo del capitán Danjou este llama a
las armas; (3) salen a la carretera pero entran a batir entre la selva, no
llegan al río Jamapa, regresan rumbo
Camarón; (4) por un accidente del camino, dejan de observar la polvareda
de la caballería mexicana; (5) salen de la selva a 300 metros de la
hacienda, un francotirador mexicano dispara, hiere a un legionario en la
cadera; (6) el capitán Danjou ordena dividirse en dos secciones caminando a
norte y sur del poblado, para batir los jacales y los edificios de la hacienda;
(7) las dos secciones después de batir la hacienda se reúnen a 500 metros de la casa
principal y avanzan; (8) notan a la caballería mexicana sobre una pequeña loma,
(la única elevación que existe, se encuentra al este, siguiendo el curso del
río Jamapa), esta avanza y los legionarios resisten la PRIMERA CARGA; (9)
retroceden al campo de nopales; (10) SEGUNDA CARGA; (11) la caballería mexicana
maniobra y una parte de ella se interpone entre los legionarios y la hacienda
CARGA A BAYONETA y (12) se refugian en la hacienda, que es rodeada por la
caballería mexicana, algunos soldados mexicanos capturan el ala noreste de la
casa principal de la hacienda. Pudo haber sido así:
Cuando
el cabo Maine habla de esta parte del combate, entre la primera, segunda carga
de caballería y la carga a bayoneta calada de los legionarios, deja caer un
garbanzo de a libra, al referirse a las
balas que volaban “Si el mexicano ha demostrado a menudo, frente a las balas un
valor innegable e incluso un poco fanfarrón, parece que cualquier encuentro con
cuchillos, le es de mucho menor gusto.” ¿A que se refiere? Cualquiera, desde los
héroes a los cobardes hacen o dejan de hacer, frente al temor humano de la
muerte, pero no fanfarronean. Algo sin embargo hay de cierto en lo que vio
Maine y es, que cualquier combatiente pudiéndolo hacer sin riesgo, trata de
exasperar a su enemigo, lo fuerza a gastar su parque, desgastándolo
psicológicamente también sus reservas anímicas, para posteriormente reducir su
capacidad de fuego y resistencia, cuando esta sea critica en el desarrollo del
combate. Se burlarían, correrían de un lado a otro para hacerlos disparar. Esa
“fanfarronería” que menciona Maine, es quizá una prueba importante, que el
rango de aciertos en contra de las filas
mexicanas, no es el que se repite desde el artículo de Lande sin mayor análisis
o crítica. Tan es así, que cuando los jinetes
enfrentan a los sables-bayonetas y no hay que olvidar que aquellos rancheros
montados, sabían la clase de heridas que los machetes podían causar, en una
tierra en donde los desavenencias entre particulares, aun se zanjan con esas
armas blancas, al ver los sables-bayoneta montados en los fusiles Minié, no
habría cadena de mando que los obligara a interponer su caballo, contra el filo
asesino, cuando el caballo, no solo era un medio de transporte, sino un medio
de vida; no en balde Jean Meyer, al referir la requisa de caballos en Zacatecas
por los federales, durante la
Cristiada, menciona que disparo el alzamiento en varios
lugares, pues si les quitaban los caballos, les quitaban la vida; así verían la
disyuntiva entre terminar el avance del enemigo o terminar la vida de su
animal; tal vez pensarían que franceses, como quiera aún había muchos, pero
caballos, sólo tenían el que montaban. Mayor Campos: “La caballería formó en
ala, corriéndose á la derecha del camino para cortarlo en una extensión mayor, y
con las carabinas en guardia, divisando á paso andar una fuerza de infantería
enemiga, como de cien hombres pertenecientes al 2º batallón de la “Legión
Extranjera” que se dirigía a Córdoba. Los dragones hicieron alto, rompiendo el
fuego desde luego, auque á demasiada larga distancia, siendo infructuosos sus
tiros, por lo que Jiménez ordenó el avance sin apresurarse demasiado, temeroso
deque aquella no fuera sino alguna simple descubierta. El enemigo retrocedió
entonces lentamente, haciendo fuego en retirada hasta ampararse de un caserón
de mampostería, donde se refugió”
Las
cargas de caballería “En la era de las armas de fuego, los parámetros básicos
son la velocidad de avance frente a la velocidad (o efectividad) de fuego. Si
los atacantes avanzan a un ritmo más
rápido que los defensores pueden matar o incapacitar, entonces los atacantes
llegaran a los defensores (aunque no necesariamente sin ser debilitados en
número). Hay muchos modificadores para esta simple comparación: tempo, fuego de
cobertura, organización, formación y terreno, entre otros. Una carga fallida
puede dejar a los atacantes vulnerables a una contra-carga.
“Se
ha producido un aumento constante en la tasa de fuego de los ejércitos
aproximadamente por los últimos 700 años, pero mientras que las cargas masivas
han sido exitosamente rotas, éstas también han salido victoriosas. Es sólo a
partir de finales del siglo 19, que las cargas rectas se han vuelto menos
exitosas, sobre todo desde la introducción de la ametralladora y la artillería
de retrocarga” (39). En el caso de las dos cargas de caballería, de ninguna
manera la taza de disparos pudo detener un masivo ataque con una amplitud de
campo de 1200
metros cuadrados, cuando el mismo cabo Maine dice “El
enemigo tenía la ventaja sobre nosotros, del lugar, como el suelo, llano y
desnudo. Al borde del camino, favorecían las evoluciones de su caballería”.
Recuérdese también que era la época anterior al uso de la ametralladora y la
artillería de retrocarga en el campo de batalla, que vieron acción en el caso
de la primera, limitadamente en la guerra civil norteamericana, con el uso de
las ametralladoras Agar y Gatling (40) y
en la segunda, hasta que el coronel Charles Ragon de Bange desarrollo en 1872, lo que se conocería como el sistema De
Bange (41), un nuevo tipo de obturador, que soluciono los problemas que venían
presentando los cañones de retrocarga desde los sistemas Wahrendorff (42) y
Amstrong (43), pero ninguna de esas tecnologías estaban presentes en el combate
de Camarón. Mas aun, en la era de la ametralladora “Una de las más exitosas cargas ofensivas de
caballería del siglo 20, no se llevó a cabo por la caballería en absoluto, sino
más bien por infantería montada, cuando el 31 de octubre de 1917, la cuarta
brigada ligera a caballo australiana, cargo a través de dos kilómetros de campo
abierto, frente a la artillería y fuego de ametralladora otomana para capturar
con éxito Beerseba, en lo que vendría a ser conocido como la Batalla de Beerseba” (44),
incluso soldados de infantería montados, cargando masivamente pudieron superar
esos obstáculos, imagínese cuanto más efectiva sería una carga, si se trata de
jinetes habituados, desde su más temprana infancia a manipular caballos, como
seguramente eran los que cargaron el 30 de abril de 1863 en contra de los
legionarios.
Las armas
Para
defenderse de esas primeras arremetidas y el sitio de la hacienda, los hombres
de la 3ª compañía estaban equipados con el fusil Minié, patente de 1851 del
Ejercito Francés; armas que estuvieron en el inventario militar de Francia,
hasta 1866. Nuestras armas, al igual que
las de otras tropas del cuerpo expedicionario, fueron la carabina Minié de bala
forzada, entonces, con toda su prestigio y la bayoneta-sable (Maine). El diseño
de estas armas fue un factor importante en la batalla de Camarón. Eran de
avancarga pesaban unos 4.8
kilogramos cada
uno, la bala minié pesaba 32.4 gramos o 1,9 Kg., si llevaban 60,
esto es 6.7
kilogramos, añádale medio kilo mas por la fornitura, la bayoneta, el total del peso del
armamento estaría sobre los 7.2 kilogramos.
Soldado Francés con fusil Minié,
Patente de 1851
Este
rifle jugo un papel importante en el siglo XIX, pertenece a la basta categoría
de mosquetes de cañón rayado, que fueron desarrollados después de la invención
de la bala Minié, en 1847, por los capitanes del ejercito francés Claude Etienne Minie y Henry-Gustave
Delvigne. Esta arma se carga por la boca del cañón, extrayendo el proyectil y
el elemento explosivo de un cartucho de papel; una innovación que representó la
utilización del fusil, como arma práctica del campo de batalla. Se desarrollo
después de las dificultades encontradas por el ejército francés en África del
Norte, con los combatientes argelinos (45).
La
bala minié tiene una forma cónica de base hueca, ojival al frente, y con tres
ranuras en la base; la forma de la munición. Permite que al expandirse los
gases en el hueco dentro de la bala, el
rayado realiza un cierre estanco, sobre el alma rayada del cañón, estabilizando
el proyectil hasta por 550
metros. Los legionarios llevaban 60 cartuchos, que contenían
la ojiva y la pólvora dentro de los mismos, estaban hechos de papel encerado
para proteger la pólvora de los elementos, especialmente de la humedad y que
permitía una recarga rápida del arma, en el caso de los legionarios, pudo
llegar a seis proyectiles por minuto, una proeza de entrenamiento.
El
procedimiento para cargar el rifle es complejo y dividido en varías tareas que
se debían realizar sistemáticamente, para lograr un disparo, aun así, era un
avance en la rapidez para cargar el arma y en la exactitud del disparo,
propiamente dicho. Desagregadas las fases de la carga estas consistían en (1)
extraer el cartucho de papel de la bolsa de cartuchos, (2) abrirlo generalmente
con los dientes, (3) dejar caer la pólvora en el cañón del arma, (4) insertar
la munición de plomo, (5) sacar la varilla compresora y presionar con la misma
hasta el fondo del cañón, acción que servia tanto para ubicar al fondo del arma
pólvora y bala, como limpiar el estriado del cañón de los residuos de carbón en
el mismo, (6) extraer la capsula fulminante y ubicarla sobre el yunque, (7)
amartillar el arma, (8) apuntar y disparar. Con todo y esas fases, esta arma
hizo del rifle un instrumento funcional en el campo de batalla. En la guerra
civil norteamericana, el norte fabricó cerca de doscientos millones de
cartuchos Minié, para medio millón de rifles fabricados por el arsenal de
Springfield.
Balas
de mosquete a la izquierda y minié a la derecha (46)
“Imagine un humeante campo de batalla, con
soldados disparando sus armas de pólvora negra el uno contra el otro. Una
rápida recarga es fundamental para ganar el día. Imagine más, teniendo que
cargar una bala envuelta en trapo al fondo del cañón ¡No muy rápido que
digamos! Después de disparar sólo unas cuantas veces, el interior del cañón y
su alma rayada, debido a la naturaleza de la combustión de la pólvora negra,
estará cubierto de residuos. Muy pronto el arma será imposible de recargar ¿Qué
hacer? Crear una bala de menor calibre, en este caso un cuerpo cónico de plomo,
que pueda ser empujado a través de un conducto de cañón muy sucio, en tanto que
se toma ventaja del alma rayada concéntrica del conducto del cañón, para hacer
girar exactamente hacia el blanco.
Muchas balas de calibre menor al conducto del cañón, son mencionadas, pero la
que mas a menudo es citada en libros de historia, es la Minié, no sólo es de calibre
menor, para mejorar el ritmo de recarga después del disparo, sino que se aferra
al rayado del alma del cañón, por el fenómeno de la obturación. La bala en descanso (inercia), tiende a
mantener el descanso, incluso cuando tiembla en la base por la terrorífica
fuerza entregada por el gas expendiéndose por la detonación del polvo de carga”
(47). ¡Estas balas fueron en parte la causa de la muerte de 600 mil soldados en
la guerra civil norteamericana! Efectivas y letales si eran.
Fémur
distal humano con herida de una bala Minié
de
510 granos disparada por un rifle Springfield modelo 1862 (48)
La
colonia con sus estancos y monopolios, dejo a la naciente república sin la
capacidad industrial para producir armas y pólvora, factor importante en la
derrota mexicana de 1847. Aunque ya el Padre de la Patria, el 6 de Diciembre
de 1810 en Guadalajara había dicho “Que todo aquel que tenga instrucción en el
beneficio de la pólvora, pueda labrarla sin más pensión que la de preferir al
gobierno en las ventas para el uso de sus ejércitos, quedando igualmente libres
todos los simples de que se compone” (49). La dictadura de Santa Anna y su
desconfianza en la formación de la Guardia Nacional, imposibilito el deseo de
Hidalgo; con todo, el habitante que requería del producto siguió produciendo
pólvora y fabricando armas, para sus necesidades de autodefensa y cacería. Por eso los combatientes veracruzanos
ahorraban sus preciosos tiros y cuidaban celosamente la pólvora. Disparar
muchos tiros, no era costumbre de los soldados de la Guardia Nacional,
para empezar no los tenían. La mayoría usaba mosquetes, los mejores tal vez,
residuos de la tecnología de la era napoleónica de avancarga, con “llave de
chispa”, de un solo tiro. Con seguridad de fabricación española, armas sobrevivientes de la guerra de
independencia; fusiles norteamericanos,
herencia de los usados durante la guerra de 1847 o francesa, comprados a
diversos mercaderes de armas; pero mas seguramente, de manufactura artesanal y
usaban pólvora negra, que ellos, como cazadores ávidos fabricaban, muy sensible
a la humedad de la región, la cuidaban y
no la desperdiciarían, sino para lograr un blanco, como es natural de cualquier
fuerza guerrillera o asimétrica.
Cuando
Maine habla de las armas que vio, se refiere de la siguiente manera: “Además,
todas esas tropas, estaban armadas superiormente, con armas perfeccionadas de
origen americano, los jinetes de sable, revolver y mosquetón. Buen número de
guerrilleros tenían la lanza y la infantería la carabina de de alma rayada y la espada bayoneta”
La
carabina de alma rayada en el siglo XIX era “esencialmente un fusil de ánima
lisa que el cañón ha sido rayado” (50).
Es decir, se trataba de viejos mosquetes y tercerolas (51) a los cuales se les
rayó el estriado del cañón para modernizarlos o simplemente se les monto un
nuevo cañón de alma rayada. Seguramente eran viejas armas de llave de chispa,
que como los fusiles Minie en 1867, se les modernizo, en el caso de estos últimos, para disparar
cartuchos de papel, en la modalidad de retrocarga, como los fusiles franceses
Tabatiere. Nosotros no llegamos a esa sofisticación industrial, pero adaptamos
las viejas armas con el conocido “ingenio del mexicano”, tal como refiere Porfirio Díaz hizo en su
juventud, artesanos talentosos habrían en los pueblos y villas, para mejorar
los viejos mosquetes (52) que “Sin embargo, se utilizan exclusivamente para el
lanzamiento de municiones a bala única especialmente diseñadas (véase, tipo
bala tipo "sabot") y no pueden con perdigones. Ellos ofrecen una
mejor exactitud y rango de armas de ánima lisa, pero mucho menos que una
carabina, debido a las pobres propiedades balísticas del proyectil” (53).
Mosquetón
1829 T con sable bayoneta, armas similares a estas vio el cabo Maine,
mientras fue prisionero de guerra (54)
La
otra mención es la del mosquetón, viniendo de un francés de 1863, seguramente
se refiere a los mosquetones de la caballería modelo del año IX, gendarmería modelo 1825 o de artillería
modelo 1829 de almas lisas, el mas antiguo de los cuales era de llave de
pedernal. Las armas que vio bien pudieron ser viejas tercerolas modificadas,
que le recordaron por su apariencia, esas arma reglamentarias francesas.
Machete y Vaina
artesanal veracruzana, con este tipo de instrumentos del campo se enfrentaron
los soldados de la
Guardia Nacional de Veracruz a los Legionarios,
Colección del autor
Es
curioso que tratándose de las armas mexicanas, el cabo Maine use para
describirlas las palabras le mousqueton
y la carabine rayée, que ya dijimos probablemente el tipo de armas que se
trataba, pero cabe poner en perspectiva el origen de las armas. Dice Maine
“toutes ces troupes étaient supérieurement armées, avec des armes
perfectionnées de provenance américaine,“ (“todas esas tropas, estaban armadas
superiormente, con armas perfeccionadas de origen americano”), luego, si fueron
perfeccionadas, repitámoslo lentamente perfectionnées de provenance américaine.
Entonces, eran de origen norteamericano, pero por la redacción, la frase se
refiere a que fueron perfeccionadas por los usuarios, en este caso los
mexicanos, no del país de origen. Dice Sebastian I. Campos “Además, el
armamento era muy superior en calidad al nuestro: de mayor alcance y de mayor
calibre, y dotados para una marcha larga, llevaba cada oficial y cada soldado,
todos armados con carabinas, diez y ocho paradas, todas consumidas según
confesión de los prisioneros” (55)
Mosquetón
1825 de la Gendarmería,
transformado de llave de chispa
a percusión en 1841 (56)
Se
ha sostenido que el triunfo de las fuerzas republicanas, se debió a la entrega
de enormes cantidades de material de guerra, proveniente de los Estados Unidos.
Bueno, eso en 1863 sencillamente no ocurría, toda vez que la guerra civil
norteamericana entraba en su segundo año, habiéndose separado el sur, después
del bombardeo de Fort Summer el 12 de abril de 1861 (57).
Con
la intervención francesa en México ocurriendo a marchas forzadas “En respuesta
a esas acciones, el secretario de Estado Seward emitió declaraciones
desaprobatorias, pero el gobierno de los Estados Unidos, fue incapaz de
intervenir directamente, debido a la guerra civil norteamericanas” (58) Podríamos decir, siguiendo la jocosidad de nuestro pueblo, que
desaprobar, no empobrece. “Mas aún, tanto Seward como el Presidente de los Estados
Unidos, Abraham Lincoln no querían antagonizar más a Napoleón III y arriesgarse
con su al lado de la
Confederación” (59).
Por eso se le atribuye a Porfirio Díaz la frase: “Ni aunque uno de los
apóstoles de Cristo, fuera Presidente de los Estados Unidos, nada bueno puede
esperar México de ello”.
Tan
desesperada era la situación de las
fuerzas republicanas, que el joven Matías Romero en su carácter de
representante del gobierno de la república, escribía en los Estados Unidos, a
donde llego en septiembre de 1863, presentando sus cartas credenciales al
presidente Lincoln “Esperamos prolongar nuestra resistencia indefinidamente
hasta que queden convencidos de la imposibilidad de consolidar la posición de
Maximiliano. El tiempo (que decidan quedarse) puede ser extenso o breve;
nuestra tarea es acortarlo y, para ello, no deben controlar una pulgada más de
territorio de lo que ya dominan y no deben vencer a otro soldado (mexicano). No
obstante, la única manera de evitar esas pérdidas es que usted suministre armas
a nuestras fuerzas” (60). Lincoln, un hombre de ideales, tenía otras prioridades
en ese momento, cuando el triunfo de la causa de la Unión, se miraba complicado
y tendría que efectuarse 384 batallas,
para asegurarlo (61).
Números.
Era 62 armas largas con balas minié en poder de los Legionarios, un número
indeterminado de cortas, pero al menos 3, en poder de los oficiales. Si poseían
60 tiros por legionario (62), eran 3720 tiros. 10 horas de combate con 60
tiros, esto fue 6 tiros por hora por legionario. Entonces ¿Por qué dos mil
mexicanos no pudieron con ellos?
Coronel Francisco de
Paula Milán, héroe de Camarón
Piénsese ¿Y si todos estos supuestos dos mil soldados hubieron estado armados con
fusiles, tan sólo con la mitad de dotaciones de la Legión? ¡Habrían sido
sesenta mil tiros!
¿Qué
habría sucedido si esa cantidad de poder de fuego se descarga en contra de la
hacienda? Imagino que Francisco de Paula Milán no era un imbécil, toda vez que
en un testimonio francés, dice “notándose la buena táctica del jefe que mandaba
esa tropa”. Piénsese 50 soldados descargando un tiro y procediendo a recargar,
mientras otros 50 disparan, 500 de esos 2000 legendarios soldados mexicanos,
divididos en 10 grupos de 50, descargarían cada dos segundos una andanada;
siendo que un hombre de ese tiempo podía recargar un rifle de avancarga cada 20
segundos, o tres disparos por minuto, el ritmo de esos 500, habría inmovilizado
a los legionarios, forzándolos a ponerse a cubierto, mientras, en los flancos
el resto de los 1500 hombres inician el ataque. Pero ya dijimos citando
testigos franceses que José Paula Milán no era imbécil, sencillamente no tenia
2000 soldados, ni 2000 armas de fuego, dudo que incluso sus armas de fuego
llegaran a 500. Pongámoslo de la siguiente manera:
Construyo
el anterior escenario de 500 soldados mexicanos, perfectamente armados y
entrenados de una tropa de 2000, solo para presentar mi caso, acerca del número
de hombres y cantidad y calidad de armas; sencillamente no fueron tantos y se
combatió en las condiciones mas adversas sin descanso, hasta lograr la
victoria, en un momento histórico muy duro para el país, donde el grueso del
Ejercito de la República,
resistía valerosamente el bombardeo francés en Puebla y por tanto, el grueso de
las mejores y más modernas armas mexicanas ahí se concentraban y en las horas
en que propiamente se dieron los hechos aquí comentado, donde fue el sobrado
valor de los soldados voluntarios de la Guardia Nacional
veracruzana y la pericia de sus comandantes, la que ganó el día y la victoria.
Es imposible que las fuerzas veracruzanas tuvieran esa cantidad de hombres,
armas y municiones.
El combate en la hacienda
Mayor
Campos: “El enemigo comprendió su situación, y entretanto los dragones y el
Capitán X……., corrían á toda rienda, los franceses desempedraron el patio y
piso de la casa amontonando la piedra a modo de muro, tras la puerta del zaguán
y la (de) una ventana, y aspilleraron las paredes; de modo que, situada la casa
en medio del campo, podían hacer fuego por todas las partes en una extensión
dilatada y libre de obstáculos, lo cual quintuplicaba sus fuerzas.”
Por
las medidas dadas por Maine y lo que se observa de los restos de la hacienda,
en el contexto urbano actual, la superficie de la finca, es aproximadamente de 2500 metros cuadrados.
La casa que da al lado norte del camino, en 1864 sabemos que se extendía de
lado a lado, entre los muros oeste y este; debía tener 50 metros sobre el eje de
lado norte de la calzada y tal vez 10 metros de fondo; por tanto ocupaba 500 metros cuadrados
de superficie. Los cobertizos, no era posible que ocuparan tanta superficie,
pero al menos pudieron tener 200 metros cuadrados;
pues serían el sitio en donde se guardarían granos para la casa y pastura, para
los semovientes que ahí pernoctaban, debieron tener paredes de adobe, al menos
hasta una cierta altura, para impedir que las mulas, caballos y burros los
brincaran en busca de alimento extra; por eso pudieron ser usados, como
parapetos improvisados tan efectivamente por los legionarios. Es seguro que la
mayor parte de la superficie, estuviera destinada al patio, un atractivo lugar
para encerrar las recuas de acémilas, que era uno de los negocios de la casa,
hasta antes de la guerra.
Hacienda,
ubicación del espacio de la misma en el combate
El
capitán Danjou distribuyo al personal de la siguiente manera: ala noroeste de
la casa, dos escuadras; puertas del lado oeste, dos escuadras; brecha, una
escuadra; e el techo estaba el sargento Morzicki, con unos pocos hombres; el
resto de la compañía, fue puesta en reserva “entre las dos puertas, con un ojo
puesto, tanto en las cuatro esquinas del patio y listos para ir a donde el
peligro se volviera demasiado apremiante”. Todo lo anterior dicho por Maine,
quien continúa:
“Hasta
entonces, habíamos disparado de ambos lados, visto el intercambio, de algunos
disparos de fuego, sin que el enemigo pudiera aprovechar, la oportunidad de participar plenamente. En cambio, parecía
reacio a comenzar el ataque y no estábamos muy lejos de creer, que se
retiraría. Nos desengañamos pronto.”
“Morzicki
se apercibió, mientras caminaba en el techo, por encima de las habitaciones
ocupadas por el enemigo. Un oficial mexicano, con pañuelo blanco en la mano, él
mismo llegó a los pies de la muralla exterior y hablaba buen francés, en nombre del coronel Milán, nos
conmina a rendirnos: "Éramos demasiado pocos dijo: nos haríamos inútilmente
masacrar, más nos valdría resignarnos a nuestra suerte y deponer las armas; a
nosotros, nos prometía salvar la vida, que íbamos a dejarnos matar
innecesariamente, en vez de resignarnos a nuestra suerte y la entregarnos, se
nos prometió la vida.'
Frente
a esta negativa el combate se inicia con ferocidad, se dan los primeros
intentos de tomar la posición completamente. Hay que recordar, que desde casi
ocuparon los legionarios la hacienda, el ala noreste estaba en poder de
soldados mexicanos.
La
defensa de la hacienda se dio en dos frentes, el exterior, intentando contener
el asalto y la interior, tratando de mantener a raya, a los soldados que
ocupaban ya una parte de la casa principal de a hacienda. Maine: “Ellos no fueron los únicos en sufrir,
porque nosotros estábamos imperfectamente protegidos y muchos de nosotros,
cayeron muertos o heridos. Sobre todo en el dormitorio, la lucha fue terrible.
Los mexicanos trataban de invadir desde el exterior. Al mismo tiempo, los que
ocupaban las habitaciones contiguas, habían comenzado a penetrar en las
aperturas de las paredes y techos. Los defensores así presionados, comenzaron a
debilitarse.”
Maine
nos da una ubicación aproximada del tiempo de esta situación al dar las hacia
las once del día, cuando el capitán Danjou, “llegó a visitar el puesto de la
sala y él mismo reconoció, que no podría aguantarse mucho más. Cuando
regresando de la reserva, fue alcanzado por una bala en pleno pecho” Es en esta
secuencia de hechos, que se da el famoso episodio del juramento, que debió
darse después del reconocimiento de la imposibilidad, de sostener el punto,
La
muerte del capitán Danjou, debió ocurrir entre las 11:15 y 11:30, a partir de
esta, la actividad incansable de los soldados de la Guardia Nacional
de Veracruz, logran abrir una puerta a
culatazos, tan efectivamente como para lograr desalojar la totalidad de la casa
al inicio de la ocupación, las dos escuadras apenas formaban una totalidad de
14 hombres, esto es a las 10 hrs, en una hora a hora y media, solo quedaban
quince, nueve habían sudo heridos o muertos.
Como
dijimos Danjou no era un delirante, pero había visto primero, como los lanceros
mexicanos atacaron con brío y valor a toda prueba y después, esa determinación
casi suicida de tomar la hacienda, convertida en fortaleza. Debió comprender,
casi desde el primer instante lo que se venía; tal vez recordó esas otras
tierras tórridas, sólo que aquellas secas, su mano izquierda perdida por la
explosión del cañón del rifle, defendiéndose de los combatientes del desierto.
No vio muchos uniformes, ni uniformidad en aquellas tropas desaliñadas y reúne
a los sobrevivientes y los hace jurar que se sostendrían, los reconoció
superiores, como lo expresa el vizconde De Borelli en su bello poema. Quizá el
español que estaba entre sus hombres, en otra oportunidad, le refirió las
estrofas de “El soldado español de los Tercios” de Pedro Calderón de la Barca, su final le gustaría, pues él también sabía
que “la milicia no es más que una/religión de hombres honrados”. Supo que la
chusma rechazada, sin patria y sin blasón, haría del regimiento su patria.
Quizá agradeció al tirador mexicano, dislocar el paso de su corazón con la bala
de su rifle. Lo imagino caer desplomado, como Ceiba, arrebatada del suelo por
la tormenta. Aquella furia congregada contra él y sus legionarios, fue el
escenario mejor para esa muerte. Hay seres humanos tan nobles ante los cuales
pareciera, que el mismo Dios derrama lágrimas. No lo supiste, no había como,
les diste patria a tus desarrapados soldados voluntarios, los míos, se ganaban
también voluntarios, el derecho a ser llamados ciudadanos de esta república,
que no quería morir y por eso te explico, amado, querido capitán valiente, te
teníamos que matar, para fundirte en tu leyenda
y para dejarte aquí, en la historia de mi patria. Respetamos tu cadáver,
lo sabes, cuidamos a tus heridos como si fueran propios y despojamos a tus
muertos de sus vestidos y armas, porque
la guerra es ingrata y maligna, por eso el primer deber del que la pelea, debe
ser el evitarla; otros soldados fueron
vestidos con esos gloriosos uniformes, tan pobre era nuestro ejército
republicano y siguieron con su guerra, hasta que expulsaron todo vestigio de
monarquía, nos dimos república y republicanos, te dimos con nuestra sangre, la
república que te honra ahora, la nacida de la conciencia hambrienta, esta sí,
loca y delirante, porque hay que ser delirantes y locos para soñar la igualdad
de los hombres, los míos y los tuyos, que aquí en Camarón se quedaron. Con
plomo te recordamos el nombre de tu promoción en Saint Cyr, en el pecado del
imperio, llevabas la penitencia de la república.
Hermosa
imagen del momento de la caída del Capitán Danjou,
Propiedad
de la Societé
des Amis du Musée de la Légion
Étrangère
“La
defensa continuó. Los mexicanos eran los dueños de la casa entera. Pero ellos
no disfrutaron de su ventaja por mucho tiempo. Emboscados en el patio, nosotros
usamos todas las aperturas con un fuego tan intenso y preciso, que tuvieron que
dejar la plaza, primero el piso superior,
luego la planta baja. Por consiguiente, no aparecían sino a intervalos y a
cubierto. Pero con sólo una cabeza, un brazo de uniforme en la jamba de una
puerta o ventana, una bala bien dirigida castigaba esa imprudencia.”
Al
mediodía llego la infantería, Maine dice que eran 1200 hombres divididos en
tres batallones, mas el escuadrón de “Dragones”, caballería federal. Maine,
como combatiente resguardado en los muros de la hacienda y después como
prisionero de guerra, no pudo contar a los hombres de Milán ahí presentes.
Milán en su informe señala que contaba
con 650 soldados de infantería y 200 de caballería. Milán no señala que
el total de las tropas hubieran sido empleadas en el asalto de la casa. El
mayor Campos sin embargo, recuerda que fueron las dos secciones de caballería
ya presentes, desde las primeras cargas de la mañana que obligaron a los
legionarios a refugiarse en la hacienda, entre 50-60 soldados; dos compañías
del batallón de infantería Guardia Nacional de Veracruz 60-120 hombres; los piquetes
del “izote” y de “Córdoba”, un piquete es indeterminado la cantidad de hombres,
pero puede ser superior a un pelotón y menor que una sección, entre 15-20
hombres, el Diccionario de la
Real Academia lo define como: “Grupo poco numeroso de
soldados que se emplea en diferentes servicios extraordinarios” (63); el batallón Guardia Nacional de Jalapa,
debieron ser al menos tres compañías, entre 150-300 hombres ¿Pero de que tamaño
pudieron haber sido esos tres “Batallones” que vio Maine? Tal vez Porfirio Díaz
en sus Memorias nos da una idea del tamaño aproximado de esas fuerzas, cuando
en su parte de la Batalla
de Miahuatlán, menciona que el Batallón
Morelos de Tlapa, con 100 hombres de fuerza y el Batallón La Patria con 96 plazas (64),
batallones que eran de la
Guardia Nacional de Oaxaca y ya era el año de 1866, cuando
las fuerzas de Porfirio Díaz estaban a la alza, pienso por tanto, que la
composición de los Batallones de la Guardia Nacional de Veracruz en 1863, al menos no
tendría que haber sido muy distinta e los números de hombres por batallón, hay
que considerar una cantidad de soldados presentes en Camarón entre 300-400
hombres como la totalidad de las fuerzas
mexicanas en el sitio, el resto de los 850, estarían en la Joya. Más adelante,
comentaremos el origen del número de 2000 soldados, al mando del coronel Milán.
Veamos las dos versiones:
Cabo
Maine: “Cerca del mediodía, oímos un sonido lejano de corneta. Nosotros todavía
no habíamos perdido toda esperanza y creímos por un momento, que los franceses
venían en nuestro rescate. Entonces, temblando de alegría, estábamos a punto de
salir del corral, para correr delante de nuestros camaradas. De repente, el
batir los tambores, esos pequeños tambores mexicanos, roncos y planos, como la
panderetas, jugando una especie de marcha saltarina, muy diferentes de nuestras
melodías francesas y a partir de aquello no podíamos más, mal interpretar.
Fue
la infantería del coronel Milán, que se anuncia, a la izquierda, en la mañana,
desde el campamento de la
Joya. Prevenidos más tarde del combate de Camarón, habían
agregado el peso de sus armas, en una lucha muy desigual.
Estaban
allí al menos tres batallones fuertes de 400 hombres en promedio y portando
cada uno el nombre del distrito o el cantón de donde eran: Veracruz, Córdoba,
Jalapa.”
Mayor
Campos: “A la una ó poco antes se avistó la vanguardia del Coronel Milán con
este y su estado mayor á la cabeza, y los jefes Camacho y Talavera: componíase
de dos compañías del batallón de infantería Guardia Nacional de Veracruz, al
mando de los capitanes Samohano y Migonio y Frías; y momentos después hacían
alto a retaguardia los piquetes del “izote” y de “Córdoba”. El batallón Guardia
Nacional de Jalapa, al mando del Teniente Coronel D. Ismael Terán, tomaba
posición también á retaguardia de una presa de agua que servia de punto de
apoyo, situada á espaldas del caserón.”
Un
testigo francés los describe así: “una hora después se repitió otro asalto,
pero esta vez combinado por 2 lados opuestos, pero con efecto superior a los anteriores,
con columnas de asaltos de infantería y con brechas cubiertas por la
caballería, notándose la buena táctica del jefe que mandaba esa tropa.
Resistimos ese ataque lo más que pudimos, durante el cual tuvimos que hacer
milagros para rechazarlo. Han pasado muchos años y todavía no entiendo cómo
pudimos lograrlo, pues los mexicanos son muy buenos soldados y duros en el
ataque; tan luego caía uno, era reemplazado por otro; son valientes y no le
tienen miedo a la muerte. Honor a quien honor merece" (65).
Mayor
Campos: “Los ayudantes del Estado Mayor comunicaron las últimas órdenes, y las
compañías de Veracruz comenzaron desde luego al ataque. Dispersos en tiradores
y arrastrándose por tierra durante un largo trayecto, sufrieron algunas bajas,
logrando al fin bajo los fuegos del enemigo, al amparo de los muros de la misma
casa en los intermedios de una á otra aspillera: espiaban el momento en que de
ellas salía un tiro, casi siempre fatal para los nuestros, é inmediatamente
introducían su fusil y hacían fuego, hasta que la boca de una carabina enemiga
les indicara el peligro.”
Ultima
carga de los legionarios a bayoneta calada
Después
de la muerte de Danjou y la de Vilan, la lenta mortandad y desgaste de los
hombres de la 3ª y la Guardia Nacional
de Veracruz llegaría la última carga a bayoneta calada, entre el humo de las
descargas de fusilería, el salvamento de
los últimos atacantes, lo tantas veces referido. La defensa no pudo ser más
heroica, aunque las razones de los legionarios para llevarla a cabo, no eran las del Estado francés de entonces,
sin algo humano e intangible, que no se mide y no se atrapa, sino con la propia sangre: el honor. Virtud militar. Para
los oficiales mexicanos, que visionaron un país que se hacía patria entre sus
propios muertos y los campesinos, que sumaban la fuerza mexicana, su ataque sin
cesar, era una resistencia, conservar lo que somos, que ha sido el motor de
nuestras revoluciones, como dice John Womack al inicio de su biografía sobre
Zapata: Eran campesinos que no querían cambiar y por eso hicieron una
revolución. Ambas acciones se juntaron para construir un momento único.
Este
viaje lo inicie con la duda de las cifras, llama la atención, 2000 contra 60,
las mismas provienen de Maine por supuesto, no como mentiroso, que su conducta
de vida habla de lo contrario. Creo que surge en la retirada hacía Huatusco,
como prisionero de guerra. Él como soldado habría recabado la mayor cantidad de
información acerca de las fuerzas del
enemigo, tal vez con el mismo oficial que salvo la vida de los últimos
legionarios o con el propio Milán. Naturalmente, los oficiales mexicanos
exageraron la cantidad de sus fuerzas, algo que serviría para engañar a sus
enemigos. En el intercambio de prisioneros de guerra la información fue entregada
por Maine a sus superiores y con ese origen ingreso en los documentos
franceses. Años después, en base a lo dicho por Maine y referido por escritores
como Lande, que buscaban resarcir lo
ocurrido tanto en fallida aventura de México y sobre todo, los resultados de la
guerra franco-prusiana. Unos héroes puros, como los legionarios de Camarón,
eran la suma del ideal romántico de la época. A Lande sin embargo se le pasa la
mano, cuando habla de los 300 soldados mexicanos muertos y más de 1000 heridos.
Sólo imagínese la retirada de de un ejercito de lisiados, que además tenían que
enterrar a los muertos, que dice no se hizo, con alrededor de 200 bajas
mexicanas, aunque si se enterró a los legionarios, algo extraño viniendo de un
oficial mexicano, dejar pudrir a sus propios hombres, mientras enterraba a los
del enemigo. Pero basta ver con los ojos bien abiertos al monumento, construido
en la calle principal de Camarón, pequeño obelisco, levantado con centavos y
mucho ingenio de la gente, sobre lo que seguramente fue la fosa de nuestros
héroes, aunque el pelmazo de Lande los llame despojos, pero ¿De qué tamaño
tendría que ser la fosa común de 200 o 300 muertos? No lo sé, pero afirmo que
no del tamaño del pequeño monumento. Los huesos de todas formas en algún lugar
tuvieron que quedar, no los dejaría la gente del pueblo blanquearse al sol, así
no acostumbramos los mexicanos ver a los muertos, aunque nos reímos de la
muerte, los restos de los muertos son para nuestro pueblo sagrados ¿Dónde
están? 300 cuerpos, sus esqueletos, los rastros no son difíciles de seguir y
encontrar, pero aseguro que no se encontraran, porque no existieron, la suma
debe estar entre 40 a
50 bajas mexicanas, que es el rango posible, que se establece de la lectura de
los documentos de Milán y Campos.
En
las historias y documentos hasta donde conozco, no se presenta el parte que
tuvo que levantar el coronel Jeanningros con lo visto por él, el día 2 de mayo,
documento que debe tener, si existió (y pienso que así fue), los datos de las
bajas, tanto mexicanas, como francesas, tal vez hasta un croquis. Es extraño
que un coronel francés o de cualquier otra nacionalidad para ese efecto, pero
especialmente uno francés, no informara inmediatamente a sus superiores de lo
ocurrido en Camarón. ¡Tuvo que hacerlo, una Compañía entera bajo su mando había
desaparecido! Sin embargo dice Lande: “A su llegada al cuerpo, el comandante
del batallón Regnault, quien comandó interinamente el regimiento extranjero,
que actuaba en lugar y en sustitución del coronel Jeanningros llamado a
Veracruz, se apresuró a preparar un informe detallado de la batalla de
Camarón, del que se desconocían los detalles. Este informe, muy emotivo y muy
bien hecho, llegó a través de la jerarquía
al general en jefe Forey.” Que extraño, aun hoy, si un mando del
ejército francés enviara al Oxxo (o su equivalente francés) a un soldado, a comprar unas gaseosas para el regimiento,
regresará e informara del cumplimiento de la misión y estamos hablando de un coronel
del siglo XIX.
Últimos
momentos de la Batalla
de Camarón
Por
supuesto que no estoy planteando alguna teoría conspirativa, nada mas alejado.
Jeanningros estuvo solo pocas horas en el lugar, por lo que se sabe salió en
busca de la tropa de Milán y completar el aseguramiento del convoy. Pero como
dije, el coronel Jenningros debió
realizar un parte sobre lo que vio: el informar lo ocurrido se dijo,
formaba y forma parte de cualquier misión. No podía omitirse y el general
Jeanningros no era omiso (66); de otra forma no habría ascendido a comandante
superior de Veracruz, tan sólo mes y medio después de los hechos de Camarón;
comando que conservo hasta el 26 de febrero de 1864 y a partir del 20 de junio
de 1865 es comandante de la subdivisión con sede en Monterrey; el 1º de agosto
de 1865 es ascendido a general de brigada (67). Sencillamente ese documento se
extravió. Luego ya no hubo interés en recuperarlo para restablecer el suceso
histórico, aun el mismo Jeanningros (68) cayó en la trampa que le tendieron a
Maine los oficiales mexicanos; además el
mito sobre la superioridad de un grupo de hombres ¿vale decir blancos?
enfrentándose solitaria y aisladamente, en contra de hordas de atacantes
nativos estaba en plena marcha. No por nada dice Lande, que no, nuestro cabo
memorioso: “El regreso de los presos fue un triunfo perpetuo, en todas las
ciudades y pueblos donde fueron. La multitud estaba en contra de ellos y los
aclamó. Los indios especialmente, en cuyo espíritu se acuña más fácilmente, se
apoderó de ellos una especie de asombro supersticioso y exclamaban, juntando
las manos, ¡Jesús María, están aquí!”. No se habrán persignado mucho, cuando
otros indios en Miahuatlán, les
infringieron a los invasores la derrota más estratégica, de toda la campaña que
comando otro mestizo, como Milán, Porfirio Díaz (69) y al final llevarían con
sus hermanos mestizos, afrodescendientes y criollos, a Maximiliano al patíbulo.
Restos de la Hacienda de la Trinidad, escenario del
enfrentamiento
En
todos los combates donde la muerte se asienta, desde el origen de la humanidad,
hay algo de mito; terminados los hechos, quienes quedan, cuentan lo mejor que
pueden la historia; lo hacen sin embargo, con la bruma de la adrenalina y luego
los pintarían en cavernas, catedrales o en su defecto, los trasmitirán al
lenguaje escrito. Con el paso del tiempo los mismos hechos se revalúan y visten
con las necesidades de cada época. Por eso con el combate de Camarón “La Legión Extranjera
va no solo, sino también ilustra el fundamento de sus valores guerreros. Como
subraya el General Jean Olié en una notable cita sobre el combate: ‘Camarón
sobrepasa la historia del evento, prolonga y magnifica su enseñanza. Esta es la
partida de la tradición legionaria, no sólo venerar la hazaña gloriosa de un
hecho de armas, mas la tradición viva’. La del capitán Danjou, la 3ª compañía del regimiento extranjero, se encuentra en el
camino, para salir al encuentro del
convoy de víveres y numerario que hacía la ruta hacia Puebla, porque se temía
un ataque enemigo. Y este se producirá. Con una resistencia desesperada, como
lo recuerda el epitafio inscrito en el monumento del combate, los hombres de
Danjou, juraran el resistir hasta la muerte. La compañía será aniquilada mas el
convoy pasará” (70) ¿Pero si esto fue
así, por que el cabo Maine dice que todo el asunto era regresar a paso del
Macho, si el convoy estaba del lado opuesto, rumbo a La Soledad? Efectivamente, el
convoy se salvo; pero el motivo de las decisiones tomadas por Danjou y
continuadas, por los sucesores del mando durante el combate, se las llevo con
él, nunca las sabremos con exactitud. Aquí sólo buscamos desbrozar la maleza y
quitar la bruma del tiempo lo mas posible, usando nuestro razonamiento, posado
sobre las palabras mas originales de los testigos y contrastadas, con las
versiones mas populares sobre el evento. Sabemos lo significa el cumplimiento de la misión para la Legión, sus muertos en Diem
Bien Phu y tantos otros campos de batalla, dan cuenta del cemento, con que esa
frase esta inscrita en el alma de ese cuerpo de armas. La búsqueda de verdad
sin embargo, no demerita los hechos de valor, antes bien los sitúa, como dije
al principio, en su condición humana, no mitológica.
Desfiladero
de las Termópilas, como se mira en la actualidad
Uno
de los mitos fundacionales de la cultura occidental, es la batalla de las
Termópilas, representa en la psique colectiva, la defensa de los valores que
dieron vida a la cultura griega y con ella,
lo que somos, quienes pertenecemos a la cultura judeo-cristiana de
occidente. Fue hecha en un pedazo de tierra, apenas suficiente, para sostener
pocos soldados de la coalición dirigida por Leonidas, en contra de la
abrumadora presencia de los persas. Hoy sabemos que no la hicieron 300
espartanos, como en Camarón, los números hablan otra historia, pero no cambia
el significado: el cumplimiento del deber. Casi todas las naciones tienen un
episodio de esta naturaleza y nosotros tenemos
el nuestro, es la defensa del castillo
de Chapultepec. Un espacio-momento que se alza sobre el dolor de la guerra,
para representar la resistencia última de un ideal o una civilización, tal como
lo hizo Leónidas. Sin embargo cabe decir, que si había espartanos en el México
de 1863, estos eran los soldados de la república frugal, que buscaba
afanosamente vivir.
La épica
El
enfrentamiento toma dimensiones épicas, donde un reducido grupo de defensores,
contra toda esperanza, resiste sucesivas oleadas de atacantes, que no dan
muestras de amainar su determinación y coraje, pese a lo pobre o nulo
armamento.
Lo
ocurrido en la Hacienda
de Camarón en Veracruz el 30 de Abril de 1863, es un hecho glorioso, no sólo
para Francia, sino para México, pues el grueso de la tropa mexicana, eran
humildes labriegos, que acudieron a la defensa de la patria, armados de unos
cuantos, viejos y obsoletos fusiles, residuos de las guerras del país, así como
armas de cacería y sobre todo, de sus herramientas de campo. Mientras que el
destacamento francés como hemos repetido, espero hasta el cansancio, integrado
por miembros de la
Legión Extranjera, eran experimentados soldados
profesionales, veteranos de las campañas de Europa y África, equipados con los
más modernos fusiles de su tiempo, con dotaciones completas.
El honor y la humanidad
Ambos
bandos pelearon con bravura y los cobijó el ardiente sol sobre la tierra
veracruzana y el honor, el lema de su monumento lo dice todo: "Virtuti
Militari" Virtudes Militares. Nos cabe la gloria, después de la batalla,
al tratar al enemigo derrotado con humana piedad.
"El
coronel Milán ordenó que se tratara con atención médica a los heridos, tratando
con la nobleza e hidalguía que siempre ha sido característica del pueblo
mexicano, a un vencido valiente. Por su parte, el médico Francisco Talavera,
que poco antes había combatido al enemigo al frente del batallón de la guardia
nacional de Córdoba, regresó a sus deberes de médico y se dedicó a atender a
los heridos invasores. En este combate singular, todo fue excepcional, pues en
el parte oficial francés figuran los nombres de 2 jefes y un oficial mexicano
que se distinguieron por sus atenciones para con los heridos y prisioneros franceses;
ellos fueron el teniente coronel Luciano Cambas, el mayor Francisco Talavera y
el capitán Ramón Lainé" (71).
Tumba del ilustre patriota Doctor y
Coronel
Francisco Talavera en Camarón
Los
que amamos la libertad, somos en espíritu hijos de Francia, la nuestra y que
reclamamos como herencia propia, es la era de la ilustración y la que tomo en un acto soberano La Bastilla y nos lego los
derechos del hombre y el ciudadano. Por eso el coronel Milán permitió a los
legionarios de origen francés, prisioneros de guerra, cantar La Marsellesa, cuando mexicanos y franceses, hacían el
camino a Huatusco, según lo refiere el mayor Campos. Pocas veces sonaría más
hermoso e intenso el himno de Francia, que aquella, mientras sus notas
reverberaban sobre y entre a serranía mexicana. Llamaban a la fraternidad, a la
lucha contra la opresión y la vileza. Rememoro la emoción de mis viejos
maestros de la escuela primaria pública, donde me eduque, formados por
pedagogos republicanos españoles, que como auténticos dómines, les enseñaron a
enseñar, libertad, fraternidad e igualdad, mientras con amor, el día de la toma
de La Bastilla,
entonábamos en francés, la canción nacional de Francia. Así entenderían
aquellos republicanos combatientes, simbolizar lo mejor de México, con lo mejor
de Francia, pues nuestra lucha era también, por la republica de hombres libres,
que es universal, liberal y fraterna.
Soldados
de la Guardia
Nacional de Veracruz inician a atender a los heridos del
enemigo
El Ejército del Pueblo
Es
importante mencionar, que quien se enfrentó ese día en Camarón, no fue el
Ejercito Federal de entonces, sino la Guardia Nacional
de Veracruz. La
Guardia Nacional (72) es una institución oscurecida por el
tiempo y el miedo al ciudadano armado, quien fue el gestor del grueso de los
destacamentos, que acudieron a defender a la patria en todas las guerras
nacionales de México, solo hay que mirar la lista de batallones en el monumento
a la batalla del 5 de Mayo en Puebla para darse cuenta de la importancia de
esta institución disuelta por el régimen porfirista y nunca más convocada y
organizada durante todo el siglo XX, sino en atisbos como lo ocurrido en
Uriangato Guanajuato (73) en 24 de junio de 1918, donde 100 vecinos armados
pobremente, casi ninguno con experiencia militar derrotaron al bandolero José
Inés Chávez García (74). Una fuerza intermedia, que en el contexto de la actual
situación del país, con enfrentamientos asimétricos con grupos de la
delincuencia organizada, puede cambiar el balance de poder en muchas regiones
del país. Los soldados de la Guardia Nacional de Veracruz, como los alistados
a lo largo y ancho del país eran voluntarios, no producto de la leva (75),
peleaban por la convicción de defender sus comunidades y sus familias
El momento
En
mi caso vengo a este monumento tras una larga cauda de dilaciones a lo largo de
muchos años. Sabía del mismo desde mi adolescencia y en mi mente juvenil,
reverberaban las historias de valor de aquellos viejos soldados; me sorprende
la austera tumba del Doctor Talavera, que tuvo una larga vida, ejerciendo la
profesión por la cual, los mismos enemigos lo mencionan por su piedad y
humanidad. La estatua del Coronel Milán, impresionante como es, en su ímpetu
guerrero, quizá no refleja la totalidad del hombre, que en su edad más
provecta, ejerció el modesto oficio del comercio, en medio de los avatares e
ingratitudes de los políticos, legándonos este jarocho, además de sus andanzas
de guerrero, la autoría de una zarzuela, un autentico hijo de este tórrido
trópico.
Monumento
al Coronel Francisco de Paula Milán Interior de la escuela del mismo nombre en
Camarón de Tejeda, frente al Mausoleo
La
austeridad del monumento, su ímpetu fúnebre presente y la sobriedad de las alas
abiertas de las águilas, en perenne vuelo sobre el catafalco de los muertos
impresiona, frente a la naturaleza tropical que rodea el mausoleo, todo lo que
imagine es, todo lo que se necesita para acercarse a un hecho construido por un
momento de valientes en estado puro, imagino las sucesivas oleadas de jarochos,
machete en mano, la compacta resistencia de los legionarios y sus oficiales
muriendo.
Honor
y Gloria
El
modesto obelisco donde se encuentran restos de soldados mexicanos sin nombre,
con la placa que es un reclamo en si, por el abandono y el olvido "En
memoria de los patriotas mexicanos, héroes ignorados que murieron en este
pueblo combatiendo contra la intervención francesa", espacio que debería
tener el rango de monumento al soldado desconocido.
Me
propongo en la ceremonia del monumento franco-mexicano no fotografiar a los
políticos, su vieja besamanos asquea, me concentro en las autenticas
instituciones nacionales presentes, el Ejército Mexicano, la Armada de México y el
Magisterio Nacional, constructores del país, junto con los rancheros presentes,
descendientes de los soldados de la Guardia Nacional de Veracruz, convocada por el
Coronel Milán y me retiro del lugar emocionado.
Herederos
Colofón: Diem Bien Phu, Georges
Boudarel, Campo 113 y Camarón
Por
1992 leí una historia que me pareció importantísima, para marcar lo especial
que fue la Batalla
de Camarón, en relación al trato de los prisioneros de guerra: la terrible
suerte de los prisioneros de guerra franceses, caídos en manos del Viet Minh,
después de la Batalla
de Diem Bien Phu, donde según algunas cifras, el 8 de mayo el Viet Minh contó
11,721 prisioneros, de los cuales 4,436 eran heridos, que represento un tercio
del total de todos los prisioneros franceses durante el conflicto; de los
10,863 sobrevivientes sólo 3,290 fueron oficialmente repatriados, un genocidio
en toda forma, donde se incluyen prisioneros de origen vietnamita, combatientes
senegaleses, de la
Legión Extranjera y franceses propiamente dichos. La forma en
que se efectuó fue el desarrollo de un sistema brutal de encarcelamiento, para
los prisioneros de guerra en manos del Viet Minh (76). Este terrible asunto
salió a la luz, cuando varios sobrevivientes descubrieron en 1991 con horror,
que uno de los más crueles esbirros del Campo 113 de prisioneros, Georges
Boudarel, estalinista de origen francés se encontraba viviendo en Francia.
George Boudarel como Comisario
Político en el Campo 113
En
Camarón como en Dien Bien Phu, también se encontraba al menos dos oficiales
mexicanos descendientes de franceses, el mayor Ramón Lainé y el coronel Cambas,
mencionados por su humanidad en el tratamiento a los prisioneros de guerra; al
igual que el Viet Minh, el Ejercito Republicano luchó por la independencia, eso
hizo del triunfo de este último, no sólo una jornada de valor sin igual y
también, al cesar el ruido de las armas, un canto de humanidad.
Legionario,
prisionero de Guerra Francés liberado por los campos de prisioneros vietnamitas
Primer antecedente del Derecho
Internacional Humanitario
Un
año después de la brutalidad de la batalla de Solferino en 1862, que causo el
horror de Henry Dunat con “38.000 heridos, agonizantes o muertos permanecían en
el campo de batalla, y había pocos intentos para ayudarlos. Impresionado, el
propio Dunant tomó la iniciativa de organizar a la población civil,
especialmente las mujeres y las chicas jóvenes, para proporcionar asistencia a
los soldados heridos y enfermos. Carecían de suficientes materiales y el propio
Dunant organizó la compra de lo que se necesitaba y ayudó a levantar hospitales
de campaña. Convenció a la población para que atendiese a los heridos sin
fijarse en qué bando del conflicto estaban por el lema "Tutti fratelli"
(Todos somos hermanos) acuñado por las mujeres de la cercana ciudad de
Castiglione del Stiviere (Provincia de Mantua). Tuvo éxito igualmente para
conseguir la liberación de médicos austríacos capturados por los franceses”
(77). Situación que llevaría a la creación de la Cruz Roja el 17 de
Febrero de 1863 y la
Primera Convención de Ginebra el 22 de Agosto de 1864 donde
se establecieron originalmente cuatro puntos:
Imagen
de prisioneros de guerra de Camarón (78)
1.-
La inmunidad de los establecimientos para el tratamiento de soldados enfermos y
heridos
2.-
La recepción y tratamiento de todos los combatientes
3.-
La protección a civiles que proveen ayuda a los heridos, y
4.-
El reconocimiento del símbolo de la Cruz Roja como medio de identificar personas y
equipo cubierto por el acuerdo
Cabe
mencionar que los esfuerzos humanitarios iniciados por Henry Dunat, fueron llevados a cabo por una
persona particular, que movilizo a la población civil para atender a los
heridos, algo sin lugar a dudas verdaderamente noble. Sin embargo en Camarón,
la atención a los heridos enemigos, fue llevada a cabo por una fuerza
beligerante, con instrucciones, insignias y banderas de un gobierno nacional,
que tenía reconocimiento internacional, luchando en su propio territorio, por
preservar la independencia del país, sin ser parte, de ningún convenio
internacional, por lo demás inexistente aun. Para mayor gloria de México y de
sus Fuerzas Armadas, es en nuestra patria en donde se aplica por primera vez,
lo que ahora se denomina Derecho Internacional Humanitario. Un año antes de la Primera Convención
de Ginebra de 1864, sobre el trato de los heridos en el campo de batalla y
sesenta y cinco antes de la Tercera Convención de Ginebra, de 1929, que
comprende: Convenio de Ginebra para mejorar la suerte de los heridos y enfermos
de los ejércitos en campaña y el Convenio de Ginebra relativo al trato de los
prisioneros de guerra del 27 de julio de 1929. Virtuti militari en el más amplio y noble sentido de la frase,
que cierra este camino, abierto por la pasión que genera este singular combate.
1864,
firma de la Primera
Convención de Ginebra
APENDICE DOCUMENTAL
(1)
PARTE
DE GUERRA DEL CORONEL FRANCISCO DE PAULA MILAN
La Patria llama a los mexicanos para luchar contra los
franceses.
Imagen de tiempos de la intervención francesa
en México, año 1863 (79)
Versión
Mexicana
Presentamos
el parte de guerra enviado por el héroe de la Batalla de Camarón Coronel
Francisco de Paula Milán:
DE
FRANCISCO DE PAULA MILÁN A IGNACIO COMONFORT (80)
Tengo
la honra de participar a usted que, en cumplimiento de las ordenes que recibí
de su gobierno y de este Cuartel General el 12 del mes que finaliza, salí a
Jalapa a interponerme en el camino que conduce de Veracruz a Córdoba, llevando
al efecto la Brigada
del Centro, compuesta de los batallones “Independencia” Guardias Nacionales de
Jalapa “Zamora” y “Córdoba” los cuales -con las fuerzas federales que logre
reunir por estos rumbos- forman un número de seiscientos cincuenta infantes y
doscientos caballos. En la mañana de hoy salí, como frecuentemente lo hago a
reconocer algunos puntos del camino, llevando fuerza de caballería. Al llegar a
dicho camino encontramos una fuerza francesa de que bajaba del Chiquihuite y al
momento dispuse cargar sobre ella pero, habiéndose formado en cuadro, resistió
el choque, replegándose a paso veloz a una casa de material que hay en el punto
del Camarón, donde se parapetaron y abrieron aspilleras, en las paredes para
hacer fuego. Nuestra caballería cercó la casa y entre tanto, hice venir
violentamente las fuerzas de infantería que había dejado en el campamento y
emprendí en ataque. Sin embargo los enemigos estaban bien guarnecidos, y
carecíamos de artillería para hacer brecha y útiles de zapa para hacer
horadaciones. Medio día ha durado el combate, que terminó cerca del oscurecer y
que fue sostenido por nuestros contrarios por un valor infundado en la creencia
que éramos guerrillas y no les perdonaríamos la vida. Al fin sucumbieron,
después de estar muertos dos oficiales y estar herido el otro y fuera de
combate la mayor parte de la fuerza. Esta pertenecía a la 3ª compañía del 1er
Batallón de la
Legión Extranjera; la mandaba un capitán que fungía de mayor
del cuerpo y que murió, así como otro subteniente, quedando gravemente herido y
prisionero el otro, que era abanderado del regimiento. De los sesenta soldados
que mandaban murieron veinte; de los restantes diez y seis gravemente heridos y
24 prisioneros cayeron en nuestro poder, sin que escapase uno solo. Hemos
levantado el campo recogiendo todo el armamento y los heridos enemigos han sido
asistidos con todo esmero por la acción médica de la brigada. Por nuestra parte
hemos tenido que lamentar algunas desgracias que participaré a usted
detalladamente, luego que reciba los Partes de los Jefes de los Cuerpos. El C.
Teniente Coronel José Ayala, Jefe de mi Estado Mayor, fue muerto al principio
del combate; han sido heridos tres tenientes y tres capitanes y nuestras
pérdidas en la clase de tropa han sido diez y seis muertos y ocho heridos.
Todos los ciudadanos que componen la
Brigada del Centro han cumplido con su deber. Oportunamente
comunicaré a usted los nombres de los que han perdido la vida o han derramado
su sangre en defensa de nuestra Independencia. Entre tanto suplico a usted se
sirva poner en conocimiento del C. Presidente de la República, este pequeño
hecho de armas, manifestándole que los invasores no dejaran de ser hostilizados
en el territorio veracruzano.
DE
IGNACIO COMONFORT A MIGUEL BLANCO
Tropas
mexicanas
Y
tengo la honra de transcribirlo a usted para conocimiento del C. Presidente
Constitucional, a quien se servirá presentar mi más cordial felicitación por la
victoria que nuestras armas alcanzaron la jornada de que se trata. Libertad y
Reforma. San Lorenzo 7 de Mayo de 1863
DE
MIGUEL BLANCO A IGNACIO COMONFORT
Se
ha recibido en este Ministerio, el oficio de usted de fecha 7 del actual, en
que comunica el encuentro el encuentro que el Comandante del estado de Veracruz
tuvo con una fracción enemiga de 60 hombres que bajaban del Chiquihuite a la
cual batió hasta obligarla a rendirse, lo cual ha sido muy satisfactorio al
Presidente de la
República. Independencia y Reforma, mayo 12 de 1863, Blanco,
C. General en Jefe del Ejercito del Centro.
**
Secretario de Estado y del Despacho de Guerra y Marina (23 de mayo, 1862 a 25 de Mayo de 1863).
Águila
del Obelisco en Camarón de Tejeda
El
anterior documento es muy importante para comprender los eventos, pues fue
escrito casi después de la batalla, de primera mano, donde se narran los hechos
simplemente, sin embellecer nada, como es la literatura escrita por soldados.
En el mismo documento, el autor se refiere a la batalla, como un pequeño hecho
de armas, donde contrariamente a otras fuentes, se establece que la cantidad de
tropa mexicana era de ochocientas cincuenta soldados, no dos mil; que la
mayoría de los soldados eran miembros de la Guardia Nacional
con las pocas fuerzas federales que el coronel Milán logro reunir. Se establece
que se recogieron todas las armas del campo, contrariamente a la creencia que
se les permitió conservar sus armas a los prisioneros de guerra, que aparte de
los heridos, 24 cayeron en nuestro poder,-señala el autor -sin que escapase uno
solo; que no fueron 300 los muertos del lado mexicano, el documento señala 17,
dato a considerarse, pues al calor de los hechos apenas vividos, el coronel
Milán no tenía por que cambiar las cifras, toda vez que sus fuerzas estaban
compuestas de tropas regionales, de las que era responsable ante las
comunidades que las habían aportado, el grueso de soldados voluntarios, como lo
eran los miembros de la
Guardia Nacional. Una suma de bajas tan elevada, hubiera
tenido efectos devastadores en la lucha contra la intervención francesa en
Veracruz y se sabe que el Coronel Milán, participó en 1867 en el sitio y
ocupación del Puerto de Veracruz. Sin menoscabar otras versiones del evento, no
veo la razón en dudar de las palabras de un patriota mexicano en el lugar de
los hechos.
Infantería
federal y de la
Guardia Nacional 1863
(2)
Versión
Francesa
Por
su importancia histórica en el desarrollo de la Batalla de Camarón,
presentamos a continuación la versión francesa del evento, denominada por el
Ejército Francés y especialmente por la Legión Extranjera
Francesa "Relato del combate de Camarón"
Es
un relato como dijimos histórico, solo que este posee el grado de reliquia y es
un autentico ritual de la
Legión, leído en todos los regimientos de la Legión Extranjera,
cada 30 de abril, en una ceremonia militar solemne. Se debe resaltar que esta
ceremonia, es la celebración principal de la Legión Extranjera
y representa el sancta sanctorum del ideal legionario: cumplir con la misión
hasta el final y cumplir con su juramento. Esta versión se debe a la generosa
colaboración de Bernardo Sánchez, quién lo presenta del original leído en las
ceremonias y como consta, en los documentos oficiales de la Legión Extranjera
y es dado a cada legionario para su conocimiento y veneración.
“El
ejército francés sitiaba Puebla.
La Legión tenía por misión de atender, sobre 120 kilómetros, la
circulación y la seguridad de los convoyes. El Coronel Jeanningros, quien
mandaba, sabe, el 29 de abril de 1863, que un gran convoy llevando tres
millones en efectivo, material de sitio y municiones estaba en marcha hacia
Puebla. El Capitán Danjou, su adjunto principal, lo persuade de enviar por
delante del convoy una compañía. La 3° compañía del Regimiento Extranjero fue
designada pero ella no tenía oficiales disponibles. El Capitán Danjou toma él
mismo el mando y los Subtenientes Maudet, abanderado, y Vilain, pagador, se
unen a él voluntariamente.
La
otra gran reliquia la prótesis de madera del Capitán Danjou
es
paseada en la ceremonia de Cammerone en Aubagne en 2009
El
30 de abril, a la 1 de la mañana, la 3° compañía, compuesta de tres oficiales y
sesenta y dos hombres, se pone en
marcha. Ella había recorrido alrededor de veinte kilómetros cuando, a las 7 de
la mañana, se detiene en Palo Verde para hacer el café. En ese momento, el
enemigo aparece y el combate se traba inmediatamente. El Capitán Danjou hace
formar el cuadro y, mientras se bate en retirada, rechaza victoriosamente
varias cargas de caballería, infligiendo al enemigo las primeras pérdidas
severas.
Vitrina
con objetos personales del Capitán Danjou
Llegado
a la altura del hostal de Camarón, una amplia construcción compuesta por un
patio rodeado de un muro de tres metros de alto, él decide de atrincherarse ahí
para distraer al enemigo y retardar así lo más posible el momento donde este
podría atacar al convoy.
Legionarios
en la época de la
Intervención francesa
Mientras
que los hombres organizan a toda prisa la defensa de ese hostal, un oficial
mexicano, haciendo valer la gran superioridad numérica, advierte al Capitán
Danjou de rendirse. Este le responde: "Tenemos cartuchos y no nos
rendiremos". Luego, levantando la mano, jura de defenderse hasta la muerte
y hace prestar el mismo juramento a sus hombres. Eran las 10 de la mañana.
Hasta las 6 de la tarde, estos sesenta hombres, que no habían comido ni bebido
desde la víspera, a pesar del calor extremo, el hambre y la sed, resisten a dos
mil mexicanos: ochocientos jinetes, mil doscientos infantes.
Certificado
de buena conducta y servicios militares reflejo de lo ocurrido el 30 de abril
de 1863, lo encabeza la palabra Camerone, Camarón, nótese la uniformidad de la
época
A
medio día, el Capitán Danjou muere de un balazo en pleno pecho. A las 2 de la
tarde, el Subteniente Vilain cae, alcanzado por una bala en la frente. En ese
instante, el Coronel mexicano logra meter el fuego a la hostería.
A
pesar del calor y el humo que vienen a aumentar sus sufrimientos, los
legionarios aguantan bien, pero muchos de ellos están heridos.
Pasillo
de la Hacienda
de la Trinidad,
escenario del enfrentamiento
A
las 5 de la tarde, alrededor del Subteniente Maudet, sólo quedan doce hombres
en estado de combatir. Al llegar ese momento, el Coronel mexicano reúne a sus
hombres y les dice de que vergüenza se cubrirán si no logran abatir a ese
puñado de bravos (un legionario que comprende el español traduce a medida que
el Coronel habla). Los mexicanos van a dar el asalto general por las brechas
que lograron hacer, pero antes, el Coronel Milán lanza una última oferta de rendición
al Subteniente Maudet; este la rechaza con desprecio.
Guión
de la Legión
Extranjera
Se
da el asalto final. Pronto, sólo quedan al lado de Maudet cinco hombres: el
Cabo Maine, los legionarios Catteau, Wensel, Constantin, Leonhard. Cada uno
conserva todavía un cartucho: tienen la bayoneta calada y, refugiados en una
esquina del patio, con la espalda pegada al muro, hacen frente: a una señal,
descargan sus fusiles a bocajarro sobre el enemigo y se precipitan sobre él a
la bayoneta.
Virtuti
Militari
El
Subteniente Maudet y dos legionarios caen, heridos de muerte. Maine y sus dos
camaradas van a ser masacrados cuando un oficial mexicano se precipita sobre
ellos y los salva; él les grita: "¡Ríndanse!". "Nosotros nos
rendiremos si ustedes nos prometen levantar y cuidar a nuestros heridos y si
ustedes nos dejan nuestras armas". Sus bayonetas permanecen amenazadoras.
"¡No se rehúsa nada a hombres como ustedes!" responde el oficial.
Camarón
a las 17:00 hrs. 30 de Abril 1863, oficiales mexicanos contienen a los soldados
atacantes para preservar la vida de los últimos Legionarios sitiados
Los
sesenta hombres del Capitán Danjou han cumplido hasta el final su juramento;
durante once horas, han resistido a dos mil enemigos, matando a trescientos y
hiriendo a tantos otros. Ellos han, con su sacrificio, salvando el convoy,
cumplido la misión que se les había encomendado.
Timbre
postal francés conmemorativo de Camarón
El
Emperador Napoleón III decidió que el nombre de Camarón sería escrito en la
bandera del regimiento extranjero y que, además, los nombres de Danjou, Vilain
y Maudet serían grabados en letras de oro sobre los muros de los
"Inválidos" en París.
Además,
un monumento fue construido en el lugar del combate en 1892. Lleva la siguiente
inscripción:
Fueron
aquí menos de sesenta
opuestos
a todo un ejército
Su
masa los aplasta
la
vida antes que la bravura
abandona
a estos soldados franceses
el
30 de abril de 1863
en
su memoria la patria eleva este monumento
Desde
entonces, cuando las tropas mexicanas pasan delante del monumento, ellas
presentan armas.”
(3)
La Hacienda de Camaron (81)
Lucien-Louis
Lande, in Souvenirs d'un soldat,
éditeurs H. Lecène et H. Oudin, Paris, 1886 Revue des deux mondes du 15 juillet
1878 Souvenirs d'un soldat /L.-Louis Lande
Nosotros
habíamos partido, como refuerzo de todas las armas, enviados a las órdenes del
general Forey, tras el fracaso de Puebla. El regimiento extranjero, del que
tantas veces se había hablado en Argelia, habría de encontrar en México, oportunidades para distinguirse.
Después
de desembarcar, nos llevaron al interior. Nuestro 3er Batallón se había
detenido en Soledad, a ocho leguas cerca de Veracruz. Los otros dos, con el
coronel Jeanningros, habían continuado hasta la serranía de Chiquihuite, donde
en la base de la misma se establecieron, para tomar el camino, que de Veracruz
conduce a Córdoba.
El
Chiquihuite, es por decirlo así, el primer paso que separa las tierras
templadas de las tierras cálidas. Usted ya conoce por el mapa, el aspecto particular del territorio
mexicano. Nosotros, con mucha precisión, lo
comparábamos con un plato invertido que
lo superpone un tazón, también
invertido. Los dos bordes del plato y el tazón figurativamente, uno en
la zona de tierra caliente, que incluye todo el litoral y que se hunde, por una veintena de leguas en el interior del
país y el otro la zona intermedia, llamada la tierra templada. El espacio
plano, situado en la cumbre, constituye la tercera zona, son las tierras frías
o altiplano; que es la mayoría de nombres de los lugares en México. Chiquihuite
(82) tiene un sentido preciso y significa en lengua indígena, cesta o cargador,
al igual que nuestros chiffoniers (83). Por su forma, en efecto la montaña,
recuerda bastante bien uno de esos polisones (84) traseros.
De
todos modos, al llegar nosotros, el coronel se dio a la empresa de establecer,
a cierta altura, en las primeras
pendientes de la cadena, un puesto de observación. A partir de ahí, dominó
parte de la llanura y principalmente, Paso del Macho, que extendió nuestro
avance. Un catalejo, a disposición de los soldados del puesto, les permitía
detallar a lo largo de la campiña, entonces infestado por partidas mexicanas y
reportar inmediatamente cualquier movimiento sospechoso.
Un
mes ya había pasado sin incidentes graves y yo estaba precisamente en guardia
hacia la montaña, con dos escuadras de mi compañía, al mando de un sargento.
Cuando, el 29 de abril, cerca de las once horas de la noche, la orden vino a
nosotros, de juntar pronto a nuestros
camaradas, que acampaban en la parte inferior.
Tan
pronto como llegamos al punto de reunión tomamos café. Y a eso de la una de la
mañana, la compañía se puso en marcha.
Al
mismo tiempo, un inmenso convoy militar concentrado en Soledad, a punto de
dejar ese puesto, con destino a Puebla, donde el segundo sitio había comenzado,
hace más de dos meses. Nos pidieron ir a su encuentro, para despejar el terreno
delante de ellos, entre Chiquihuite y Soledad.
Una
bella compañía la nuestra, la 3ª
del primer regimiento, como dice el dicho en el ejército ¡Y que pasaría
como una de las mas sólidas de la
Legión! Había de todas las nacionalidades, como es bastante habitual. En el regimiento había
polacos, alemanes, belgas, italianos, españoles, gentes del norte y la gente
del sur. Pero los franceses seguían siendo mayoría. ¡Cómo! Estos hombres, si
bien de origen diferente, en costumbres y lenguaje, se encontraron ellos, en
los mismos peligros, tanto como las
ligas de de su país natal. ¿Qué tipo de necesidad los empujo, por que sed
de aventuras, por aquella serie de pruebas y decepciones? ¡No preguntamos
siquiera! Porque la vida en común y la
vecindad del peligro había suavizado los caracteres, borrado las distancias. Y
hemos buscado en vano, entre los elementos tan dispares un acuerdo y una
cohesión más perfecta. Con esto, todos eran valientes, y soldados
experimentados, disciplinados y pacientes, sinceramente devotos de sus jefes y
su bandera.
Teníamos
en nuestras filas, al partir, 62 hombres de tropa, suboficiales incluyendo la
mayoría de tres oficiales: el capitán Danjou, ayudante-mayor, el subteniente
Vilain y subteniente, Maudet porta estandarte, que si bien eran ajenos a la
compañía, habían obtenido de hecho, reconocimiento. Nuestro teniente, enfermo,
se quedó tumbado en el campamento de Chiquihuite. Nosotros portábamos el uniforme de verano, una pequeña chaqueta
azul, pantalones de lino y para protegernos del sol, el enorme sombrero del
país en palma de latania (85) (Palma americana) duro y fuerte, que nos habían
sido surtidos, por los almacenes militares. Nuestras armas, al igual que las de
otras tropas del cuerpo expedicionario, fueron la carabina Minie (86) de bala
forzada, entonces, con toda su prestigio y la bayoneta-sable. Dos mulas nos
acompañaban, llevando provisiones.
Después
de alrededor de una hora de marcha, llegamos a Paso del Macho, en el borde de
un profundo barranco sinuoso, al
fondo del cual, fluye una torrente de
agua. Este puesto estaba ocupado por una
compañía de granaderos, al mando del capitán Saussier. Una vieja torre en
ruinas dominaba el barranco, que podría servir a la vez como lugar de
observación y de refugio. Nosotros no
nos demoramos, más que un instante. Los oficiales intercambiaron unas pocas
palabras y luego se dieron la mano. Y, después de cruzar el río por un puente
estrecho, sin una declaración, continuamos nuestro camino.
Hemos
seguido en dos filas apretadas en medio de la carretera. ¡Todavía era plena noche! El terreno fuertemente accidentado, en esta parte, estaba cubierto
de bosques y arbustos altos y podría ocultar algunas emboscadas. En ciertos
lugares, a ambos lados de la carretera, se extendían amplios claros, hechos en
la espesura de la maleza, debido a un incendio al paso de un convoy militar. En
relación al camino mismo, este nunca fue reparado y estaba maltratado por las
lluvias torrenciales del invierno. Debido a la corriente sin fin de coches y
arcones, era casi impracticable. Y, tuvimos ese instinto de vigilancia, por el
hábito de caminar en países vírgenes, al poder rodar de repente en
agujeros o grietas profundas como los precipicios.
Al
despuntar el día, nos acercamos al pueblo de Camarón, cangrejo en español.
Tiene ese nombre extraño, por un pequeño arroyo que fluye a unos pocos cientos
de metros y que al parecer, está lleno de mariscos de un tamaño y sabor
inigualable.
Como
casi todos los pueblos de los alrededores, fue completamente destrozado por la
guerra. ¡Por otra parte, no debemos malinterpretar la importancia de los daños!
Un triste techo de paja descendía casi hasta el suelo, con el apoyo de alguna
manera, por dos o tres postes mal desbastados o algunas ramas de los árboles, a
veces con un puñado de tierra para rellenar huecos, es lo que constituye la
casa india. Y se puede colapsar, en
cuanto estás de espaldas, al menos no cuesta mucho en verdad, pues no hay mucho
que reconstruir. Casas verdaderamente dignas de este nombre, sólidamente
construidas, siguen siendo la gran excepción.
Camarón
entonces era. Se encontraba en el lado derecho del camino, era un edificio
cuadrado, grande, de unos 50
metros, hacia todas las direcciones y construido en el
estilo de todas las fincas o haciendas en el país. La fachada orientada hacia
el norte, a lo largo de la vía, era de un piso de altura, lucida y encalada,
coronada con techo de tejas rojas. El resto consistía en una sola pared muy
gruesa, hecha de piedra y barro, con una altura media de tres metros. Dos
puertas que se abren hacia el oeste, daban acceso al patio interior, llamado
corral. Aquí es donde, cada noche, en tiempos normales, descansaban carretas y mulas, por miedo a los ladrones, aun muy numerosos y
muy emprendedores en estos lugares, como en todo México.
Nosotros
entramos. La casa estaba vacía y no tenía muebles. Sólo algunos trastos viejos
y restos de esteras de cuero en el suelo, dejados allí por los arrieros de
cruce. En la fachada, al otro lado de la carretera, había dos o tres pobres
edificios, a medio derrumbar y desiertos también ellos.
Al
final del pueblo, la mayoría de la compañía se dividió en dos secciones, a
derecha e izquierda, para batir entre el bosque. El capitán, con una escuadra
de fusileros y dos mulas, continuó sobre el camino. El punto de encuentro, fue
dado a cada una en Palo Verde, un lugar en donde generalmente paran los trenes,
debido a un manantial que está cerca y proporciona un agua excelente.
De
hecho, después de una larga caminata por el bosque, ya que no habíamos
encontrado ni rastro del enemigo,
nosotros regresamos a Palo-Verde. En este punto, el terreno, se eleva
ligeramente está completamente plano, dentro de varios cientos de metros. Más
de pronto la selva se volvió más verde y
más espesa que nunca.
Nosotros
habíamos marchado más de seis horas. Era pleno día. El sol, lanzaba todo su
esplendor, nos prometía un día caluroso. Se hace un alto. Los observadores se
colocan alrededor del claro, en previsión de una sorpresa. Las mulas son
descargadas y el cabo Magnin, se dirige a la fuente, con una escuadra. Un gran
cobertizo de tablones, con techo de paja se construyó, bajo un grupo de árboles
al abrigo del sol. Mientras que algunos hombres cortan madera, otros preparan
café y algunos se extienden para dormir.
Una hora no había transcurrido, el agua estaba hirviendo en los tazones
y uno iba a poner café en ellas, cuando del lado del camino de Camarón que
habíamos dejado, dos o tres centinelas señalan algo que anormal.
El
polvo se elevó en el cielo en grandes remolinos. A esta distancia y bajo los
rayos cegadores del sol, no era fácil distinguir más. Sin embargo, no habíamos
encontrado persona por el camino. Y si cualquier movimiento de tropas hubiera
ocurrido a nuestras espaldas, lo habríamos
advertido. Todo eso era un buen augurio.
El
capitán tomó su catalejo ¡A las armas el enemigo! - Gritó de repente. Y, en
efecto, avistados con el telescopio, con que se podía ver muy bien, eran
jinetes, vestidos con el sombrero nacional de ala ancha. Tenían, según la
costumbre, ubicado su saco en la parte delantera de la silla de montar y
estaban por lo tanto, en mangas de camisa.
Como
nos enteramos después, desde hacía varios días, había una columna de liberales,
con cerca de 2.000 hombres, con muchos
jinetes, así como infantería, al mando del coronel Milán. Esta tropa
acampaba a orillas de La Joya,
a unas dos millas de nuestra línea de comunicación, observando al convoy. Por
una cosa sobre todo se sentían atraídos,
el anuncio de tres millones en moneda de oro, guardados en una furgoneta
y que el tesoro se dirigía a Puebla, para pagar el sueldo de las tropas
sitiadoras. Gracias a su perfecto conocimiento local y habilidad verdaderamente
maravillosa, con que cubren sus marchas,
desde el campamento de Chiquihuite, ni siquiera sospechábamos la presencia de
una fuerza en este sector. Por el contrario, el campo entero se llenó de sus
exploradores. Además, cuando aún la
compañía no había salido de Paso del Macho, que nuestro avance se
informó y 600 jinetes montaron en silla para seguirnos. Ellos se mantuvieron a
cierta distancia de nosotros toda la noche, sin nuestro conocimiento. Habían
contado nuestros hombres y sabía cuántos éramos. Temiendo que su posición fuera descubierta, los
mexicanos habían planeado capturarnos para no perder el convoy.
Con
el primer grito de alarma, le damos una
patada a los tazones. Recordamos a la
escuadra de la fuente con gran prisa. Se recarga a los animales. En
menos de cinco minutos, todos estábamos bajo el mando de las armas. Mientras
tanto, los mexicanos habían desaparecido. Obviamente, se preparó una emboscada a nuestras espaldas. Lo
mejor era, en este caso, volver sobre nuestros pasos y mirar, ver más de cerca al enemigo que nos ocupa.
Salimos
de Palo Verde en columna, precedidos por una escuadra de fusileros. Pero
entonces, en lugar de seguir el camino, el capitán ordena a la compañía tomar a
la derecha y entrar en los matorrales. Teníamos la doble ventaja de ocultar
nuestros movimientos y aprovechar la ocasión, para rechazar más fácilmente los
ataques de la caballería liberal.
El
bosque se extiende infinito en dirección a La Joya. Por encima de los
arbustos, altas matas de hierba se levantan. Ellos estaban conectados por
lianas que caían en guirnaldas, con magnolias, árboles de caucho, marañones y
los demás arbustos extraños. Todas las esencias preciosas de una naturaleza
privilegiada. En momentos, el matorral se hizo tan denso que tuvimos que abrir
el camino con el filo de la bayoneta. Aquí y allá, corrían unos estrechos
senderos, conocidos solamente por los nativos.
Caminamos
durante más de una hora sin ver al enemigo. Graduado como uno de los primeros
de Escuela de Saint-Cyr, aún jóven, estimado por los jefes y adorado por los
soldados, el capitán Danjou, era lo que se puede decir, un oficial con
porvenir. Gravemente herido en Crimea, terminaría manco del brazo izquierdo, se
hizo a una mano articuladada que se utilizaba con gran habilidad, como montar a
caballo. Además de su valor, lo que lo distinguía era la seguridad particular,
la prontitud a golpe de vista, nunca encontramos defecto. Ese día, portaba
consigo un mapa del país, extenso, elaborado a mano por los oficiales del
Estado Mayor francés y consultdo a menudo por él. A cierta distancia delante de
nosotros corría el río, profundamente hundido entre dos colinas con bordes escarpados y
probablemente, custodiadas por muchos
enemigos. Avanzar más podría parecer
peligroso. Nos hizo hacer un cambio de rumbo, y nos dirigimos hacia Camarón.
En
el momento en que llegamos a la carretera, a unos 300 metros de la
hacienda, hubo un disparó desde una ventana, que vino a perjudicar a uno de
nuestros compañeros en la cadera.
La
compañía se precipita a toda velocidad hacia la entrada de la aldea. Se divide
simultáneamente hacia ambos lados, reuniéndose en el otro extremo y nada nuevo
ha confirmado la presencia del enemigo. Nos detuvimos, al pie del arma, mientras
una escuadra buscaba cuidadosamente en las casas. Al mismo tiempo, ya que de
hecho es muy caliente y la sed empezó a molestarnos, los hombres con sus
cantimploras, descendieron a un pequeño barranco, situado a pocos pasos a la
derecha y en donde a veces, hay agua en el hueco la roca. Por desgracia, la
temporada de calor ya había llegado y nos tuvimos que quedar en nuestra sed. En
el pueblo, buscamos en vano, el tirador diestro no estaba más allí. Sin duda
alguna, el centinela enemigo había huido
con nuestra búsqueda.
Nos
dirigimos después al camino hacia Chiquihuite. Nosotros fuimos divididos
nuevamente en dos secciones, una a cada flanco, las mulas, el capitán y una
escuadra en el centro, además de la escuadra de retaguardia, a 100 metros de distancia.
Apenas
habíamos andado algunos pasos, cuando de repente vimos, en una colina a la
derecha y detrás de nosotros, jinetes mexicanos congregados, espada en mano y
listos para cargar. Tenían sus chaquetas
de cuero sobre sus hombros y nosotros les reconocimos muy bien. El tiro del
centinela les había alertado. Con esta vista el capitán Danjou, reúne las dos
secciones y la escuadra de retaguardia, nos hace formar en cuadro, para
soportar mejor la carga. En el centro ponemos las mulas. Las dos malditas bestias,
presionadas por todos los lados y lamentando su antigua libertad,
saltaron, cocearon, que parecían un tren
del infierno. Nos vimos obligados a abrir las filas y ellas partieron a galope
tendido por la campiña, donde pronto serían capturadas.
El
enemigo tenía la ventaja sobre nosotros, del lugar, como el suelo, llano y
desnudo. Al borde del camino, favorecían las evoluciones de su caballería. A
paso lento descendieron la colina, se separaron en dos columnas con el fin de
rodearnos y alcanzando unos 60
metros, cuando cargo sobre nosotros con grandes gritos.
El capitán dijo que no se dispara, también, los dejamos venir sin pestañear, el
dedo en el gatillo. Un instante después y la masa como una avalancha, se
dirigió sobre el cuerpo. Mas a la orden de fuego, una terrible descarga
revierte a caballos y jinetes, mete el desorden en sus filas y los detiene en
seco. Nosotros continuamos el tiroteo a discreción. Ellos se retiraron.
Sin
perder tiempo, el capitán nos hace cruzar una zanja pequeña, cubierta de nopal,
formando una valla que bordeaba el camino de la izquierda y remontándose hacia Camarón. Además de este obstáculo,
debíamos detener el impulso de la segunda carga, esperábamos llegar al bosque,
que pudimos percibir al borde de 400 o 500 metros de distancia
y con su cubierta regresar a Paso del Macho sin problemas.
¡Todo
el asunto era llegar hasta allí! Por desgracia una partida de mexicanos, tenía ya anulado el noreste de la hacienda.
Otros estaban tratando de cruzar la cerca de cactus. Mas la mayoría de sus
caballos eran robados. Una vez más, hemos formado un cuadro y como los
atacantes disminuyeron en número, mientras cargaban otra vez con la misma
formación, sostuvimos este ataque con más resolución que la anterior. Se
retiraron de nuevo.
Sin
embargo, nuestra situación era crítica. ¿Retirarse a los bosques? No podría pensarse más. La hacienda, sin
embargo, no estaba lejos. Con serenidad y suerte también, podríamos refugiarnos
detrás de las paredes y mantenernos, hasta la probable llegada de un rescate.
La
idea del capitán fue tomada en breve. A sus órdenes se calan las bayonetas.
Entonces, a su vez, con la cabeza baja, nos apresuramos con los corredores
delante de nosotros. Más ellos no esperaban correr como liebres. Si el mexicano ha demostrado a menudo, frente
a las balas un valor innegable e incluso un poco de arrogancia, parece que
cualquier encuentro con cuchillos, le es de mucho menor gusto.
Con
el mismo esfuerzo, se toma la distancia que nos separa de la granja y así penetramos en el corral. Entonces, todo el
mundo se encarga de organizar la defensa. El enemigo era invisible, aterrado de
nuestra impetuosidad toda francesa. Se refugió en el otro lado del
edificio. En ausencia de puertas largo
tiempo ausentes, de alguna manera, las
dos entradas son barricadas con maderos, tablas y todo lo que tumbamos a mano..
Al
principio pensamos en ocupar toda la casa, pero no tuvimos tiempo. Por otra
parte, no éramos lo suficientemente numerosos. Ya, el enemigo se había
presentado y había invadido las dos primeras habitaciones de la planta baja,
donde nos comunicamos con el piso superior. Una sola quedaba libre, situada en
la esquina noroeste y abría tanto en el exterior como en el interior. Nos
apresuramos a tomar posesión.
En
el interior del corral y a la izquierda de la segunda entrada, se elevaban dos
cobertizos adosados a la muralla. El primero estaba completamente cerrado y
casi intacto y el otro en la esquina, todo abierto, apenas protegido por un
techo tan solo sostenido por dos o tres troncos de árbol, en una pequeña pared de adobe que le daba apoyo. Frente al
ángulo, un cobertizo similar había existido alguna vez Sin embargo, la estructura había desaparecido
y no quedaba más que ladrillos de
retención, a media ruina. En el mismo
lugar, abierto en el muro encalado,
había una abertura antigua, lo suficientemente grande como para pasar un hombre
a caballo. Por precaución del capitán Danjou, una escuadra fue colocada en cada
una de las dos entradas. Otras dos ocuparon la habitación, con la misión de
vigilar las aberturas de la edificación, que daban sobre el camino. Otra fue
encargada de cuidar la abertura. Al
momento, querían batallar frente a la pared de las puertas de entrada.
Más era tan gruesa, si bien era construida de paja, arena y guijarros, que
podría perforarse dos agujeros. Con gran dificultad, nadie vivía allí.
Finalmente el sargento Morzicki, un polaco, fue enviado a la azotea, con unos
pocos hombres para observar los movimientos del enemigo. El resto de la
compañía fue puesta en reserva, entre las dos puertas, con un ojo
puesto, tanto en las cuatro esquinas del patio y listos para ir a donde el
peligro se volviera demasiado apremiante.
Con
estas disposiciones tomadas esperamos el ataque fieramente. Este podría ser en
ese momento, a las nueve horas y media.
Hasta
entonces, habíamos disparado de ambos lados, visto el intercambio, de algunos
disparos de fuego, sin que el enemigo pudiera aprovechar, la oportunidad de participar plenamente. En cambio, parecía
reacio a comenzar el ataque y no estábamos muy lejos de creer, que se
retiraría. Nos desengañamos pronto.
Morzicki
se apercibió, mientras caminaba en el techo, por encima de las habitaciones
ocupadas por el enemigo. Un oficial mexicano, con pañuelo blanco en la mano, él
mismo llegó a los pies de la muralla exterior y hablaba buen francés, en nombre del coronel Milán, nos
conmina a rendirnos: "Éramos demasiado pocos dijo: nos haríamos
inútilmente masacrar, más nos valdría resignarnos a nuestra suerte y deponer
las armas; a nosotros, nos prometía salvar la vida, que íbamos a dejarnos matar
innecesariamente, en vez de resignarnos a nuestra suerte y la entregarnos, se
nos prometió la vida.'
Este
parlamentario era un joven de veintidós o veintitrés años. Era hijo de un
francés y fue llamado Laisné. Él estaba
establecido por largo tiempo, como capitán en el Puerto de Veracruz. Había
pasado por la academia militar de Chapultepec, en Ciudad de México. Tuve la
oportunidad de conocerlo más tarde y como todos mis camaradas, no he tenido más
que elogios por su benevolencia y
humanidad. Por el momento, tenía el rango de capitán y cumplía los
deberes de ayudante del coronel Milán.
Morzicki
vino a traernos las propuestas del enemigo. El capitán le instruyo para
contestar simplemente que teníamos cartuchos, que no nos rendiríamos.
Entonces
el fuego se desató en todas partes a la vez, nosotros éramos apenas uno contra
diez. Como el ataque fue tan vigorosamente conducido que no se como pudimos
resistir.
Afortunadamente,
habíamos tenido que hacer frente, sólo con los jinetes, quienes se vieron
obligados a desmontar, dificultados por su grandes chaparreras de montar, poco
habituados también por otra parte, con este tipo de combate. Venían solos o en
pequeños grupos, para no exponerse a nuestras balas cilíndricas ¡Que no
escatimábamos! Debo decir que sabíamos tirar.
Ellos
no fueron los únicos en sufrir, porque nosotros estábamos imperfectamente
protegidos y muchos de nosotros, cayeron muertos o heridos. Sobre todo en el
dormitorio, la lucha fue terrible. Los mexicanos trataban de invadir desde el
exterior. Al mismo tiempo, los que ocupaban las habitaciones contiguas, habían
comenzado a penetrar en las aperturas de las paredes y techos. Los defensores
así presionados, comenzaron a debilitarse.
Tranquilo,
sin miedo en medio del tumulto, el capitán Danjou parecía multiplicarse. Yo
siempre lo veo otra vez, con su hermosa cabeza inteligente, donde la energía es
tan atemperada por la dulzura. Pasó de una estación a otra, independientemente
de las balas que atravesaban el patio, animando a los hombres con su ejemplo,
nos llama por nuestro nombre y diciendo a cada uno, nobles palabras que calientan el corazón y el
sacrificio de la vida es menos doloroso y
más agradable, al momento de peligro. Con estos jefes, nada es
imposible.
Hacia
las once del día, llegó a visitar el puesto de la sala y él mismo reconoció,
que no podría aguantarse mucho más. Cuando regresando de la reserva, fue
alcanzado por una bala en pleno pecho, se quedó con la mano en la herida.
Algunos de nosotros corrimos para asistirle, pero el tiro fue mortal. La sangre
brotaba de su pecho y caía al suelo. El Sub-Teniente Vilain, puso una piedra
bajo su cabeza. Durante otros cinco minutos, rodó sus ojos extraviados en sus
orbitas. Él tenía, dos o tres sacudidas convulsivas. Entonces su cuerpo se puso
rígido y murió sin recobrar el conocimiento. ¡Algún tiempo antes de caer, nos
había hecho prometer que íbamos todos a sostenernos, hasta el extremo último!
Todos habíamos jurado.
Mientras
tanto, la habitación fue evacuada, los mexicanos, a golpes de culatas fueron
capaces de forzar una puerta interior, que comunicaba esta pieza con la otra en
la planta baja y en la que nuestros hombres, dispararon a quemarropa. Se vieron
obligados a retirarse. Más, de catorce al principio, no permaneció más de
cinco, que fueron a fortalecer, diversos puestos en el patio.
El
teniente Vilain tomó el mando como propietario, era suyo por derecho. Pequeño,
delgado, rubio de pelo rizado, casi un infante, fue suboficial y tenía sólo
seis meses en el grado, un hombre con un gran corazón para los demás y que no
rehuía el peligro.
La
defensa continuó. Los mexicanos eran los dueños de la casa entera. Pero ellos
no disfrutaron de su ventaja por mucho tiempo. Emboscados en el patio, nosotros
usamos todas las aperturas con un fuego tan intenso y preciso, que tuvieron que
dejar la plaza, primero el piso
superior, luego la planta baja. Por consiguiente, no aparecían sino a
intervalos y a cubierto. Pero con sólo una cabeza, un brazo de uniforme en la
jamba de una puerta o ventana, una bala bien dirigida castigaba esa
imprudencia.
Cerca
del mediodía, oímos un sonido lejano de corneta. Nosotros todavía no habíamos
perdido toda esperanza y creímos por un momento, que los franceses venían en
nuestro rescate. Entonces, temblando de alegría, estábamos a punto de salir del
corral, para correr delante de nuestros camaradas. De repente, el batir los
tambores, esos pequeños tambores mexicanos, roncos y planos, como la
panderetas, jugando una especie de marcha saltarina, muy diferentes de nuestras
melodías francesas y a partir de aquello no podíamos más, mal interpretar.
Fue
la infantería del coronel Milán, que se anuncia, a la izquierda, en la mañana,
desde el campamento de la
Joya. Prevenidos más tarde del combate de Camarón, habían
agregado el peso de sus armas, en una lucha muy desigual.
Morzicki
se había unido a nosotros y luchaba en el patio. Flexible como un jaguar, se
ayudaba para subir, con la menor
rugosidad de la pared a escalar. Volvió a su puesto de observación en la
peligrosa azotea. Él se apercibió, masa en avance hacia la hacienda, era toda
la infantería.
Estaban
allí al menos tres batallones fuertes de 400 hombres en promedio y portando
cada uno el nombre del distrito o el cantón de donde eran: Veracruz, Córdoba,
Jalapa.
Como
siempre sucede en un ejército improvisado y este fue el caso de los mexicanos,
el traje entero y el equipo dejó mucho que desear. Sin embargo, en ese
desorden, sentimos preocupación meritoria, buena conducta y regularidad. Los hombres del batallón de
Veracruz, vestían todos o casi todos, pantalones anchos de tela y chaqueta
gris, bordada en azul, como tocado, el gran sombrero de paja. El batallón de
Córdova, difería sólo por el color de la tela que era azul y el de Jalapa, el
mejor vestido de los tres, también tenía los pantalones de lino gris, chaqueta
azul abierta por delante y en lugar del sombrero mexicano, el kepí, con la
indispensable cubre nucas, que cae sobre los hombros. El mayor número calzaba
botas de cuero color canela, atada en el empeine. Los demás, mantenían sus
sandalias o huaraches, atadas con cordones a las suelas, muy similares a las
alpargatas españolas.
Los
jefes estaban vestidos en mucho de la misma manera, excepto la calidad más fina
de la tela. Vestían pantalones con ribetes de color azul o rojo y una túnica de
campaña corta, a la usanza vasca, adornada con botones dorados en la parte
delantera, con el grado en cada hombro. Todos los oficiales de alto rango
llevaban botas blandas y revolver en el cinto.
En
cuanto a la caballería, consistía
fundamentalmente de irregulares y de guerrilleros.
Acerca
de la apariencia, era la más común del jinete mexicano y que todo el mundo conoce, a las piernas, tenían
chaparreras de piel, abiertas de la base hasta arriba, se ensanchan sobre los
pies y recortada a lo largo de la costura, una triple hilera de botones
metálicos. Alrededor de la cintura, pudimos ver el cinturón de lana rojo,
chaleco y chaqueta de cuero, decorado con profusión de trenzas y bordados de
plata y en la cabeza, un sombrero de fieltro gris, con grandes alas
horizontales que rodeaba la toquilla, con amplia franja de plata o de oro y las
espuelas desmesuradas, con enormes estribos de madera, en forma de suecos
cuadrados, cubiertos de metal, mas también la pesada silla de fuste. Todo esto
era un curioso contraste, con el tamaño de sus caballos, poco elevados la mayor
parte, pero de una fuerza notable y maravillosamente preparados.
Solo
un escuadrón portaba el uniforme militar, un abrigo de paño azul con bolsas
pequeñas, pantalón azul completado con la fornitura de cuero, cartucheras
blancas, kepí y cubre nucas, eran los dragones. Además, todas esas tropas,
estaban armadas superiormente, con armas perfeccionadas de origen americano,
los jinetes de sable, revolver y mosquetón. Buen número de guerrilleros tenían
también la lanza y los soldados de infantería, carabina de alma rayada y el
sable-bayoneta. Buen número de guerrilleros tenían la lanza y la infantería la
carabina de de alma rayada (87) y la espada bayoneta. ¡En verdad, faltaba más
que cañones!
Nos
miramos en silencio. A partir de ese momento, nosotros habíamos
comprendido que todo estaba perdido y
que tan solo nos quedaba, más que bien morir. Para salir de malas, el viento no
estaba en dirección de Paso del Macho,
donde el capitán Saussier y sus
granaderos, de oír el tiroteo, no habría dejado de acudir en nuestra
ayuda.
Sin
embargo, Morzicki fue visto otra vez y por segunda vez el comandante de los
mexicanos, nos exhorto a nuestra rendición. El sargento seguía aun bullendo todo de la lucha, borracho de polvo
y de cólera. Él respondió como verdadero soldado, con una palabra poco
parlamentaria, pero al menos no dejó ninguna duda, acerca de nuestras
intenciones. Luego se apresuró a bajar y tradujo su respuesta al teniente
Vilain, que dijo solamente: “Lo has hecho bien, no, no lo haremos.”
Al
mismo tiempo, comenzó el asalto. El primer impulso de los mexicanos fue
terrible. Corrieron por todas partes para entrar en el patio, gritando,
vomitando contra nosotros imprecaciones e injurias, con esa abundancia que les
es propia, en estos casos y que facilita también, la inagotable riqueza del
vocabulario español: "¡Fuera perros franceses! ¡Abajo la chusma! ¡Abajo Francia! ¡Muerte a
Napoleón!" No puedo repetir todo.
Pero
nosotros, en calma, silenciosos, cada uno en su puesto, ajustábamos fríamente,
sin disparar, a nada mas que, donde y cuando, teníamos bien a nuestro hombre a
tiro de fusil, que le caía al más cercano. El flujo de los atacantes oscilaba
primero después, reculaba en tremor, para volver a la carga inmediatamente
después. Apenas habíamos tenido el tiempo de deslizar un nuevo cartucho al
cañón, cuando ya estaban sobre nosotros. Sus oficiales eran sobre todo,
magníficos en la audacia y la bravura.
En
la parte trasera a la fuerza, en el cuerpo de la vivienda, unos se ocuparon de
abrir con picos y pinzas en la pared, de
la planta baja, un gran hoyo hacia el patio. Al mismo tiempo, otros se
establecieron detrás de la parte de la pared, que daba a las grandes puertas. A
partir de ahí, se aprovecharon las aspilleras
perforadas por nosotros mismos y
lo hicimos, para poder defendernos, perforando de nuevo. Y, como el
nivel del suelo exterior, era superior al del patio, ellos se dirigían hacia
nuestro fuego prolongado. De este lado de nuevo, tuvieron éxito, aunque no sin
dificultad, para abrir una brecha de casi 3 metros.
Así
que cambiamos nuestras disposiciones. El puesto de reserva, donde yo era parte
y que estaba a medio camino, entre las dos entradas, se encontró a descubierto.
Nos unimos a los defensores de la puerta de la derecha, que no fue atacado y
juntos, hicimos el retiro en la esquina suroeste del patio, bajo el cobertizo,
donde continuamos disparando.
Cerca
de las dos y media, el teniente Vilain volvía de visitar la posición de la
brecha y cruzó el patio en diagonal, en dirección a las grandes puertas, cuando
una bala disparada del edificio, lo alcanzo en plena frente. Él cayó como
abatido.
En
este momento, debemos decir, un sentimiento de horrible tristeza, que penetró
hasta lo más profundo del alma. El calor era agobiante. El sol estaba en su
cenit, caía a plomo sobre nuestras cabezas. Un sol ardiente, despiadado como se
encuentra trópicos, bajo sus rayos que caen a pico, las paredes del patio
parecían todas blancas y la reverberación, nos quemaba los ojos. Cuando
abríamos la boca para respirar, nos parecía tragar fuego. El aire era pesado
como el plomo. Poseído de esas emociones, veo esas ondas que pasan a través de
las llanuras desérticas de la tarde, llamadas espejismos. El polvo levantado
por las balas perdidas, que atacaban el suelo del patio, tuvieron dificultades
para salir de la tierra y lentamente, subir en espirales sobrecalentados a la
vez, por los rayos del sol y la rapidez de nuestros disparos. El cañón de
nuestros fusiles, daba en nuestras manos la impresión de hierro rojo. Tan
intenso fue el calor de la atmósfera, en este pequeño reducto transformado en
horno, que los cuerpos de los hombres muertos, se descomponían ante nuestros los ojos. En menos
de una hora, la carne de las heridas se cubría de tintes lívidos.
Por
el desorden con los muertos, porque no había manera de rescatar a los heridos,
que yacían en el mismo lugar en el que se vieron afectados, mientras que uno
oía de afuera gemir a los mexicanos y gritar de dolor, invocando alternadamente a la Virgen o maldiciendo a Dios
y las Santos. Los nuestros, en un esfuerzo supremo, a pesar de su sufrimiento,
se mantuvieron en silencio. Temían los pobres muchachos, reconocer así nuestras
pérdidas y proporcionar confianza al enemigo.
No
habíamos comido, ni bebido desde la víspera. Las provisiones se habían ido con
las mulas. Nuestras cantimploras estaban secas, ya que al llegar a Palo Verde,
se había vaciado en los tazones, que se habían derramado y debido a nuestra
retirada precipitada, no tuvimos el tiempo de recargarlas de nuevo. Finalmente,
en el barranco, no habíamos encontrado agua. Sólo al partir, por órdenes del
capitán estaba en reserva en su mochila, una botella de vino que él mismo
capitán Danjou, al momento de organizar
la resistencia, distribuyó entre los hombres. Apenas se tenía unas cuantas gotas para cada uno, nos sirvió y la bebimos en la
palma de la mano.
Además,
la sed se apoderó de la garganta otra vez y se añade a los horrores de nuestra
situación. Una espuma blanca nos invade las comisuras de la boca y la misma se
coagula. Nuestros labios estaban secos como el cuero. Nuestra lengua tumefacta
apenas casi se movía. Nuestras sienes a
punto de romperse y nuestra pobre cabeza desvariando. Tales sufrimientos eran
intolerables. Solo pueden comprenderlos aquellos que viven en este clima
malsano y quienes conocen por la experiencia, el precio de un vaso o una gota.
Yo
vi a los heridos arrastrarse por el plano vientre y para calmar la fiebre que
los devoraba, la cabeza hacia adelante, lamiendo los charcos de sangre ya
coagulada, que cubrían el suelo. He visto a otros, locos de dolor,
presionar sobre sus heridas y succionar, ávidamente la sangre que mana
de sus cuerpos desgarrados. Más loca que
todas las repugnancias o que todos los ascos, la sed allí, era la que nos
presionaba. ¡Y luego nosotros habíamos jurado cumplir con nuestro deber!
Nos
bebimos nuestra propia orina.
En
verdad, este no era el momento, para sentir lástima por nosotros mismos o por
el sufrimiento de nuestros camaradas. Había que tener la mirada vuelta hacia
todos los puntos a la vez, derecha, izquierda, adelante, a las ventanas del
edificio, a las aberturas del patio, porque en todas partes, vimos brillar
cañones de fusil y la muerte venia de todas partes. Balas, más duras que el
granizo, se abatían sobre el cobertizo,
rebotando contra los muros y volaban a
nuestro alrededor las explosiones de piedra y los pedazos de madera. A veces
uno de nosotros caía. Entonces el vecino se agachaba, para buscar en sus
cartucheras para sacar los tiros que le quedaban.
De
la esperanza, no quedaba más. Sin embargo persona alguna, habló de rendición. El abanderado Maudet, un valiente
él también, había reemplazado a Vilain, fusil en mano. Combatió con nosotros en
el cobertizo, ya que por los avances del enemigo, no era posible cruzar el patio y comunicar
órdenes a las diferentes posiciones. De hecho, no era necesario. La consigna era
bien conocida por todos, mantenerse hasta el final, hasta la muerte.
Los
mexicanos empezaron a cansarse. Más entonces, para superar mejor nuestra
resistencia, ellos pensaron usar una
maniobra de guerra, en honor no muy
fuerte. Ellos apilaron paja y madera en
la parte norte-este del edificio y le prendieron fuego. El fuego consumió en
primer lugar un cobertizo externo, que daba a Veracruz y de ahí, se extendió
rápidamente a los techos.
El
viento soplaba de norte a sur y bajó sobre nosotros, un espeso humo negro, que no tarda mucho en
invadir el patio. Nosotros estábamos literalmente cegados y el olor acre de la
paja quemada, nos penetraba por la garganta; hizo aun más ardiente, la horrible
sed que hemos torcido las entrañas.
Finalmente,
después de una hora y media, el fuego se extinguió por sí mismo, falto de
alimento. Sin embargo, este incidente nos había sido funesto. A la favor del
humo que nos escondía sus movimientos, los mexicanos habían podido avanzar con
ventaja y disparar sobre nosotros con mas precisión. Las posiciones de la
apertura y la puerta de la izquierda, había perdido la mayor parte de sus
defensores.
Sobre
las cinco, hubo un momento de respiro. Los atacantes se retiraron, uno tras
otro, como obedeciendo a una orden recibida y fuimos nosotros capaces de tomar
un descanso, de respirar.
En
total, no éramos más de una docena.
En
el exterior, el coronel Milán había
reunido sus tropas en torno a él y las arengó. Su voz sonora llegaba hasta
nosotros, ya que cualquier ruido cesó y mientras hablaba, en el cobertizo, un
antiguo soldado de la compañía, Bartholotto, de origen español, muerto en el
acto a mi lado, unos momentos más tarde, traducía palabra por palabra su discurso.
En
ese lenguaje cálido y colorido, que hace el fondo de la elocuencia española,
Milán exhortó a sus hombres para acabar con nosotros. Él les dijo que no
éramos más que un puñado, muriendo de sed y fatiga, que debemos prender vivos y que si nos dejaban
escapar, la vergüenza sería para ellos imborrable. Les hizo jurar en el nombre de la gloria y de la
independencia de México y prometió reconocimiento muy alto del gobierno
liberal. Cuando terminó, se levantó un gran clamor y nos enteramos de que el
enemigo, estaba listo para un nuevo esfuerzo. Sin embargo, antes de atacar,
Milán nos hizo pasar un tercer requerimiento, nosotros ni siquiera contestamos.
El
asalto estuvo más terrible que nunca. El enemigo se precipitó en todas las
aberturas a la vez. En la puerta principal, el cabo Berg estaba solo. Fue
rodeado, tomado por los brazos, el cuello y eliminado. La entrada estaba libre,
y los mexicanos se lanzaron en tropel.
Sin
embargo, en nuestro rincón, como una extensión de la longitud del muro, todos
los que aparecieron en esta dirección, por delante de nosotros, hicieron
inmediatamente media vuelta, en menos de diez minutos. Había más de veinte
cadáveres, un montón, que obstruía el paso y contuvo el impulso de los recién
venidos.
Por
desgracia, casi al mismo tiempo, la entrada de la antigua brecha era forzada.
Cuatro hombres la seguían, defendiendo aun, Kuwasseg, Gorski, Pinzinger y
Magnin. Más, mientras que rechazan a los atacantes de afuera, rompiendo puertas
y ventanas, los mexicanos por detrás
invaden el patio. Nuestros camaradas se ven obligados a hacer frente a
este ataque inesperado, que les prende en reversa. En vano quieren resistir a
cuchillo, mas ellos son desarmados y apresados.
Bajo
el cobertizo, que siempre deseamos, el
pecho jadeante, los dedos crispantes, después de cargar nuestra carabina, luego
de armarla con un gesto inconciente y febril. Nosotros reservamos nuestra
atención para apuntar. Cada uno de nuestros favoritos, fue un agujero en sus
filas. Mas por un muerto, diez se presentaban.
La
puerta, una vez defendida por Berg, la entrada estaba abierta hacia el muro
rodeado, las ventanas y la puerta de la hacienda, vomitando un flujo de
asaltantes. Y arrastrándose sobre sus rodillas disimulados atrás del pequeño
muro del cobertizo destruido, en este momento, se estaban moviendo en el patio,
otros adversarios arribaban continuamente por la brecha antigua.
Aun era de día grande. En el cielo azul crudo,
sin nubes, el sol brillaba tan ardiente, tan implacable como a mediodía y sus
rayos apenas inclinados, como si se ensañaran en contra nuestra, buscando todos
los rincones del patio. Varios heridos golpeados por la insolación, presos de
delirio, ya no podían contener sus quejas y demandaban beber con voz
angustiosa, las manos contraídas, los ojos rojos y saltones. El desgraciado se
retorcía en ansiedad, antes de la agonía
y luchaba fuertemente su cabeza a descubierto sobre el suelo reseco.
Desde
la mañana, no había perdido ni un solo momento de mi sangre fría, o mi
presencia de ánimo. De repente, pensé que me estaba muriendo.
A
menudo, me enteré de que, en un peligro extremo, el hombre ve pasar en un
momento, los ojos del espíritu, todos los actos de su vida entera. Por mi
parte, y aunque el hecho de la guerra, me encontré en unas circunstancias
bastante difíciles, nunca había visto nada igual. Esta vez, fue a ser lo contrario. Era como uno de esos
destellos rápidos, que por las noches cálidas de los trópicos, los precursores
de la tormenta, rompen súbitamente la noche y va desde un polo al otro,
iluminando una enorme extensión, las montañas y llanuras, los bosques, las
villas y caseríos. Durante el período de
unos pocos segundos apenas, todos los detalles del paisaje parecen distintos en
su lugar. Así mi pasado apareció de repente. Yo vi a mi hermoso y el verde país
de Périgord y Musselburgh donde nací, así amablemente sentado entre los dos
ríos, mientras que el olor de los jardines perfumados y los pequeños camaradas
de clase y yo, jugábamos con los niños. Yo mismo me vi, joven soldado enlistado
en los zuavos, antes de partir hacia Crimea, herido en las trincheras y siendo
uno de los primeros, en participar en el asalto de Petit-Redan ¡Por fin condecorado! Me vi más
tarde en África, entrar a los Cazadores
a Pie y hablando con el polvo, sobre los árabes. Entonces, finalmente, hacer
mis galones de suboficial para formar parte de la nueva expedición y visitar esta tierra de México, donde dejaría
mis huesos.
En
efecto, el problema para nosotros, no
era ya más dudoso, acorralados en nuestro rincón, como jabalíes salvajes en su
guarida, estábamos listos para el tiro de gracia. De vez en cuando, uno de
nosotros caía, Bartholotto primero y luego Leonard. Yo estaba entre el sargento
Morzicki ubicado a mi izquierda y el subteniente Maudet a mi derecha. De
repente, Morzicki recibió en la sien un balazo, que partió de la grieta. Su
cuerpo se inclinó y su cabeza se volvió
inerte, recaída en mi hombro. Me volví y observe cara a cara, la boca y los ojos bien
abiertos.
-Morzicki
murió, le dije al teniente.
-Bah!-lo
hizo con frialdad-, uno más. Pronto será nuestro turno y continuaron
disparando.
Tome
con los brazos la cabeza del cadáver de
Morzicki. Le recosté en la muralla, revolví con fuerza los bolsillos, para ver
si todavía tenía los cartuchos. Había dos que me lleve.
Nos
quedamos más que cinco: el subteniente Maudet, un prusiano llamado Wensel,
Cattau, Constantino, todos los tres fusileros y yo. Sin embargo, todavía
teníamos al enemigo a raya. Pero nuestra
resistencia llegó a su fin. Los cartuchos se agotaron. Algunos tiros aun, no
quedaban más que uno a cada uno de nosotros. Pasaron seis horas y estábamos
combatiendo desde la mañana.
-
Armen sus fusiles, dijo el teniente, que se disparará a la orden y después, se
cargará con la bayoneta. Ustedes me siguen.
Todo
sucedió como él había dicho.
Los
mexicanos avanzaron. No vimos más disparos, el patio estaba lleno. Hubo un
profundo silencio que nos rodeo. El momento era solemne, los heridos se
quedaron en silencio. En nuestro reducto, no nos movíamos más, esperábamos.
-
¡Preparen!
-
¡Fuego! dijo el teniente. Nosotros descargamos nuestros cinco tiros y con él en
la mente, hemos dado un salto adelante, con la bayoneta calada.
Una
formidable descarga nos acoge. El aire tiembla sobre la tormenta de hierro y
pensé que la tierra se entreabría.
En
este momento, el fusilero Cattau se arrojó delante de su oficial y le toma en
sus brazos para hacer una muralla con su cuerpo. Cae, golpeado por diecinueve
balas.
A
pesar de esta devoción, el teniente también se vio afectado por dos balas, una
en el flanco derecho, el otro le destrozó el muslo derecho.
Wensel
también había caído. En la parte superior del hombro transversal, pero sin que
los huesos hubieran sido golpeados, se levantó inmediatamente.
Quedábamos
tres, aun en pie: Wensel, Constantin y yo.
Un
momento imposible a la vista del Teniente que estaba de espaldas, nosotros
preparábamos saltar por encima de su cuerpo y cargar de nuevo. Pero ya, los
mexicanos nos rodeaban por todos lados y las puntas de sus bayonetas tocado
nuestros pechos.
En
eso estábamos nosotros, cuando un hombre alto, de rasgos distinguidos, que fue
el primero entre los atacantes, identificados por su kepí y su túnica pequeña
con galones de un oficial superior, ordenó que se detuvieran y de un súbito
movimiento de su espada en alto, releva las bayonetas que nos amenazaban:
-Ríndanse,
dice.
-Nosotros
nos rendimos, le respondí, si usted nos deja nuestras armas y nuestra fornitura
(aditamentos donde cuelga el equipo de un soldado) y si usted se compromete a
asistir y curar nuestro teniente que esta herido aquí.
El
oficial accedió a todo. Entonces, como las primeras palabras que se habían
intercambiado eran en español. Hablo en francés conmigo, dijo, será mejor, de lo contrario estos
hombres le tomarán por un español. Ellos matarían y tal vez no voy a poderme
hacer a obedecer.
Es
bien sabido el odio implacable que guardan los mexicanos y con ellos todos los
colonos hispanoamericanos, contra la madre patria, justo al recordar tantas injusticias y
crueldades, cometidas durante tres siglos en estos hermosos lugares por los
sucesores de Pizarro y Hernán Cortés.
Sin
embargo, el oficial estaba hablando con uno de sus hombres, se volvió y dijo:
Ven
conmigo
-Entonces
él me ofreció su brazo, le dio el otro Wensel herido y se dirigió hacia la casa. Constantino nos
siguió de cerca.
Eché
un vistazo a nuestro oficial (Maudet), que dejamos atrás.
-Cese
toda inquietud, me dijo, di órdenes de que se ocupen de él. Vamos a recogerlo
en una camilla. Ustedes mismos pueden contar conmigo, no se les hará ningún
mal.
Digo
después: Para ser honesto, esperaba ser
fusilado, pero me era indiferente.
No,
no, -dijo él vivamente, yo estoy aquí para defenderles.
Al
mismo tiempo, dejando el edificio principal, nos encontramos en el camino, aún
en su brazo, un jinete irregular carga sobre nosotros con gran clamor y
cobardemente, con ambas manos sobre Wensel y
tira dos golpes de lanza, sin decir una palabra. El oficial, que nos
acompañaba, toma su revólver en el cinto, se ajusta con frialdad y le mete una
bala en la cabeza del miserable, que del caballo rueda de la silla sobre la calzada. Luego seguimos
nuestro camino sin que nosotros nos ocupáramos de él.
El
Coronel Cambas se crió en Francia y hablaba nuestro idioma admirablemente.
Militar por ocasión, como muchos de los
que nos combatieron y que por el amor a la
libertad, habían levantado las armas contra nosotros, pertenecía así como Milán, a esa clase de
licenciados, que comprende a casi todos los hombres más educados y más influyentes del país.
Excelentes personas, el uno y el otro, que habrían hecho honor, incluso a uno u
otro ejército, porque sus soldados, yo no les calumniaría mucho, al decir que
las tres cuartas partes, eran bandidos solamente.
Llegamos
así a una pequeña elevación en el
terreno, a cierta distancia de la hacienda, donde se encontraba el coronel
Milán y su Estado Mayor.
-
¿Esto es todo lo que queda? preguntó él cuando nos vio.
-
Él respondió que sí. Y no pudo contener su sorpresa.
-
Pero no son hombres, s'écria-t-il, son demonios (¡Estos no son hombres, son
demonios!) Entonces, nos habla en francés:
-Tienen
sed sin duda señores, Ya he enviado a buscar agua. Por otra parte, no se
preocupe, ya tenemos varios de sus camaradas, que pronto verán otra vez. Somos
personas civilizadas, digan lo que digan y sabemos de las consideraciones para
los prisioneros como usted.
Nos
dieron agua y tortillas, que son una especie de crepas de maíz, que para la gente común en México son como el pan
y sobre las cuales nos lanzamos con
avidez.
Al
mismo tiempo llegó el teniente Maudet, acostado en una camilla y rodeado de una
numerosa escolta de jinetes. Otros heridos arribaron después de él.
La
noche había caído de golpe sobre los trópicos. El Crepúsculo no existe, ni la
aurora y el día se apaga como la noche, casi sin transición. En compañía de
nuestros vencedores, hicimos la ruta hacia su campamento de La Joya, donde llegamos bastante
tarde. Hubo una gran emoción, y los heridos del combate llena todo. Allí, a
pesar de la palabra del coronel Cambas, nuestras armas, que nos quedamos en
primer lugar, se han eliminado. Era de esperar. Nosotros nos reunimos con
nuestros camaradas hechos prisioneros antes que nosotros. Agotado por la fatiga
y el sufrimiento, negro de polvo, de polvo y
sudor, los rasgos del derrotado, con los ojos inyectados en sangre, no
parecíamos figura humana. De nuestra ropa, los sombreros fueron seleccionados,
perforado hasta la fecha. El mío, por su parte, había recibido más de cuarenta
balas. Sin embargo, por la suerte increíble durante esta larga lucha, no había
sido tocado.
¿Cómo
hemos salido ilesos? Nosotros no lo comprendemos y los mexicanos tampoco.
Solamente a la mañana siguiente, pensativos, los miembros, dudando aun si era
yo, o si estaba realmente con vida.
IV
Tal
es la gloriosa hazaña de armas, donde 65
hombres del ejército francés, sin agua, sin comida, sin abrigo, en un patio al
aire libre, bajo el calor de un sol asesino, mantenido a raya durante más de
diez horas cerca 2000 enemigos.
Gracias
a su dedicación, el convoy se salvó. Lentamente, se remonto en dirección a
Córdoba y estaba a sólo dos leguas de Camarón, cuando un indio, que, por el
momento, había asistido a las operaciones militares de la jornada, llegó a
anunciar que un destacamento francés fue se vio rodeado en la hacienda, que los
mexicanos eran muchos y bloquearon la carretera. Fue eso entonces alrededor de
cinco horas y la tercera compañía fue casi aniquilada.
Además
de las grandes piezas de artillería de asedio, furgonetas del Tesoro, las
extensiones y los coches de de intendencia militar, cargas de material y de
munición el convoy tenía una multitud de carretillas de comercio y
aproximadamente 2000 mulas, portando las proviciones de los cantineros civiles.
Fue un desfile interminable que desaceleró también por el mal estado del camino.
En estas condiciones, cualquier sorpresa debe ser inevitablemente desastrosa.
Capitán Cabossel, de los voltigeurs (88), responsable de la conducción del
convoy, no tenía con él, más que dos compañías del regimiento extranjero, y el
punto de caballería. Se detuvo inmediatamente y envió un mensajero a Soledad
para solicitar nuevas instrucciones. Se le ordenó volver sobre sus pasos.
A
la misma hora, el coronel Jeanningros, igualmente prevenido por un indio, fue
llamó a los refuerzos en Córdoba. Hizo enviar dos batallones de infantería de
marina. Se deja a uno en Chiquihuite para mantener la posición. Así mismo con la Legión Extranjera
y el otro batallón avanzara a mitad de la noche y reunió al paso los granaderos
del capitán Saussier, para que tomara la vanguardia.
Al
amanecer, la columna estaba a la vista de Camarón. Pero ya el anuncio de su
llegada había puesto en fuga los mexicanos que se ocupaban en enterrar a los
muertos. Y Milán levantó apresuradamente su campamento de la Joya.
Se
encontraron, a cien metros cerca del pueblo, desmayado al pie de un arbusto y
gravemente herido, el tambor de la valerosa compañía. Fue dado por muerto por
los mexicanos, que, la noche anterior, había visitado el campo de batalla y lo
arrojaron entre los cadáveres de sus camaradas. El frío de la noche lo había
despertado. Se había desenterrado poco a poco y se había arrastrado por delante
de él, hasta que el dolor y el cansancio lo obligo a detenerse.
En
el patio de tierra, el desorden era terrible y no hay evidencia que gran parte
de la furia de la batalla, en todas partes enormes placas de la sangre
desechada, todo el suelo pisoteado, paredes rotas o rayadas por las balas,
entonces aquí y allá, fusiles quebrados, bayonetas y espadas dobladas, los
sombreros, los quepis, efectos de equipo militar, desgarradas, rotas y toda
esta sangre. Entre los escombros, se recogió la mano articulada del capitán.
Sin
embargo, los cadáveres habían sido enterrados, descubiertos más tarde, se
separaron en dos montones distintos, el de los mexicanos al norte y por el otro
lado de la carretera el los de los franceses en una fosa al suroeste de la
hacienda. Una Cincuentena de mexicanos que ya
estaban enterrados. Pero aún había más de dos cientos. Los franceses
habían perdido veintidós hombres muertos en acción. Otras ocho personas, es
cierto, murieron casi inmediatamente de sus heridas. Y entre ellos, el teniente
Maudet, que era transportado a Huatesco (89), murió el 8 de mayo Los mexicanos
se honraron a sí mismos, haciendo a sus despojos honores militares. Hubo más de
mil soldados y suboficiales heridos.
Entre
los mexicanos como una cosa propia, por una particularidad curiosa, el número
de muertes fue mayor que la de los heridos. Por otra parte, se observó que, en
ambos lados, casi todos los hombres fueron golpeados en la cabeza o parte
superior del cuerpo. En cuanto a los prisioneros sobrevivientes, ellos
siguieron a la primera columna mexicana, a veces tratados con respeto, a menudo
maltratados y abusados. Pero nosotros no habremos de describir su odisea a
través de las aldeas y bosques vírgenes tierras cálidas, constantemente
obligados a huir con sus guardianes, antes de la llegada de las tropas
francesas.
Sin
embargo, el ruido de su heroica defensa estaba muy extendido en el país y
estaba emocionado a todos, amigos o enemigos, una admiración unánime. Las
autoridades francesas se encargaron de la libertad de ellos. Pero en el
desorden increíble en que se debatía la administración liberal, las
negociaciones de este tipo no eran fáciles de conducir. Después de tres largos
meses de espera y sufrimiento, un primer convoy de ocho presos, que incluían
cabo Maine, se intercambió contra 200 soldados y un coronel mexicano que
teníamos en nuestras manos. En el intervalo, muchos de los heridos habían sucumbido,
algunos, que habían sido dados de alta del hospital de Jalapa, regresó más
tarde.
El
regreso de los presos fue un triunfo perpetuo, en todas las ciudades y pueblos
donde fueron. La multitud estaba en contra de ellos y les aplaudió. Los indios
especialmente, cuyas espíritu se acuña más fácilmente se apoderó de ellos una
especie de asombro supersticioso y exclamaban, juntando las manos, "¡Jesús
María, están aquí!'
A
su llegada al cuerpo, el comandante del batallón Regnault, quien comandó
interinamente el regimiento extranjero, que actuaba en lugar y en sustitución
del coronel Jeanningros llamado a Veracruz, se apresuró a preparar un informe
detallado de la batalla de Camarón, del
que se desconocían los detalles. Este
informe, muy emotivo y muy bien hecho, llegó a través de la jerarquía al general en jefe Forey. A su vez, era quien
quería se hiciera una lectura a todas a las tropas del cuerpo expedicionario.
Y, en una orden de fecha del día de su
cuartel general en la Ciudad
de México, 31 de agosto de 1863, después de
haber glorificado a los bravos que habían sostenido esta lucha de gigantes, como él dijo, declara
que tal bella conducta había merecido
premios extraordinarios . En virtud de los poderes conferidos, Maine, sargento
desde su regreso y ya decorado, fue ascendido al grado de subteniente a la
primera vacante del cuerpo. Schaffner, Wensel, Fritz, Pinzinger, Brunswick
recibieron la Cruz
de la Legión
de Honor y otros cuatro, la medalla militar. Poco después, el regimiento
extranjero se recordó a Europa. Las nominaciones, fueron confirmadas por
decreto imperial publicadas en el Monitor universal del, 9 de agosto de 1864.
Hoy
en día, el ferrocarril de Veracruz a México atraviesa Camaron y pasa sobre los
cimientos de dos casas antiguas, frente a la hacienda, destruida parcialmente
por la expansión de la localidad. No muy lejos de allí, en el lugar donde los
héroes duermen, se destaca una estela (hoy en día un monumento), coronado por
una columna rota, serpenteando rodea una corona de laureles. Se trata un punto
de inclusión y recompensa a su gloria. Es el gobierno
mexicano que el costea el mantenimiento. Pero desde la jornada memorable, para
la duración de la ocupación, cuando un destacamento francés pasaba delante
de Camarón, los tambores batían en los
campos. Los soldados presentaban armas y los oficiales saludaron
respetuosamente con la espada.
(4)
CRONOLOGIA
DE LOS HECHOS SEGÚN EL CABO MAINE
Dia Hora Lugar
y hechos Testimonio del cabo Maine
29
de abril 11:00 p.m. Chiquihuite Reunión Cuando, el 29 de abril, cerca de las once horas de la noche, la
orden vino a nosotros, de juntar pronto
a nuestros camaradas, que acampaban en la parte inferior.
12:00
p.m.
30
de abril 01:00 a.m. Salen de Chiquihuite Tan pronto como llegamos al punto de reunión tomamos café.
Y a eso de la una de la mañana, la compañía se puso en marcha.
02:00
a.m. Paso del Macho Después de alrededor de una hora de
marcha, llegamos a Paso del Macho
03:00
a.m.
04:00
a.m.
05:00
a.m.
06:00
a.m. Llegan a Camarón Al despuntar el día, nos acercamos al pueblo
de Camarón.
07:00
a.m. Llegan a Palo Verde Nosotros habíamos marchado más de
seis horas, cuando del lado del camino de Camarón que habíamos dejado, dos o
tres centinelas señalan algo que anormal. Una hora no había transcurrido, el
agua estaba hirviendo en los tazones
08:00
a.m. Palo Verde avistamiento
Llegan
a 300 mts de la
Hacienda Algo anormal
señalan los centinelas, tiran los tazones que hervían, el capitán Danjou grita
¡"El enemigo a las armas!" El capitán ordena a la compañía tomar a la
derecha y entrar en los matorrales. Caminamos durante más de una hora sin ver
al enemigo. En el momento en que llegamos a la carretera, a unos 300 metros de la Hacienda, hubo un disparó
desde una ventana, que vino a perjudicar a uno de nuestros compañeros en la
cadera. Revisan las casas y la hacienda para ubicar al tirador. Buscan agua en
un barranco cercano
09:00
a.m. Camarón a la salida rumbo a
Chiquihuite: Primera, segunda carga de caballería de las tropas mexicanas y
carga de bayoneta de los legionarios Apenas
habíamos andado algunos pasos, cuando de repente vimos, en una colina a la
derecha y detrás de nosotros, jinetes mexicanos congregados, espada en mano y
listos para cargar. (PRIMERA CARGA) Un instante después y la masa como una
avalancha, se dirigió sobre el cuerpo. Sin perder tiempo, el capitán nos hace
cruzar una zanja pequeña, cubierta de nopal, formando una valla que bordeaba el
camino de la izquierda y remontándose
hacia Camarón. Además de este obstáculo, debíamos detener el impulso de la SEGUNDA CARGA. A
sus órdenes se calan las bayonetas (CARGA A BAYONETA) Con el mismo esfuerzo, se
toma la distancia que nos separa de la granja y así penetramos en el corral.
09:30
a.m. Camarón Ingreso a la Hacienda de la Trinidad, la misma es
rodeada por las fuerzas de caballería que anteriormente habían cargado contra
los legionarios Con el mismo esfuerzo, se
toma la distancia que nos separa de la granja y así penetramos en el corral. Con estas
disposiciones tomadas esperamos el ataque fieramente. Este podría ser en ese
momento, a las nueve horas y media. Morzicki se apercibió, mientras caminaba en
el techo, por encima de las habitaciones ocupadas por el enemigo. Un oficial
mexicano, con pañuelo blanco en la mano, él mismo llegó a los pies de la
muralla exterior y hablaba buen francés,
en nombre del coronel Milán, nos conmina a rendirnos
10:00
a.m. Ataque de la caballería mexicana
en funciones de infantería de sitio Entonces
el fuego se desató en todas partes a la vez, nosotros éramos apenas uno contra
diez. Como el ataque fue tan vigorosamente conducido que no se como pudimos
resistir. Algún tiempo antes de caer, (es decir antes de las 11 a.m.) nos había hecho
prometer que íbamos todos a sostenernos, hasta el extremo último! Todos
habíamos jurado.
11:00
a.m. Muerte del capitán Danjou Hacia las once del día, (el capitan Danjou)
llegó a visitar el puesto de la sala y él mismo reconoció, que no podría
aguantarse mucho más. Cuando regresando de la reserva, fue alcanzado por una
bala en pleno pecho, se quedó con la mano en la herida. Algunos de nosotros
corrimos para asistirle, pero el tiro fue mortal.
11:00-11:30
a.m. Los legionarios desalojan el ala
norponiente de la casa principal de la
hacienda Mientras tanto, la
habitación fue evacuada, los mexicanos, a golpes de culatas fueron capaces de
forzar una puerta interior, que comunicaba esta pieza con la otra en la planta
baja y en la que nuestros hombres, dispararon a quemarropa. Se vieron obligados
a retirarse. Más, de catorce al principio, no permaneció más de cinco, que
fueron a fortalecer, diversos puestos en el patio
12:00
a.m. llega la infantería mexicana Cerca del mediodía, oímos un sonido
lejano de corneta. Fue la infantería del coronel Milán, que se anuncia, a la
izquierda, en la mañana, desde el campamento de la Joya
13:00:00
p.m.
14:30:00
p.m. Muerte del teniente Vilan Cerca de las dos y media, el teniente Vilain
volvía de visitar la posición de la brecha y cruzó el patio en diagonal, en dirección
a las grandes puertas, cuando una bala disparada del edificio, lo alcanzo en
plena frente.
15:00:00
p.m. Incendio del cobertizo
exterior y del techo de la hacienda Los
mexicanos empezaron a cansarse. Más entonces, para superar mejor nuestra resistencia,
ellos pensaron usar una maniobra de
guerra, en honor no muy fuerte. Ellos
apilaron paja y madera en la parte
norte-este del edificio y le prendieron fuego. El fuego consumió en primer
lugar un cobertizo externo, que daba a Veracruz y de ahí, se extendió
rápidamente a los techos.
16:00:00
p.m.
16:30:00
p.m. Termina el fuego, los
mexicanos usaron el humo como cubierta para ubicar mejor a sus tiradores Finalmente, después de una hora y
media, el fuego se extinguió por sí mismo, falto de alimento. Sin embargo, este
incidente nos había sido funesto. A la favor del humo que nos escondía sus
movimientos, los mexicanos habían podido avanzar con ventaja y disparar sobre
nosotros con más precisión. Las posiciones de la apertura y la puerta de la izquierda,
había perdido la mayor parte de sus defensores.
17:00:00
p.m. Los atcantes se retiran de
la casa Sobre las cinco, hubo
un momento de respiro. Los atacantes se retiraron, uno tras otro, como
obedeciendo a una orden recibida y fuimos nosotros capaces de tomar un
descanso, de respirar. En total, no éramos más de una docena.
17:30:00
p.m. Discurso del coronel Milán,
tercera exhotación a la rendición En ese
lenguaje cálido y colorido, que hace el fondo de la elocuencia española, Milán
exhortó a sus hombres para acabar con nosotros. Él les dijo que no
éramos más que un puñado, muriendo de sed y fatiga, que debemos prender vivos y que si nos dejaban
escapar, la vergüenza sería para ellos imborrable. Les hizo jurar en el nombre de la gloria y de la
independencia de México y prometió reconocimiento muy alto del gobierno
liberal. Cuando terminó, se levantó un gran clamor y nos enteramos de que el
enemigo, estaba listo para un nuevo esfuerzo. Sin embargo, antes de atacar,
Milán nos hizo pasar un tercer requerimiento, nosotros ni siquiera contestamos.
17:40:00
p.m. Último tiro y carga a
bayonete calada de los cuatro sobrevivientes. El teniente Maudet es herido
gravemente Sin embargo, en nuestro
rincón, como una extensión de la longitud del muro, todos los que aparecieron
en esta dirección, por delante de nosotros, hicieron inmediatamente media
vuelta, en menos de diez minutos. Había más de veinte cadáveres, un montón, que
obstruía el paso y contuvo el impulso de los recién venidos. Armen sus fusiles,
dijo el teniente, que se disparará a la orden y después, se cargará con la
bayoneta. Ustedes me siguen. ¡Fuego! dijo el teniente. Nosotros descargamos
nuestros cinco tiros y con él en la mente, hemos dado un salto adelante, con la
bayoneta calada. Una formidable descarga nos acoge. El aire tiembla sobre la
tormenta de hierro y pensé que la tierra se entreabría. Un momento imposible a
la vista del Teniente que estaba de espaldas, nosotros preparábamos saltar por
encima de su cuerpo y cargar de nuevo. Pero ya, los mexicanos nos rodeaban por
todos lados y las puntas de sus bayonetas tocado nuestros pechos.
18:00:00
p.m. Rendición En eso estábamos nosotros, cuando un
hombre alto, de rasgos distinguidos, que fue el primero entre los atacantes,
identificados por su quepí y su túnica pequeña con galones de un oficial
superior, ordenó que se detuvieran y de un súbito movimiento de su espada en
alto, releva las bayonetas que nos amenazaban
18:30:00
p.m. Encuentro con el coronel
Milán Llegamos así a una pequeña elevación en el terreno, a cierta
distancia de la hacienda, donde se encontraba el coronel Milán y su Estado
Mayor.
19:00:00
p.m. Marcha al campamento de La Joya La
noche había caído de golpe sobre los trópicos. El Crepúsculo no existe, ni la
aurora y el día se apaga como la noche, casi sin transición. En compañía de
nuestros vencedores, hicimos la ruta hacia su campamento de La Joya, donde llegamos bastante
tarde.
(5)
Recuerdos
Históricos de la Ciudad
de Veracruz y Costa de Sotavento del Estado, Durante las Campañas de “Tres
Años”, “La Intervención”
y el “Imperio” 1895 de Sebastian I. Campos (90)
A
las seis de la mañana una sección de exploradores compuesta de veinte hombres
al mando del teniente D. Anastacio Jiménez hermano del Comandante , abrió la
marcha, siguiéndola a las siete el resto de la fuerza, á cuyo frente iba el
referido comandante y el capitán X……, y cuando llegaron a los lindero del
camino, como en éste no apareciera alma viviente, unidos los exploradores al
resto de la sección, comenzaron á bajar dirigiéndose á la “Joya”, como estaba
ordenado, Allí debería encontrarse ya Milán con la fuerza de infantería.
Entre
ocho y nueve, una polvareda que notó a menos de una legua de distancia, hizo
suponer a Milán había anticipado su salida; pero esto no era razonablemente
admisible, pues en todo caso darían un rodeo tan innecesario como peligroso,
Jiménez continuo avanzando, si bien con las precauciones necesarias. La
caballería formó en ala, corriéndose á la derecha del camino para cortarlo en
una extensión mayor, y con las carabinas en guardia, divisando á paso andar una
fuerza de infantería enemiga, como de cien hombres pertenecientes al 2º
batallón de la “Legión Extranjera” que se dirigía a Córdoba. Los dragones
hicieron alto, rompiendo el fuego desde luego, auque á demasiada larga
distancia, siendo infructuosos sus tiros, por lo que Jiménez ordenó el avance
sin apresurarse demasiado, temeroso deque aquella no fuera sino alguna simple
descubierta. El enemigo retrocedió entonces lentamente, haciendo fuego en
retirada hasta ampararse de un caserón de mampostería, donde se refugió.
El
Capitán X……, seguido de cuatro hombres de toda confianza, partió en el acto, á
todo escape, poniéndose fuera del alcance enemigo, para participar a Milán el
inesperado encuentro. La
Caballería de Jiménez quedó en observación.
El
enemigo comprendió su situación, y entretanto los dragones y el Capitán X…….,
corrían á toda rienda, los franceses desempedraron el patio y piso de la casa
amontonando la piedra a modo de muro, tras la puerta del zaguán y la (de) una
ventana, y aspilleraron las paredes; de modo que, situada la casa en medio del
campo, podían hacer fuego por todas las partes en una extensión dilatada y
libre de obstáculos, lo cual quintuplicaba sus fuerzas. A la una ó poco antes
se avistó la vanguardia del Coronel Milán con este y su estado mayor á la
cabeza, y los jefes Camacho y Talavera: componíase de dos compañías del
batallón de infantería Guardia Nacional de Veracruz, al mando de los capitanes
Samohano y Migonio y Frías; y momentos después hacían alto a retaguardia los
piquetes del “izote” y de “Córdoba”. El batallón Guardia Nacional de Jalapa, al
mando del Teniente Coronel D. Ismael Terán, tomaba posición también á
retaguardia de una presa de agua que servia de punto de apoyo, situada á
espaldas del caserón.
Jiménez,
a distancia conveniente, ejecutó una maniobra para obligar al enemigo á
retroceder, en el caso de que intentaran una salida, situándose Escobar, que
llegó en aquellos momentos, tras del edificio, á la izquierda del batallón de
Jalapa. Con éste y los piquetes antes dichos se formaron dos pequeñas columnas
de asalto, quedando como reservas las caballerías, en las posiciones que
respectivamente ocupaban.
Los
ayudantes del Estado Mayor comunicaron las últimas órdenes, y las compañías de
Veracruz comenzaron desde luego al ataque. Dispersos en tiradores y
arrastrándose por tierra durante un largo trayecto, sufrieron algunas bajas,
logrando al fin bajo los fuegos del enemigo, al amparo de los muros de la misma
casa en los intermedios de una á otra aspillera: espiaban el momento en que de
ellas salía un tiro, casi siempre fatal para los nuestros, é inmediatamente
introducían su fusil y hacían fuego, hasta que la boca de una carabina enemiga
les indicara el peligro.
A
las dos de la tarde avanzaron las columnas a paso de carga, por derecha e
izquierda á retaguardia de la casa, para rebasarla fuera de tiro del enemigo, y
concentrar el ataque sobre un solo punto, el frente del edificio, que era por
donde únicamente podía penetrarse, inutilizando a la vez las aspilleras del
lado opuesto y a la vez de los costados: los tiradores de Veracruz se
concentraba al mismo frente, á proporción de las columnas cambiaban de
posición.
Ya
habían caído bastantes de nuestros soldados, siendo el primero el tambor Pablo
Ochoa al pretender arrastrar una carreta cargada de paja para poner fuego á la
puerta del edificio, cuando al lanzar su caballo para imprimir un movimiento de
flanco a la primera columna que había oblicuado demasiado, cayo muerto,
atravesado el corazón por una bala. El Jefe del Estado mayor, Otro tanto
sucedió al Alférez D. Rafael Redondo, Ayudante de Jiménez, que iba a comunicar
una orden al capitán Escobar, y momentos depuse, el teniente D. Vicente Güido
Subayudante de las compañías de Veracruz, caía mortalmente herido en la región
abdominal, al intentar incorporarse á sus compañeros.
Los
franceses se batían con desesperación; casi todos sus tiros eran bien
aprovechados, por la ventaja que daba la posición que ocupaban sin que pudiera
apreciarse las bajas que les hicieran los tiradores de Veracruz, quienes los
entretenían mientras llegaban las columnas, cuya marcha era muy peligrosa por
encontrarse á pecho á descubierto: El Capitán Güido y el Ayudante Rojas, ambos
del batallón de Jalapa, caen a su vez
para no levantarse jamás, al mismo tiempo que la segunda columna era herido de
muerte el Comandante del “Izote” y emprendiendo la carrera ambas columnas, y
cerrando filas cada vez que caía alguno de sus compañeros, llegaban al frente
avanzando, que vomitaba un torrente de fuego por sus troneras.
Eran
las cuatro de la tarde cuando el soldado Barrientos de Jalapa, lograba forzar,
auxiliado de dos o tres más, la puerta del zaguán, y embestir la trinchera de
piedras, cayendo muerto en el acto: pero éste fue el último esfuerzo de los
franceses para contener el asalto. Quisieron lanzarse a través, y los
republicanos la taparon con sus pechos al penetrar, cayendo muertos o heridos
muchos de ellos. A la vez los de Veracruz penetraban también por la ventana; y
ya dentro, franceses y mexicanos se buscaban para darse la muerte á culatazos y
bayonetazos; no había tiempo ni espacio para cargar las armas; y era tan denso
el humo producido por los tiros que se dispararon al penetrar que no se
distinguían unos de otros.
Aquello
era espantoso: se reproducían en pequeña escala las escenas que tuvieron lugar
en la batalla de “Barranca Seca”, y en vano el clarín de órdenes tocaba “alto
el fuego” para hacer cesar los horrores de una matanza inútil hasta que por
fin, fuegos, gritos, golpes, todo fue cesando poco a poco, porque el enemigo ya
no hacía resistencia y pedía rendirse a discreción. Luego se tocó “llamada a
tropa” y aquellos soldados fueron a ocupar sus filas echando entonces de menos
a los compañeros cuyo lugar quedaba vacío. Aquí y allá en el campo se oían los
lastimeros amidos de los heridos, é inmóviles, yertos los cadáveres de los que
habían sucumbido en la lucha que acusaban venganza contra los traidores que
trajeron la guerra al país.
En
el interior del destrozado caserón el espectáculo era horrible a la vez que
conmovedor; franceses y mexicanos yacían mezclados, confundidos, durmiendo
juntos el sueño de la muerte que se habían prodigado con furor: unos y otros
habían pagado con la vida, víctimas inocentes, la insensata ambición del hombre
más injusto que ha tenido la
Francia moderna; y unos y otros ya daban cuentas á Dios de
haber cumplido con su deber.
Se
pasó lista: cuarenta y tantos hombres de la clase de tropa permanecieron mudos
a la voz de sus oficiales. Yacían tendidos esperando que sus hermanos de armas
les dieran sepultura, como esperaba también Ayala, Redondo, Rojas y dos horas
más tarde la darían en una aldea ignorada a los dos Güido y al Comandante del
“Izote”. Entretanto una ambulancia improvisada disponía lo necesario para
conducir a los heridos y el resto de la fuerza abría dos anchas fosas donde
quedaron sepultados aquellos valientes cuyos nombres quedaron ignorados para la
historia.
A
eso de las cinco y media de la tarde comenzó la retirada: retirada triste y
lúgubre en la que los heridos abrían marcha, transportándolos con el mayor
cuidado posible, y los jefes la cerraban cabizbajos y con todas las señales de
un profundo pesar. Las caballerías volvieron a ocupar sus posiciones
primitivas, excepto el piquete de la de Jiménez que cubría la retaguardia de la
columna en marcha.
Tal
fue el hecho de armas que desde entonces se conoció con el nombre de “acción
del Camarón” y respecto de la cual se han hecho tan distintas apreciaciones, la
mayor parte apasionadas y desfavorables á nuestras tropas, fundándose en la
superioridad numérica de nuestros combatientes respecto á los contrarios.
No
hay razón
Este
hecho de armas, enteramente casual, puede equipararse al que tuvo lugar en el
“Mediadero”, a fines de 1862. En este los republicanos, en la proporción de uno
contra tres, tenían la ventaja de la posición: en aquel, si bien es cierto que
la proporción era mayor, en cuanto la posición de los franceses era
infinitamente superior. Tiraban tras de muros de piedra contra los cuales eran
ineficaces los fuegos de la infantería la que por otra parte sólo comenzó a
disparar cuando se puso bajo las troneras que había abierto el enemigo: de modo
que por más de una hora estuvo recibiendo tiros certeros y precisos, como lo
demuestra el hecho de que todas las heridas que recibieron los republicanos
eran del pecho á la cabeza: no había una sola que bajara de la cintura. Además,
el armamento era muy superior en calidad al nuestro: de mayor alcance y de
mayor calibre, y dotados para una marcha larga, llevaba cada oficial y cada
soldado, todos armados con carabinas, diez y ocho paradas, todas consumidas
según confesión de los prisioneros; y si la mortandad entre los republicanos no
corresponde á la relativamente (a la, suprimido) cifra de proyectiles
disparados, débese, primero á que los tiradores de Veracruz, procuraban
inutilizar los tiros del enemigo, desviando la puntería al asomar la boca del
arma por las troneras; y segundo, á que las columnas de ataque, una vez á
distancia de tiro, emprendieron el asalto á la carrera, á fin de ponerse cuanto
antes bajo el fuego que las aniquilaba.
Esto
no significa la más ligera idea de aminorar el valor de aquellos soldados que
pelearon como valientes.*
Un
hecho curioso y casi ignorado.
Al
proseguir su marcha las tropas después de haber dejado en Huatusco los pocos
heridos de una y otra parte que sobrevivieron, cuando comenzaron a bajar el
camino, dejando á espaldas el pueblecillo de San Bartolo, los prisioneros
Marcial Julien, Alexandro Adit y Carlos Berger, que habían fraternizado con
nuestros soldados, de quienes recibían á cada paso las vivas muestras de
simpatía, solicitaron del Coronel Milán que les permitiera cantar; y concedida
tan extraña petición, aquellos hombres, llenos de brío y de entusiasmo y
enlazados los brazos entonaron en coro la Marsellesa, llorando a lagrima viva el entonar
las estrofas del canto de guerra de la Francia republicana.
¡Cruel
y terrible protesta contra el hombre del 2 de Diciembre, que los lanzó á la
guerra, contra una nación cuyos hijos han sido siempre admiradores de los
grandes hombres del 93!
*Cuando
el ejercito francés ocupo parte del territorio Nacional, sus compatriotas le
levantaron un pequeño monumento conmemorativo,
cerrado por un barandal de hierro, para honrar la memoria de aquellos
valerosos soldados. Este monumento histórico fue destrozado después del
restablecimiento de la
República por una mano sacrílega y oculta, que seguramente
comprendía el patriotismo ensañándose contra las cenizas de héroes que fueron
vencidos en buena lid.
Se
señala el nombre del individuo que ordenó la comisión de tl crimen, pero no
está perfectamente comprobado. A estarlo: Lo asentaríamos aquí para entregarlo
a la execración de los hombres de corazón
(6)
Cartas
del General Thun y del Mariscal Bazaine sobre el tema de la mano articulada del
capitán Danjou (91)
Zacapoaxtla
a 22 de julio de 1865.
Sr.
Mariscal:
Me
es grato participarle a su excelencia lo siguiente:
Durante
la expedición del teniente Gruber, éste supo que el propietario de un rancho
cercano a Teziutlán, el señor L’Anglaise, de origen francés, tenía en su poder
la mano artificial del capitán Danjou, fallecido gloriosamente en Camarón.
Enterado
de que la familia del capitán Danjou había hecho los trámites para recuperar
ese preciado recuerdo, el teniente Gruber se lo pidió al señor L’Anglaise, que
sólo quiso cederlo mediante el pago de cincuenta pesos. Habiendo recibido el
preciado objeto que tendré el honor de remitirle junto con un recibo del
teniente Gruber, le ruego señor Mariscal indicarme si conviene pagarle los
cincuenta pesos al señor L’Anglaise.
Reciba
señor Mariscal ...
Cuerpo
Expedicionario de México.
Cámara
del Mariscal Comandante en Jefe.
Nº
344. México 28 de julio de 1865.
Mi
querido General:
Tengo
el honor de acusar recibo de su carta de Zacapoaxtla en la cual me informa que
el señor teniente Gruber tuvo la feliz idea de comprar la mano artificial del
valiente capitán Danjou, fallecido gloriosamente en Camarón.
Le
ruego darle las más expresivas gracias al señor teniente Gruber por lo que se
propone hacer en esta ocasión y enviarme el preciado recuerdo al cuartel
general. Le enviaré el importe de la compra por un giro de cincuenta pesos
pagaderos a la orden del comandante
superior de Puebla.
Reciba
mi querido General, la seguridad de mi más distinguida consideración.
Firma:
El Mariscal de Francia Bazaine.
(7)
Discurso
del General Jeanningros ante la tumba de los legionarios, al retirarse las
fuerzas francesas de México, febrero de 1867 (92)
¡Oficiales
y soldados de la legión! Voy a hacer una pausa aquí para decir el último adiós
a nuestros bravos compañeros de armas muertos en el campo de honor. Ellos
combatieron 60 contra 2000. Su acción heroica pasara a la posteridad, en los
anales de nuestra página militar en México. Ellos murieron sobre esta tierra
extranjera, por el honor y la gloria de nuestra bella Francia. Ellos murieron
por el orden y la civilización en esta área remota.
¡Honor
a vosotros, bravos oficiales y soldados! Nosotros os decimos adiós. Adiós
capitán Danjou, adiós, adiós a nuestros bravos camaradas.
Su
memoria no se desvanecerá de nuestro corazón. Y, un día, si Francia y el
nuestro emperador necesitan de nosotros, nos gustaría como vosotros vencer o
morir.
(8)
UNA
OPINION FRANCESA SOBRE EL IMPERIO Y LA MONARQUIA (93)
1867
Acerca de Maximiliano
Georges
Clemenceau
“¿Como diablos se le ha ocurrido a usted
compadecer a Maximiliano y a Carlota? ¡Dios mío! Si, lo se perfectamente; esas
gentes son siempre encantadoras. Hace cinco o seis mil años que son así. Tienen
la receta de todas las virtudes y el secreto de todas las gracias, ¿sonríen
ellos? Es delicioso. ¿Lloran? Es conmovedor, ¿Le dejan a usted vivir? ¡Que
exquisita bondad! ¿Le aplastan a usted? Una simple desgracia de lo que ellos
están exculpados. Todos esos emperadores, reyes, archiduques y príncipes son
grandes, sublimes, generosos, soberbios; sus princesas son las que queráis,
pero yo les odio con un aborrecimiento sin misericordia, como se odiaba en el
93, cuando al imbécil de Luis XVI le llamaban execrable tirano. Entre nosotros
y esas gentes hay una guerra a muerte. Ellos han hecho morir, entre torturas de
todo género, a millones de los nuestros, y apostaría a que nosotros no hemos
matado a más de dos de ellos. Verdad que es mucha la imbecilidad humana, pero
ellos se encuentran a la cabeza y, como tales, es a ellos a los que hay que
mirar. Yo no tengo ninguna piedad para esas gentes; compadecer al Lobo es
cometer un verdadero crimen, y aquéllos a quienes quería matar le han dado
muerte a él. Me siento encantado. Su esposa esta loca. Nada más justo. Esto
casi me hace creer en la providencia. ¿Fue la ambición de esa mujer la que
empujo a ese imbécil? Si siento que haya perdido la razón, es únicamente porque
no puede darse cuenta de que su marido a muerto por ella y que ignora que
México es un pueblo altivo que sabe vengar las ofensas. Si Maximiliano no ha
sido un instrumento, su papel ha sido más vil, sin que por ello sea menos
culpable. Diréis que soy feroz e intratable; pero mi opinión es esta. Creedme:
todas esas gentes son iguales y se apoyan unas a otras. Benito Juárez está en
lo justo…”
Georges
Clemenceau, 1867
Fuente:
Museo de las Intervenciones, México D. F.
(9)
La
siguiente pieza epistolar, fue colocada en la base de la estatua del coronel
Milán en la escuela que lleva su nombre, ubicada frente al mausoleo
franco-mexicano, por ordenes del entonces gobernador de Veracruz, cuando se
conmemoro el centenario de la batalla y se construyo lo que era uno de los
planteles “modelo” más modernos del Estado, dedicado a la educación primaria,
algo que habría alegrado a esos liberales del siglo XIX.
Carta
de Víctor Hugo a Benito Juárez, 20 de junio de 1867 (94)
Juárez:
Usted ha igualado a John Brown. La
América actual tiene dos héroes, John Brown y usted. John
Brown por quien la esclavitud ha muerto; usted, por quien la libertad vive.
México se ha salvado por un principio y por un hombre. El principio es la República, el hombre, es
usted.
Por
lo demás, la suerte de todos los atentados monárquicos es terminar abortando.
Toda usurpación empieza por Puebla y termina por Querétaro. En 1863, Europa se
abalanzó contra América. Dos monarquías atacaron su democracia; una con un
príncipe, otra con un ejército; el ejército llevó al príncipe. Entonces el
mundo vio este espectáculo: por un lado, un ejército, el más aguerrido de
Europa, teniendo como apoyo una flota tan poderosa en el mar como lo es él en
tierra, teniendo como recursos todas el dinero de Francia, con un reclutamiento
siempre renovado, un ejército bien dirigido, victorioso en África, en Crimea,
en Italia, en China, valientemente fanático de su bandera, dueño de una gran
cantidad de caballos, artillería y municiones formidables. Del otro lado,
Juárez.
Por
un lado, dos imperios; por otro, un hombre. Un hombre con otro puñado de
hombres. Un hombre perseguido de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, de
bosque en bosque, en la mira de los infames fusiles de los consejos de guerra,
acosado, errante, refundido en las cavernas como una bestia salvaje, aislado en
el desierto, por cuya cabeza se paga una recompensa. Teniendo por generales
algunos desesperados, por soldados algunos harapientos. Sin dinero, sin pan,
sin pólvora, sin cañones. Los arbustos por ciudadelas. Aquí la usurpación,
llamada legitimidad, allá el derecho, llamado bandido. La usurpación, casco
bien puesto y espada en mano, aplaudida por los obispos, empujando ante sí y
arrastrando detrás de sí todas las legiones de la fuerza. El derecho, solo y
desnudo. Usted, el derecho, aceptó el combate. La batalla de uno contra todos
duró cinco años. A falta de hombres, usted usó como proyectiles las cosas. El
clima, terrible, vino en su ayuda; tuvo usted por ayudante al sol. Tuvo por
defensores los lagos infranqueables, los torrentes llenos de caimanes, los
pantanos, llenos de fiebre, las malezas mórbidas, el vómito prieto de las
tierras calientes, las soledades de sal, las vastas arenas sin agua y sin
hierba donde los caballos mueren de sed y de hambre, la gran planicie severa de
Anahuac que se cuida con su desnudez, como Castilla, las planicies con abismos,
siempre trémulas por el temblor de los volcanes, desde el de Colima hasta el
Nevado de Toluca; usted pidió ayuda a sus barreras naturales, la aspereza de
las cordilleras, los altos diques basálticos, las colosales rocas de pórfido.
Usted llevó a cabo una guerra de gigantes, combatiendo a golpes de montaña.
Y
un día, después de cinco años de humo, de polvo, y de ceguera, la nube se
disipó y vimos a los dos imperios caer, no más monarquía, no más ejército, nada
sino la enormidad de la usurpación en ruinas, y sobre estos escombros, un
hombre de pie, Juárez, y, al lado de este hombre, la libertad.
Usted
hizo tal cosa, Juárez, y es grande. Lo que le queda por hacer es más grande
aún. Escuche, ciudadano presidente de la República Mexicana.
Acaba usted de vencer a las monarquías con la democracia. Usted les mostró el
poder de ésta; muéstreles ahora su belleza. Después del rayo, muestre la
aurora. Al cesarismo que masacra, muéstrele la República que deja
vivir. A las monarquías que usurpan y exterminan, muéstreles el pueblo que
reina y se modera. A los bárbaros, muéstreles la civilización. A los déspotas,
los principios.
Dé
a los reyes, frente al pueblo, la humillación del deslumbramiento. Acábelos
mediante la piedad. Los principios se afirman, sobre todo, brindando protección
a nuestro enemigo. La grandeza de los principios está en ignorar. Los hombres
no tienen nombre ante los principios, los hombres son el Hombre. Los principios
no conocen sino a sí mismos. En su estupidez augusta no saben sino esto: la
vida humana es inviolable.
¡Oh,
venerable imparcialidad de la verdad! El derecho sin discernimiento, ocupado
solamente en ser derecho. ¡Qué belleza! Es importante que sea frente a aquellos
que legalmente habrían merecido la muerte, cuando abjuremos de esta vía de
hecho. La más bella caída del cadalso se hace delante del culpable.
¡Que
el violador de principios sea salvaguardado por un principio! ¡Que tenga esa
felicidad y esa vergüenza! Que el violador del derecho sea cobijado por el
derecho. Despojándolo de su falsa inviolabilidad, la inviolabilidad real,
pondrá usted al desnudo la verdadera, la inviolabilidad humana. Que quede
estupefacto al ver que del lado por el cual él es sagrado, es el mismo por el
cual no es emperador. Que este príncipe, que no se sabía hombre, aprenda que
hay en él una miseria, el príncipe, y una majestad, el hombre. Nunca se
presentó una oportunidad tan magnífica como ésta. ¿Se atreverán a matar a
Berezowski en presencia de Maximiliano sano y salvo? Uno quiso matar a un rey,
el otro, a una nación. Juárez, haga dar a la civilización ese paso inmenso.
Juárez, abolid sobre toda la tierra la pena de muerte. Que el mundo vea esta
cosa prodigiosa: la república tiene en su poder a su asesino, un emperador; en
el momento de arrollarlo, se da cuenta de que es un hombre, lo suelta y le
dice: Eres del pueblo como los demás. Vete.
Ésa
será, Juárez, su segunda victoria. La primera, vencer a la usurpación, es
soberbia; la segunda, perdonar al usurpador, será sublime. Sí, a esos reyes
cuyas prisiones están repletas, cuyos cadalsos están oxidados de asesinatos, a
esos reyes de caza, de exilios, de presidios y de Siberia, a los que tienen a Polonia,
a Irlanda, a La Habana,
a Creta, a esos príncipes obedecidos por los jueces, a esos jueces obedecidos
por los verdugos, a esos verdugos obedecidos por la muerte, a esos emperadores
que tan fácilmente mandan cortar una cabeza, ¡muéstreles cómo se salva la
cabeza de un emperador!
Por
encima de todos los códigos monárquicos de los que caen gotas de sangre, abra
la ley de la luz, y, en medio de la página más santa del libro supremo, que se
vea el dedo de la República
posado sobre esta orden de Dios: No matarás. Estas dos palabras contienen el
deber. Usted cumplirá ese deber.
El
usurpador será perdonado y el liberador no ha podido serlo, lástima. Hace dos
años, el 2 de diciembre de 1859, tomé la palabra en nombre de la democracia, y
pedí a Estados Unidos la vida de John Brown. No la obtuve. Hoy pido a México la
vida de Maximiliano. ¿La obtendré? Sí. Y tal vez en estos momentos ya ha sido
cumplida mi petición Maximiliano le deberá la vida a Juárez. ¿Y el castigo?,
preguntarán. El castigo, helo aquí, Maximiliano vivirá "por la gracia de la República".
Víctor
Hugo Hauteville House, a 20 junio de 1867.
(10)
Poema
del Viscodde De Borrelli (95)
Dedico
esto muy especialmente a la memoria de Thiebald Streibler quien me dio su vida
el 3 de marzo de 1885.
A
mis hombres que han muerto…
Compañeros
míos, soy yo; mis buenos hombres de guerra,
Es
vuestro jefe de ayer quien viene a hablar aquí
De
lo que no se sabe, o de lo que apenas se sabe;
Mis
muertos, yo los saludo, y yo les digo: gracias.
Luego,
escuchéis esto: “¡Desertores! ¡Mercenarios!
¡Montón
de extranjeros sin honor y sin fe!
Es
de vosotros de quien se trata; ¡de
vosotros legionarios!
Tengáis
el corazón tranquilo, ¡y preguntéis por qué!
¿Sin
honor? ¡Ah! ¡Dejémoslo! ¿Y sin fe?
¿Qué
quiere decir? ¿Qué más faltaba y qué
habríamos querido?
¿No
habéis aguantado, aguantado hasta el martirio
La
palabra empeñada y el trato cumplido?
¿Mercenarios?
Sin duda: hay que comer para vivir;
¿Desertores?
¿Nos toca a nosotros hacer este juicio?
Extranjeros
cierto ¿y luego? ¿Según qué nuevo libro
El
Mariscal de Saxe era francés?
Así
mismo, basta de cólera inútil
Vosotros
no tenéis necesidad de ser tan defendidos:
-He
aquí el gran rio rojo y el afluente claro,
¡Y
yo les hablo sólo a vosotros, a vosotros que he perdido!
Nunca
antes guardia de Rey, de emperador, de Autócrata,
De
Papa o de Sultán; nunca ningún regimiento
Engalanado
de oro, envuelto de azul o escarlata
No
va con un aire más viril y tan soberbiamente.
Vosotros
tenéis brazos Fuertes y talles esbeltos
Que
hacían sobresalir vuestros harapos y girones;
Y
yo rejuvenecía al ver vuestras barbas grises,
Y
yo me estremecía de gusto al encontrarlos tan bellos.
Vuestro
paso era sencillo más nunca teatral;
Pero,
llegado el momento, lo que habría faltado ver,
Era
vuestra manera altiva y magistral
De
abordar lo” celeste” o de recibirlo.
Se
tienen sueños locos, a veces, cuando se camina
Y
yo me sorprendía a mí mismo al pensar,
Delante
de este estilo original y esta gran apariencia,
¿Por
dónde nosotros no podríamos llegar a pasar?
¡Yo
estaba tan seguro de vosotros! Y luego, si debo decirlo todo,
Nosotros
nos habíamos comprendido: también, de vez en cuando,
Cuando
yo os miraba vosotros teníais una sonrisa,
Y
yo sonreía de veros contentos.
Vosotros
amáis, tropa ruda y sin pedantería,
Los
hombres de aire libre y no los profesores
Y
se le ponía, Dios mío, la coquetería
A
dar lo mejor de sí, sabiéndoos conocedores.
Pero
vosotros decíais entonces, la cosa nos concierne,
Nos
abstendremos de ejemplos superfluos;
Ordenéis
solamente, y tengáis un poco de cuidado, se os espera
Y
a nosotros, ¡ya no se nos espera más!
Y
yo veía deslizarse sobre vuestra frente austera
Como
un guiño amistoso suavemente afinado,
Pues
vosotros seguido habéis espiado el misterio
De
una carta releída o de un retrato besado.
No
teniendo para vosotros ni apellido, ni hogar, ni patria,
Nada
donde poner el orgullo de vuestra sangre derramada,
Humilde
renunciamiento, pura caballería,
Era
en vuestro jefe que vosotros lo habéis colocado
Héroes
anónimos, indolentes de esperanza,
¿Vosotros
lo queríais, no es cierto? Que a la hora del regreso,
Cuando
él pondría el pie en tierra francesa,
Teniendo
una brizna de gloria hubiera un poco de amor.
En
cuanto a saber si todo ha ocurrido de esta manera,
Y
si vosotros no os habéis quedado por nada allá,
Si
vosotros no habéis muerto por una cosa muerta,
¡Oh
mis pobres amigos míos, no lo preguntéis!
Duerman
en la grandeza de vuestro sacrificio,
Duerman
que ningún pesar venga a perseguiros;
Duerman
en esta paz vasta y redentora,
¡Donde
mi pensamiento en duelo irá a visitaros!
Yo
sé dónde encontraros en la etapa suprema,
Todos
aquellos de quienes la hierba ha bebido la sangre bermeja,
Y
aquellos que tragaron las trampas de la zapa,
Y
aquellos que devoraron la fiebre y el sol;
Y
mi piedad fiel, unida a la memoria,
Va,
desde el viejo Wunderli que cae en primero,
Siguiendo
una larga y roja letanía,
¡Hasta
ti, mi Streibler, que matan el postrero!
Desde
aquí os veo acomodados a flor de tierra,
En
una fosa apresurada donde yo os he dejado,
Rígidos,
vestidos con sus hábitos de guerra,
Y
extrañas mortajas hechas de carrizos trenzados.
Los
sobrevivientes han dicho,-¡y yo serví de capellán!-
El adiós del camarada, a su cuerpo herido;
Tal
vez fue hecho muy torpemente algún ademán
Por
tanto no creo que nadie haya reído.
Pero
alguien os tomaba en su gloria estrellada,
Y
os mostraba desde lo alto aquellos que abajo oraban,
Cuando
yo decía para todos, con voz estrangulada,
El
Padrenuestro y el Avemaría ¡-que no todos sabían!
Compañeros
he querido hablaros de estas cosas,
Y
decir en cuatro palabras porque yo os amaba:
Cuando
el olvido se ahonda a lo largo de las tumbas tapadas,
Yo
vigilaré al menos y no olvidaré jamás.
Si
en algún momento, en la jungla donde el tigre os roza,
Y
que no se estremece más el retroceso del cañón,
Os
parece que un dedo toca vuestro hombro,
Si
vosotros creéis escuchar vuestro nombre;
Soldado
que reposa bajo la tierra lejana,
Y
cuya sangre donada me deja remordimientos
Decid
a vosotros simplemente: “Es nuestro Capitán
Que
nos recuerda, - y que cuenta sus muertos”
Águila
Mexicana
Águila
Francesa
El
paisaje
El
Hombre
El
porvenir
El
Ejército de los Mexicanos
Heroica
Escuela Naval Militar rindiendo Honores al Coronel Milán
Magisterio
Nacional
A
la derecha Bernardo Sánchez y el Autor después de la ceremonia en el Mausoleo
de Camarón de Tejeda 30 de Abril de 2011
NOTA:
Este artículo fue publicado en mi blog Reforma Policial en México (96) el 30 de
abril de 2011, sin embargo, el presente, varía en cuanto al análisis de los
hechos, en los que profundizamos, con los datos que después de esa
publicación hemos obtenido. En ese
sentido es un artículo completamente diferente, la conclusión sin embargo no
varía: fue un acto de valor en ambos lados.
Quisiera
declarar, que si alguna de mis palabras, pudieran ser interpretadas como una
falta de respeto a los hombres de la 3ª compañía de 1863, desde ahora las tome
como no dichas. Mi intención es rendir homenaje en este sesquicentenario a los
hombres, no a los mitos, creo que los legionarios al mando del Capitán Danjou,
así lo habrían querido. Como mexicano del siglo XXI quisiera aquí agradecerles
a los hombres de la 3ª compañía su heroica resistencia y valor a toda prueba,
con ella, nos demostraron de lo que somos capaces los mexicanos, cuando el patriotismo nos inunda y hombres preclaros y
patriotas nos dirigen: el miedo solo debe ser a nosotros mismos, no hay
problema que no podamos superar.
No
somos historiadores y no jugamos a serlo, tratamos de interpretar los hechos de
la mejor manera posible, con la experiencia de muchos años al leer documentos
judiciales e investigaciones criminales, entrevistar testigos, personas
detenidas y víctimas. Si alguna aproximación efectuamos, fue la del
investigador criminal, que se acerca a una escena del crimen, sin prejuicios,
atento a las evidencias, riguroso, leyendo las declaraciones de testigos con
cuidado, buscando la pista, recreando en su mente lo ocurrido. Si lo logramos
no lo se, al menos lo intentamos, aunque declaro, que quizá mi mente no este
tan “neutral” ¿Cómo estarlo en una historia de valor y sacrificio como esta?
Hemos
tratado de identificar las imágenes que usamos en este artículo, por desgracia
los datos de algunas de ellas no fue posible obtenerlos, si alguien posee los
datos acerca de alguna o varias de ellas, por favor le ruego nos las
proporcione o si el tenedor de los derechos de autor de las mismas, considera
que estos han éstos han sido vulnerados de alguna manera, en primer lugar le
ruego su benevolencia, tan bellas me parecieron, pero estamos a la orden para
retirarlas en el momento que nos lo indique.
Se
puede reproducir en todo o en parte este artículo, para fines educativos, de
divulgación general, sin lucro y citando la fuente. Gracias A.M.
*
Foto Puente de Paso del Macho, por donde los legionarios Pp 10 (97)
**Foto
Legionarios, uniformidad intervención francesa en México Pp 12 (98)
(1) ftp://ftp.bnf.fr/009/N0090993_PDF_1_-1DM.pdf Lucien-Louis Lande, « La Hacienda de Camaron » in
Souvenirs d'un soldat, éditeurs H. Lecène et H. Oudin, Paris, 1886 Revue des
deux mondes du 15 juillet 1878
(2)
http://www.paginasprodigy.com/bservinm/batalla_camaron_veracruz.pdf. SERVÍN
MASSIEU, BERNARDO Parte de Guerra de
Francisco de Paula Milán a Ignacio Comonfort. BATALLA DE CAMARÓN, VERACRUZ 30
DE ABRIL DE 1863,
(3)
Lucien-Louis Lande, Op. Cit.
(4)
http://fr.wikipedia.org/wiki/Pierre_Joseph_Jeanningros
(5)
http://es.wikipedia.org/wiki/Fiebre_amarilla
(6) http://en.wikipedia.org/wiki/History_of_Haiti#cite_note-14
Dato tomado de: James, Cyril Lionel Robert, The Black Jacobins: Toussaint
L'Ouverture and the San Domingo Revolution, New York: Vintage Books, 1990, p. 355
(7) http://fr.wikipedia.org/wiki/Jean_Danjou
(8) http://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_Especial_Militar_de_Saint-Cyr
(9) http://fr.wikipedia.org/wiki/Liste_des_promotions_de_Saint-Cyr
(10) http://fr.wikipedia.org/wiki/Jean_Danjou
En Carrière et distinctions
(11)http://www.st-cyr.terre.defense.gouv.fr/index.php/Les-formations-d-eleves/L-Ecole-Speciale-Militaire-de-Saint-Cyr2/Historique
“Las Promociones. Los estudiantes de un año se agrupan dentro de un batallón.
Durante sus tres años de escolaridad, los estudiantes pasan el 3 º Batallón, 2
º Batallón y el 1r batallón. En su bautismo en el final del primer grado, cada
clase se le da un nombre, y que tiene lugar en la larga cadena de las
promociones de la
Escuela Militar Especial de Saint-Cyr”
(12)
Foto tomada de:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:ESM_Saint-Cyr_14_07_07.jpg
(13)http://2eme-rep-more-majorum.com/2eme_rep/Lenculus/Historique_de_la_Legion_Etrangere.php
(14)
http://chalabremetaitconte.pagesperso-orange.fr/danjou.html
(15)
SERVÍN MASSIEU, BERNARDO, Op. Cit.
(16)
http://madmonarchist.blogspot.mx/2010/01/monarchist-profile-colonel-charles.html
(17)
http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/4IntFrancesa/1864MGB.html
(18) http://monlegionnaire.files.wordpress.com/2012/04/france-in-mexico-1862-to-1867.pdf Skelton, Geoffrey. The French in Mexico, 1862-1867. Command Magazine
issue 42 march 1997.
(19)
Frase atribuida al general Enrique Gorostieta, al referirse a los cristeros.
Véase Meyer, Jean, La
Cristiada
(20)http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/4IntFrancesa/1867ADM.html
Véase la opinión del fusilamiento de Maximiliano de Georges Benjamin Clemenceau
y la carta que escribió Víctor Hugo, fechada el 20 de junio y dirigida a
Juárez, solicitando clemencia para Maximiliano
http://www.wikimexico.com/wps/portal/wm/wikimexico/periodos/mexico-independiente/era-liberal/documentos/carta-de-victor-hugo-a-benito-juarez-20-de-junio-de-1867 ambos documentos en los apéndices
documentales de este documento.
(21)
Lucien-Louis Lande, OP. Cit.
(22) http://www.inegi.org.mx/sistemas/consulta_resultados/iter2010.aspx?c=27329&s=est consultar el documento Excel ITER_30XLS10
(23)
http://es.wikipedia.org/wiki/Atoyac_%28Veracruz%29
(24)
http://www.puma.unam.mx/festival/index.php/selva-baja-caducifolia Selva baja
caducifolia. (Se suprimieron los nombres científicos, para facilitar la lectura
AM)
(25)
http://el-tiempo.com/calendario-lunar/abril-1863/
(26) http://smn.cna.gob.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=103&Itemid=80
(27)
http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/9654/1/08VEGETACION.pdf Vegetación y Uso de Suelo. Ellis, Alan Edward
y Martínez Bello, Marisol, Universidad Veracruzana
(28) http://www.inegi.org.mx/sistemas/consulta_resultados/iter2010.aspx?c=27329&s=est
(29) http://www.inegi.org.mx/sistemas/consulta_resultados/iter2010.aspx?c=27329&s=est
(30) http://en.wikipedia.org/wiki/Military_step#cite_note-1
(31) http://en.wikipedia.org/wiki/Jacques_Duchesne#Franco-Hova_war
(32) http://www.7flammes.com/Legion-phrases.htm
(33) http://fr.wikipedia.org/wiki/Latania (Palma
americana) Latania es un género que incluye las plantas de la familia Arecaceae
entre los comúnmente llamados árboles de palma latanier
(34) SERVÍN
MASSIEU, BERNARDO, Op. Cit.
(35) http://www.speedofanimals.com/animals/horse
(36) http://en.wikipedia.org/wiki/Battle_of_the_Little_Bighorn
(37) http://monlegionnaire.files.wordpress.com/2012/04/france-in-mexico-1862-to-1867.pdf Skelton, Geoffrey. The French in Mexico, 1862-1867. Command Magazine
issue 42 march 1997.
(38) Campos
Sebastian Recuerdos Históricos de la Ciudad de Veracruz y Costa de Sotavento del
Estado, Durante las Campañas de “Tres Años”, “La Intervención” y el
“Imperio” 1895 de. I (Se conserva la redacción del documento que fue tomado.
Alejandro Monzón) en SERVÍN MASSIEU,
BERNARDO, Op. Cit.
(39) http://en.wikipedia.org/wiki/Charge_%28warfare%29 En “Impact of
Firearms”
(40) http://en.wikipedia.org/wiki/Machine_gun
(41) http://en.wikipedia.org/wiki/Charles_Ragon_de_Bange
(42) http://en.wikipedia.org/wiki/Martin_von_Wahrendorff
(43) http://en.wikipedia.org/wiki/Armstrong_gun
(44) http://en.wikipedia.org/wiki/Charge_%28warfare%29 en The
twentieth century
(45) http://fr.wikipedia.org/wiki/Fusil_Mini%C3%A9
(46) http://www.treasurenet.com/forums/relic-hunting/166914-minie-ball-rifle-ball.html
(47) Fadala, Sam. The Complete Blackpowder Handbook Krause
Publications, 2006 Lola, Wisconsin
(48) http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Gunshot_femur.jpg
(49) Bando de Miguel Hidalgo declarando la
libertad de los esclavos.
(50) http://fr.wikipedia.org/wiki/Fusil_de_chasse
(51) http://dic.academic.ru/dic.nsf/esp_rus/69074/tercerola
Arma de fuego un tercio más corta que la carabina, usada por la caballería
(52) http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/porfirio/3.html
“Era yo también muy afecto a las armas y a la caza, y como no podía disponer de
lo necesario para adquirir un arma, por humilde que fuese, compré de los
fierros viejos que se vendían en el portal del Señor, de la Plaza de Armas de Oaxaca, un
cañón viejo de escopeta y una llave de chispa. La llave era de pistola y apenas
le hacía al cañón de la escopeta. Me fui a la casa de un amigo que hacía
guitarras y tenía alguna herramienta de carpintería, y me puse a hacer una mala
caja de escopeta. Me dediqué después con empeño a hacer obras de madera y logré
así tener un nuevo recurso para la vida. Llegué a hacer mejores útiles y me
puse a hacer buenas armas para mí y para mi hermano, porque me costaban poco, y
al ir a las cacerías, en las inmediaciones de Oaxaca; me encontraba con indios
cazadores del Valle Grande, a quienes les agradaba mi escopeta, y me daban las
suyas, se las componía y arreglaba a su gusto y al domingo siguiente se las
llevaba, recibiendo el pago respectivo.”
(53) http://fr.wikipedia.org/wiki/Fusil_de_chasse
(54) http://collections.delcampe.fr/page/item/id,181843515,var,beau-mousqueton-d-artillerie-1829-T-bis-avec-baionnette-de-marine,language,F.html
(55) SERVIN MASSIeU, BERNARDO, Op. Cit
(56) http://membres.multimania.fr/patrickmargerand/Fusils/scan0008.jpg
(57) http://en.wikipedia.org/wiki/American_Civil_War
(58) http://history.state.gov/milestones/1861-1865/FrenchIntervention
(59) Ibidem
(60) http://es.wikipedia.org/wiki/Mat%C3%ADas_Romero_Avenda%C3%B1o
(61) http://en.wikipedia.org/wiki/List_of_American_Civil_War_battles
(62) http://monlegionnaire.files.wordpress.com/2012/04/france-in-mexico-1862-to-1867.pdf
(63) http://buscon.rae.es/drae/srv/search?val=piquete
(64) http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/porfirio/66.html
(65) http://portal.veracruz.gob.mx/pls/portal/docs/PAGE/CEJM/ARCHIVOSPDFS/CAMARONPDF/BATALLA.PDF
(66) Véase la hoja de servicios del Etat Major
General del General Jeanningros en el Dossier de Légion d'honneur du général
Jeanningros. http://www.culture.gouv.fr/LH/LH092/PG/FRDAFAN83_OL1363008v004.htm
(67) http://fr.wikipedia.org/wiki/Pierre_Joseph_Jeanningros
(68) http://chalabremetaitconte.pagesperso-orange.fr/danjou.html
(69) http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/porfirio/66.html
(70) http://memoirepatrimoine.over-blog.org/article-camerone-du-sacrifice-au-mythe-102385550.html
(71) http://portal.veracruz.gob.mx/pls/portal/docs/PAGE/CEJM/ARCHIVOSPDFS/CAMARONPDF/BATALLA.PDF
(72) http://www.bibliojuridica.org/libros/2/722/29.pdf
(73) http://www.oem.com.mx/esto/notas/n1219998.htm
(74) http://dieumsnh.qfb.umich.mx/movimientos_rebeldes.htm
(75) http://es.wikipedia.org/wiki/Leva
(76) http://www.anapi.asso.fr/index.php?option=com_content&view=article&id=93&Itemid=101&lang=fr Véase Etat physique et psychologique en
especial la Tableau
récapitulatif nosologique de la morbidité des prisonniers de guerre libérés
(77) http://es.wikipedia.org/wiki/Henri_Dunant
(78) http://memoriapoliticademexico.org/Efemerides/4/Im/1863-Abr30_2.jpg
(79) http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/4IntFrancesa/Im/1862%20sold.jpg
(80) SERVÍN MASSIEU, BERNARDO, Op. Cit. y en
http://portal.veracruz.gob.mx/pls/portal/docs/PAGE/CEJM/ARCHIVOSPDFS/CAMARONPDF/BATALLA.PDF
se señala la existencia de tal comunicado entre Milán y Comonfort y las subsecuentes entre Comonfort y Blanco
(81) El documento que sirvió para la traducción
fue descargado del sitio de la ciudad de Chalabre, lugar de nacimiento del
capitán Danjou:
http://chalabremetaitconte.pagesperso-orange.fr/cameron.html También se puede ubicar en versión digital,
el libro publicado en 1886 en el sitio
de la Biblioteca
Nacional Francesa
ftp://ftp.bnf.fr/009/N0090993_PDF_1_-1DM.pdf
(82) Del nahua Chiquihuitln. Cesto o canasta de
mimbre, bejuco o carrizo sin asas.
(83) http://fr.wikipedia.org/wiki/Chiffonnier_%28m%C3%A9tier%29 Un Chiffonnier es una persona cuyo trabajo
era entrar en las ciudades y pueblos, solían comprar cosas usadas y revenderlas a los negocios de procesamiento.
Esta actividad fue practicado en Francia hasta la década de 1960 y sigue siendo
en muchas partes del mundo.
(84) La palabra usada por Maine es pannier,
usado en el lenguaje actual como cesta, pero al parecer se referia a sus uso en
el siglo XIX era una prenda de vestir femenina llamada en Hispanoamérica polisón (del francés «polisson») era un
armazón que, atado a la cintura, usaban las mujeres del siglo XIX para que
abultasen los vestidos por detrás, creando una imagen de cintura más estrecha.
El polisón fue un elemento fundamental en el vestuario de las mujeres del
último cuarto de siglo. Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Polis%C3%B3n
(85) http://fr.wikipedia.org/wiki/Latania
Latania es un género que incluye las plantas de la familia Arecaceae entre los
comúnmente llamados árboles de palma latanier
(86) http://fr.wikipedia.org/wiki/Fusil_Mini%C3%A9
(87) http://fr.wikipedia.org/wiki/Fusil_de_chasse
Aunque está dotada de un estriado, este tipo de fusil no se puede considerar
una carabina de caza, ya que es esencialmente un fusil de ánima lisa que el
cañón ha sido rayado. Sin embargo, se utilizan exclusivamente para el lanzamiento
de municiones a bala única especialmente diseñado (véase, tipo bala tipo
"sabot") y no pueden perdigones. Ellos ofrecen una mejor exactitud y
rango de armas de ánima lisa, pero mucho menos que una carabina debido a pobres
propiedades balísticas del proyectil.
(88) http://en.wikipedia.org/wiki/Voltigeur
(89) Huatusco en realidad
(90) SERVÍN MASSIEU, BERNARDO, Op. Cit. (Se conserva la redacción
del documento que fue tomado. Alejandro Monzón)
(91) http://portal.veracruz.gob.mx/pls/portal/docs/PAGE/CEJM/ARCHIVOSPDFS/CAMARONPDF/CAMARON.PDF
en español y en francés el texto se encuentra en
http://chalabremetaitconte.pagesperso-orange.fr/danjou.html
(92) http://chalabremetaitconte.pagesperso-orange.fr/danjou.html
(93) http://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/4IntFrancesa/1867ADM.html
(94) http://www.wikimexico.com/wps/portal/wm/wikimexico/periodos/mexico-independiente/era-liberal/documentos/carta-de-victor-hugo-a-benito-juarez-20-de-junio-de-1867
(95) Traducción gracias a la generosa
colaboración de: Bernardo Sánchez
(96)http://reformapolicialmex.blogspot.mx/
(97) http://chalabre.blogs.lindependant.com/album/camerone/824951715.html
Le pont du Paso del Macho. Un pont sur la route qui emmène la 3e Cie du 1er
Régiment étranger vers son destin
(98) http://provostmichel.blogspot.mx/2012/07/la-campagne-du-mexique-uniformes.html La Campagne du Mexiqué: Uniforme Francais